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Cuatrocientos cincuenta y un años separan el día de hoy del 7 de octubre de 1571 y tenemos cuatro siglos de colchón entre el XVI y el XXI que nos periten comprender la diferencia entre  siglos luminosos –donde brillaba la fe– y tenebrosos en los que priva el ateísmo y el agnosticismo.

El día de la gran batalla de Lepanto,  que decidió el futuro de Europa los hombres acostumbraban a jugarse la vida por la defensa de la FE;   hoy, hasta son dudosas las creencias de muchos ministros cuya profesión es predicarlas.

En aquel luminoso día que dio origen a la fiesta de nuestra Señora de las Victorias, la Virgen del Rosario,  el genio de nuestra lengua, Miguel de Cervantes,  luchaba por el triunfo de la Cruz sobre la Media Luna;  hoy,  nuestros escritores se horrorizan si los  llaman católicos y, por supuesto, no sienten el orgullo de proclamar su Fe cuando la tienen. Hoy la reina consorte se diría que es agnóstica,  mientras que aquel día reinaba Felipe II modelo de Rey hispano orgulloso de poner el Imperio a los pies de Cristo, rey de todo lo creado.

No me cansaré de reprocha a mis compatriotas la ignorancia de nuestra Historia que muestra su complejo de inferioridad  cundo debiera ser motivo de lo contrario pues la sola gesta que hoy conmemoramos es suficiente  para tapar la boca a los europeístas que tienen ese título como superior al de ser español. Ya quisiera Europa en su conjunto poder gloriarse de la mitad de los méritos que acumula nuestra Patria.

Los Europeos nos tienen que agradecer más de la mitad de los motivos que tienen para considerarse afortunados. Sin España Europa sería cualquier cosa menos lo que es hoy.

Si Juan de Austria no hubiese derrotado al turco lo más probable es que Oriente Media llegaría hasta Finisterre, Y si los marinos españoles no hubieses fijado las rutas del Pacífico dominando los vientos que  las  marcaron en el “lago español” no habría sido la fuente de riqueza que supuso para el Viejo Continente. Es más,  probablemente Asia habría estado en condiciones de  dominarnos. Pero por suerte, España era la reina del Mar y de los continentes y, además, al mejor apóstol del Evangelio que ha tenido el Mundo. Cosa que Roma parece haber olvidado.

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Hemos tenido la desgracia de ver a una serie de analfabetos rigiendo los destinos de nuestra cultura y ahora pagamos las consecuencias. Nuestro pueblo  es víctima de un complejo de inferioridad sin sentido y ha podido ser arruinada impunemente cuando fue capaz de engendrar veinte naciones con un nivel de vida igual o superior al europeo cuando eran provincias de ultramar como lo reconocieron hombres del nivel de Darwin o Humboldt.

Es importante analizar las causas que hacen de unos siglos épocas luminosas o tiempos de tinieblas,  noches tristes y lamentables.

Los españoles tenemos la suerte de poder comparar  esas causas porque las hemos experimentado en el espacio ochenta años. Tras cuarenta de luz nos ha tocado vivir otros cuarenta tenebrosos.  Les va a doler a quienes  viven del odio a Franco  pues se ven obligados  a reconocer  que  esos años de claridad tenían una causala Fe y sus lógicas  consecuencias. Y le tienen  que doler doblemente porque las causas de las tinieblas de hoy son precisamente la ausencia de Fe y sus consecuencias.

El Caudillo –como los Reyes Católicos o Felipe II–  era un hombre verdaderamente creyente que consultaba  con Dios las decisiones que tomaba. Hay un hecho conocido: Cuando tuvo que responder –torear–  a los embajadores del Eje y al de los Aliados, al mismo tiempo.  Sobre si se inclinaba a un lado o al otro, se pasó la noche ante el Santísimo pidiendo luz para acertar…. ¡Y la clavó! Ni los unos ni los otros se rebelaron por la decisión tomada. Hablando en plata, se rió de ambos bandos e hizo lo que le convenía España.

Y así procedía en los momentos más graves en los que hubo de tomar decisiones claves. Frente a esta conducta ¿cuál ha sido la de los Suárez, Felipe, Aznar,  o Rajoy? —No digamos nada de las conductas de Zapatero, Sánchez  o sus asesores–: recurrir al consejo –o mejor aceptarlo sin haberlo pedido—de los hijos de Satanás – los nombres no importan– son el Poder Supremo “sin rostro”…como Gates o Soro y sus camarillas.

¿Qué se puede esperar ahora –bajo la pezuña del marxismo–  de los discípulos de Lucifer? ¡Lo que tenemos!; Destrucción de España perfectamente planificada. Tienen, además,  el cinismo de ir destruyendo todo lo que puede ser útil a España para una posible reconstrucción  y se atreven a todo: destrozar  empresas, principalmente la básicas y poderosas, y son tan canallas que están derribando las presas de los pantanos cuando la cordura indica que hay que retener todo el agua posible para cuando escasee. Pero son la maldad satánica en estado puro. Lo lamentable es que no haya  un general Mola, ni un pueblo despierto como el de Móstoles que se eche a la calle por millones. A la hora de juzgar a estos traidores tendría que esta restablecida la pena del garrote vil, no se merecen menos.

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Siglos luminosos tenemos que pedir a la Virgen del Rosario, –eso sí,  rezándolo cada día en familia

En el evangelio de la misa de hoy nos ha dicho Jesús de Nazaret que “todo el que pide recibe». Ya sabemos lo que debemos hacer.

Solo reaccionando , ya, inmediatamente , sin perder un minuto,  impediremos que el siglo XXI sea el más tenebroso de los vividos por la Humanidad, Con políticos como los que nos gobiernan, en manos de homosexuales y lesbianas, la noche más oscura es la única esperanza.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.