21/11/2024 11:46
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El reciente encuentro entre la tonta del bote (Yolanda Díaz) y el infame (Puigdemont) demuestra, sin lugar a dudas, que hace mucho tiempo España ha dejado de ser un Estado de Derecho y que la “forma democrática“ en la que se representa la política actual no es más que la expresión, evidente y patente, de la DICTADURA de los partidos políticos. Y frente a ese tipo de conductas, no hay que alzar la voz ni mostrarse compungido. Hay que entrar a conocer y a analizar la ‘razón última’ de lo que causa esas conductas políticas ‘anómalas’, más allá del ámbito de la política española y de la interpretación que hacen los propios políticos.

No le des muchas vueltas al tema. Ni genio, ni héroe, ni rey, ni nada de nada: Puchi es un simple político, como TODOS los demás, que se piensa inmune y exento de cualquier responsabilidad criminal por su conducta política. No hay que hacer mérito de su miseria moral que es, mutatis mutandi, la de su propia miseria política: ningún proyecto susceptible de realización que no sea la de convertirse en el centro de atención cuando, por decisiones políticas ‘anómalas, se puso en la sombra de la escena política. Ahora es su momento.

Y cuando uno pierde, todos ganan.

El Estado, todas sus instituciones, sus razones de estado, sus medios y personal, todo está rendido y al servicio de los partidos políticos. Eso constituye el gran logro alcanzado por las oligarquías políticas. Lo que permite una capacidad de movimientos, de comportamientos políticos ilimitados. Todos los partidos políticos lo saben y, evidentemente, es una situación que no tiene punto de retorno.

Todo, absolutamente todo, ya es posible en política. No hay límite. Y precisamente ese hecho ha permitido convertir la instancia política en instancia autónoma respecto del Derecho del Estado: estar por encima de la Ley y en la perfecta inmundicia de la inmoralidad política (es la expresión del maquiavelismo político moderno). Pero tampoco eso es suficiente. Se llega a una situación inaudita: se aprueba directamente aquella Ley, norma o acto administrativo que interesa a las oligarquías políticas (incluso la de excluir su propia responsabilidad criminal, lo que recientemente se tradujo, v.g., con la fórmula del indulto). Regresamos, de golpe, a los sistemas autocráticos anteriores a la Revolución Francesa o Rusa: el poder es el poder del monarca (L’Etat c’est moi).

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Es un hecho notorio y por lo demás constatable en todo el universo anglosajón: es en el poder político y no en el económico donde reside la determinación esencial, en última instancia, de toda la estructura de funcionamiento de las sociedades analógicas … hecho que, curiosamente, todavía no ha sido ni percibido ni tampoco ha sido objeto de análisis.

La justificación de los analistas (políticos y periodísticos y detrás de estos últimos todos los “ciudadanos siervos”) es sostener la existencia de una supuesta “anomalía” democrática del Estado de Derecho en su relación con la partitocracia, como si se tratara de una enfermedad no mortal que puede ser curada y que sane el Estado de Derecho (ver la editorial de ABC del 05/09/2023: Puigdemont ya ha ganado). Ahora bien: ¿Quién es el Doctor y cuál el remedio?

Imposible. No nos enfrentamos a una enfermedad, ni benigna ni maligna. Estamos ante el principio básico de funcionamiento de las sociedades de representación en el orden analógico: la prevalencia absoluta de lo político, instancia última que define el desenvolvimiento de todo el conjunto.

Es la ‘forma de representación democrática’ la que ha transformado todo el sistema en una nueva forma de tiranía de la política sobre el resto de las instancias del Estado. ¿Fagocitación? No, en absoluto. Es someter a la instancia política (un orden sin principios, sin valores y sin moral) todas las demás instancias del Estado (judiciales, educativas, de salud, tributarias, de distribución, de defensa y seguridad, etcétera).

La política sería como aquella vacuna que inmuniza el funcionamiento natural de las instancias del Estado, neutralizando su propia expresión y registro de poder: ya no hay límites y controles entre las instancias del Estado y la política. Se ha rebasado toda frontera de control y la arbitrariedad se ha adueñado de todo la escena. Lo político ha devenido en poder de poderes, un transpoder supremo y absoluto, totalitario, que condiciona el ejercicio de poder de las restantes instancia del Estado.

Esto, tal vez, sea demasiado teórico, intelectual o filosófico. No importa. Lo importante no es seguir con las mismas formas de interpretación, que justifican esta política totalmente descontrolada de cualquier limitación.

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No hay más. No hay que darle más rodeos. La supuesta izquierda (incluyendo la derecha étnica) carece de escrúpulos. La supuesta derecha está transida “aparentemente” del complejo del puritanismo político (de una supuesta moral de la que carece lo político) pero participa de pleno en el juego.

Lo mismo sucede en USA: se busca eliminar al adversario político mediante la instrumentación de la administración de justicia que sirve a los intereses de los Demócratas como partido. En esta ocasión. Tal vez por eso, allí, la democracia corrupta más avanzada de la tierra, se constata la situación de degradación tan extrema a que ha llegado. Se apunta directamente a la manipulación de los resultados electorales como instrumento de licuación de la ‘representación’. Sin tapujos. Porque la política que, como en resto del orden anglosajón, rige sin restricciones, no está sometida a ningún escrutinio y a ninguna forma de elección que no sea la simple voluntad de imposición de la oligarquía política. Cuando unos pierden, todos ganan. Cuando todos ganan, dos veces ganan.

Detrás, pues, de las apariencias de un escenario cuyas reglas aceptan los políticos: Nadie pierde, todos ganan.

Hay que entender, finalmente, que ya no existen españoles sino un conjunto más o menos organizado de pobladores nativos que conviven con llegados de todos los confines del planeta (48 millones, según el último censo del INE) dentro de un recinto penitenciario y frenopático, al que llaman España, donde hacen y se buscan la vida una mitad de sus pobladores sobre la otra mitad. Por eso es imposible cualquier transformación del estado de cosas que vivimos, circunstancia que resulta inadmisible que sea aceptada por la teoría política que vive del crédito del mito político del perfeccionamiento y del mejoramiento de la existencia… la política como sustituto de Dios. Miseria de política.

No hay más.

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Azul

En el caso de los políticos, seguramente es así. Pero en el nuestro, no.
Nosotros no ganamos, nosotros perdemos.

Geppetto

Yolanda Diaz es cualquier cosa menos una estúpida, es mala gente, es comunista y es una barragana de Moncloa, pero de imbecil no tiene un pelo.
Ayer el unefable muñidopr de cretinadas llamado Feijoo decía que desea ponerse de acuerdo con el Psoe para encontrar «un encaje» a Cataluña en España.
Eso en si mismo es un delito, pero como la justicia en España forma parte del tinglado politico no sucederá nada.
Y mientras VOX, era era la esperanza de los españoles sensatos, va y se suicida apoyando sin fisuras al cretino que atiende por Feijoo

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