25/11/2024 22:12
Getting your Trinity Audio player ready...

El federalismo, se vierte en el Catalanismo, siguiendo un cauce, generalmente tenido por único en razón de su importancia: el Particularismo de Almirall.

El tradicionalismo, de modo diferente, penetra en Cataluña, partiendo de diversas fuentes, a través de cauces muy varios. Fenómeno, en consecuencia, más complejo y difícil de percibir.

Su raíz, histórica y política, es vieja y honda. Tenaz y dilatadamente, con las ideas y con las armas, venía luchando contra el uniformismo y la centralización liberales.

La lógica e inevitable coincidencia de Tradicionalismo y Catalanismo, en los primeros tiempos del segundo, parecería total a una mirada simple, según Pabón.

De los cauces principales del catalanismo, uno es el Carlismo. En las familias Carlistas, acabada la contienda civil, los hijos continúan, a veces, rigurosamente fieles a las ideas y disciplina de sus padres; otras veces y frecuentemente, en la crisis política general y en la particular catalana, determinadas ideas y diversos acontecimientos, les hacen desplazarse hacía el catalanismo creciente. Llevan consigo, como ocurre con el nacionalismo vasco parte de la ideología heredada.

Tres figuras nos muestra Pabón como ejemplo que simboliza, por la edad y la significación, el desarrollo del Catalanismo: un jurista, un político y un intelectual; Verdaguer i Callís, nacido en un hogar carlista, que se suma a un Catalanismo confesionalmente católico, políticamente inoperante y tradicionalista en su base. Pasante de su bufete es Cambó, que también pertenece a una familia carlista y cuyo Canovismo paterno le aparta del carlismo encuadrándose en el Catalanismo político pero persistiendo en él las ideas básicas del Tradicionalismo, en sus afirmaciones y en sus negaciones.

Juan Estelrich nace y crece en un ambiente tradicionalista y tradicionalistas son sus escritos en «Cruz y Espada», revista que publica en Menorca. Fundamental- mente intelectual, ocupa un tercer escalón en el Catalanismo. No obstante, las vetas tradicionalistas aparecen inconfundibles y llenan páginas enteras de sus libros.

Una primera corriente del regionalismo tradicionalista es ésta. Nace del Carlismo y se aparta en el doble abandono de la disciplina y de la ortodoxia que las viejas familias carlistas mantuvieron en Cataluña.

La segunda corriente es más difícil de registrar. Conforme al patrón europeo, alberga dos grandes partidos, liberal y liberal-conservador. Y en «lo conservador», dice Pabón, hay algo que doctrinal e históricamente, pertenece al Tradicionalismo.

Esa moderación, en Cataluña, supone una resistencia al liberalismo abstracto y central, en lo religioso, en lo político, en lo jurídico y en lo económico. Hallará su base en un regionalismo, moderado también.

En los orígenes del Catalanismo, la persona que simboliza esta corriente es Juan Mañé y Flaquer, tarraconense, perteneciente a una familia liberal que heredó una invariable prevención respecto al carlismo. Este regionalismo, que Mañé denomina también «provincialismo», se apoya en bases tradicionalistas. Mañé escribe a Mosén Jaime Collel: «Nosotros, usted y yo, fundamos el provincialismo en el espíritu conservador; que es la defensa, es la resistencia que la organización cristiana político social de la Edad Media opone a la conquista revolucionaria, a la corriente panteísta, que soltó contra la sociedad europea el renacimiento pagano».

 Sin reparo alguno se puede calificar de tradicionalista a la corriente formada por las ideas y las personas que defienden las instituciones civiles catalanas contra los sucesivos intentos de unificación jurídica.

La pugna es vieja. Y ni más ni menos que la sostenida por los proteccionistas de Barcelona contra los librecambistas de Madrid, hubo de contribuir a la formación de una conciencia pública catalana.

 Lo más característico e importante de este movimiento está protagonizado, como en el caso vasco, por la Iglesia, en el llamado «filó vigatá», el filón vicense, correspondiente a una Diócesis, obispos, sacerdotes, «escolania», seminario, y se beneficia, lógicamente, de la autoridad y de la continuidad de esta Institución eclesiástica: Balmes, cura de Vich; Verdaguer, cura de Vich; Collell, cura de Vich. Filosofía, literatura y política que, en la vieja Diócesis, contribuyen florecientes a la Renaixenca catalana.

Autor

REDACCIÓN