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En todos estos meses de confinamiento más o menos completo, llama la atención un hecho: el borreguismo de los españoles. Entre aquellos que les duele España, esto se constata con desazón. ¿Qué es lo que les ha pasado a los españoles para que sean la nación europea más apagada frente a tantos atropellos de libertades básicas, y ante la amenaza y realidad de una ruina más que cierta para tantos? Los que salimos a mostrar nuestro rechazo a esta locura de apodo covidiano que se está implantando, nos quedamos atónitos cuando comprobamos que nos quedamos literalmente cuatro gatos en la calle por este motivo.
Por otra parte, señalaré solamente dos momentos que se pudieron observar recientemente: las protestas en Vallecas frente al confinamiento de Ayuso, y las protestas de antifas y sus allegados en Barcelona y Madrid. En resumen, si hay que mostrar rechazo a alguna iniciativa que no procede de la izquierda, manifestantes tienes, y por ende violentos. Además, estos lo que quieren decir (a su manera) desde la calle está en sintonía, en cuanto a las pretensiones y objetivos, con aquello que está diciendo – o mandando – la izquierda que ostenta representación en los salones democráticos.
“Disturbios promovidos en Vallecas por Podemos contra Ayuso vs disturbios de anoche en Madrid…creo que está claro quien promueve la violencia.” La fuente de las dos imágenes:
Pasaba_por_aquí @Pasabaporaqu9
Nada más que estos dos momentos: a saber, rebelarse – con implicaciones sociales bastante feas – cuando te confina Ayuso, y no Sánchez; y por otra parte provocar disturbios y destrozos cuando salen unos cuantos “negacionistas” que denuncian medidas covidianas antihumanas, son motivos más que suficientes y graves como para investigar una posible conexión entre estos grupos violentos y el gremio que manda.
Pero dejemos estas efímeras esperanzas aparte, porque en el estado actual de la justicia no merece la pena ocuparse mucho del tema, porque no promete y hay que ser realista. Tal vez eso en otro momento político y social. De lo que debemos ocuparnos es de la reacción de la parte no izquierdista de la sociedad española. ¿Dónde está? En la práctica, inexistente. ¿Pero cómo es posible que, en las situaciones históricas como estas, cuando media Italia está levantada y bien enfadada, en España salen a protestar veinte patriotas? En Madrid, el 31 de octubre, lo confesaron unos cuantos buenos muchachos al ver el panorama desolador delante de sus ojos: no había casi nadie.
Por lo tanto, ¿de qué nos sirve quejarnos de que la izquierda o su gobierno hace esto o lo otro, cuando en el polo opuesto no existe movimiento ni organización? Y allí está la respuesta: son los deberes por hacer. La solución pasa, ya lo he dicho varias veces, por la creación de pequeños grupos cohesionados, compenetrados y coordinados entre otros grupos similares. En estos debe haber formación desde cristiana – bergoglismo absténgase – hasta política, social y organizativa. Digamos, recorriendo el camino inverso en contenidos y objetivos, pero con cierta semejanza en lo técnico, con lo que planteó Gramsci para la izquierda.
Para dar alguna pista a modo de ejemplo, he hablado varias veces sobre el tema:
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