21/11/2024 11:33

Tanto el socialismo del siglo XXI, defendido en los últimos tiempos por el PSOE, como el comunismo, preconizado por Sumar y Podemos, son ideologías políticas cuyos planteamientos muestran evidentes connotaciones marxistas. Por ello no resulta extraño su férrea defensa del colectivismo, entendido éste, siguiendo la definición dada por el Premio Nobel de Economía Friedrich A. Hayek en su obra “Camino de servidumbre”, como “la organización deliberada de los esfuerzos de la sociedad en pro de un objetivo social determinado”. Con este planteamiento de base, allí donde el socialcomunismo ha triunfado inmediatamente ha procedido a dinamitar los pilares sobre los que se asientan las democracias liberales. Entre estos pilares destaca la libertad individual, es decir, la posibilidad que toda persona tiene de elegir su propio proyecto vital, siempre y cuando se desarrolle dentro del marco legal establecido a partir del “contrato social” suscrito por el conjunto de la ciudadanía. Sin embargo, tras el fracaso de la “dictadura del proletariado” como vía de progreso, bienestar y prosperidad, la nueva izquierda, surgida en el Foro de Sao Paulo, subordinando nuevamente la libertad individual a un supuesto interés colectivo, volvió a situar a los poderes públicos como principal agente rector de la actividad económica, limitando así la iniciativa privada y, en consecuencia, el libre mercado. Obviamente, la “economía planificada”, inherente a los planteamientos totalitarios característicos del socialcomunismo, no ha dejado de traer consigo otra cosa que la disminución del crecimiento económico y el aumento del desempleo, convirtiéndose así en una máquina de producción de pobres.

Si bien el “sanchismo” carece de fundamentos ideológicos más allá de las ansías obsesivas de poder, lo cierto es que su puesta en escena coincide plenamente con la seguida por las distintas formaciones políticas de ideología socialcomunista que actualmente asolan América Latina, razón por la cual no debe sorprender a nadie el hecho de que España esté al borde del colapso económico. Así, después de 5 años de desgobierno de Pedro Sánchez resulta que, según un informe elaborado por la “Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social”, España se encuentra entre los países de la Unión Europea con mayor número de personas pobres y en riesgo de exclusión social, debiéndose añadir a ello que, según datos del “Instituto Juan de Mariana”, España es el país de la Unión Europea que presenta peores indicadores económicos en el periodo 2019-2023.

Evidentemente, con esta pesada mochila a sus espaldas y con las colas del hambre cada vez más largas, P. Sánchez se ha visto obligado a desarrollar un discurso político dirigido fundamentalmente a aquellos que todavía se aferran a los dogmas socialcomunistas por fanatismo, ignorancia o intereses espurios. El objetivo de ello es construir un relato capaz de instaurar en el seno de la sociedad la llamada “posverdad”, definida por la RAE como “la distorsión deliberada de la realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales”.

Para imponer la hegemonía de un pensamiento único en el seno de la opinión pública esencialmente construido a partir de un relato tan falsario como maniqueo el psicópata monclovita ha recurrido a múltiples estrategias (unas propagandísticas, otras coercitivas y otras directamente punitivas) estando todas ellas dirigidas, como es su costumbre, a confundir y engañar a la población. Como consecuencia de esta permanente obsesión por parte de la izquierda de imponer a la ciudadanía su propio y distorsionado discurso, se ha instalado en la sociedad española la cultura de la cancelación y el aislamiento social de toda voz disidente, provocando esta forma de proceder una falta de libertad de expresión propia de regímenes de carácter totalitario, consolidándose así una visión monolítica y unidimensional de la realidad en amplias capas de la sociedad.

La primera y más reiterativa de las estrategias seguidas por el sanchismo ha sido la de lanzar al aire mensajes populistas que apelan no a la razón sino a los sentimientos. La permanente recurrencia a este tipo de estrategias se debe a que, como ha señalado Agustín Laje en su libro ”La batalla cultural”, ”La estabilidad del poder depende de su aceptación, y su aceptación se construye con palabras, no con armas”. Así, ejemplificando esta forma proceder, dos son los principales lemas utilizados hasta la saciedad por la izquierda. El primero de ellos consiste en descalificar a la oposición tildando tanto al PP como a Vox de partidos de extrema derecha, sin aducir para justificar tal descalificación ningún argumento medianamente consistente, ya que ambas formaciones políticas defienden sin dejar lugar a la duda tanto la democracia parlamentaria como el Estado de Derecho, lo cual las sitúa de lleno dentro del marco constitucional vigente. Asimismo, es frecuente escuchar que lo que la izquierda pretende es la redistribución de la riqueza, cuando lo que en realidad hacen, además de disfrutar de las prebendas que el poder conlleva, es expoliar mediante una fiscalidad confiscatoria a las clases medias, a las pymes y a los autónomos, sin que, a la luz de los datos, ello se traduzca en una mejora de la calidad de vida de los más desfavorecidos, sino más bien en el progresivo crecimiento de partidas presupuestarias destinadas al mantenimiento y expansión de una extensa red clientelar de voto y discurso cautivo.

Otra de las estrategias seguidas por el sanchismo es el desarrollo de elaboradas campañas de ingeniería social basadas en la llamada Ventana de Overton, es decir, en hacer aceptable lo inaceptable, con la intención de generar una nueva escala de valores que condicione una nueva forma de entender el mundo, para de esta forma adaptar a sus planteamientos la estructura social y las pautas de actuación individual y grupal. Así, recurriendo nuevamente a un ejemplo clarificador, hemos podido observar cómo la izquierda -mediante la utilización del lenguaje inclusivo, que no es otra cosa que una forma de perversión del lenguaje, y a través de la promulgación de leyes basadas en la negación de la existencia del sexo biológico- ha conseguido banalizar un trastorno psicológico como es la transexualidad con una enorme repercusión vital, debido fundamentalmente a las alteraciones psicofísicas que en términos generales el proceso de transición sexual conlleva. Pero más allá de la problemática individual de la transexualidad, lo que subyace en los planteamientos LGTBI defendidos por la izquierda es un ataque frontal a la familia tradicional como agente rector de la formación moral de su descendencia. Ello es debido a que son los niños de hoy los que han de construir el mañana, de tal forma que de persistir el núcleo familiar la izquierda se quedaría sin la posibilidad de gestionar en exclusiva el proceso de socialización infantil, perdiendo así un instrumento fundamental a la hora de estructurar la sociedad conforme a sus propios postulados ideológicos.

Obviamente, el control de los medios de comunicación de masas es otra de las estrategias seguidas por el sanchismo para imponer su discurso a la población. Así el Gobierno de P. Sánchez ha conseguido tener bajo su mando a los más importantes medios de comunicación del país mediante la inyección de dinero procedente de subvenciones directas y publicidad institucional, de tal forma que todo su quehacer informativo va orientado a falsificar la realidad con la intención de generar un estado de opinión favorable a los intereses del Gobierno socialcomunista, a pesar de su permanente fracaso en materia socioeconómica y de los continuos desmanes cometidos tanto por el propio presidente como por su gabinete ministerial y su entorno familiar. Así, remitiéndonos a un caso de rabiosa actualidad, resulta que el titular del Juzgado de Instrucción Número 41 de Madrid, Juan Carlos Peinado, acaba de dictar una auto sólidamente fundamentado en el que se cita a declarar como investigada a la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, por la comisión de sendos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Ante tan bochornosa situación parecería razonable que P. Sánchez saliera a dar explicaciones a la ciudadanía para, acto seguido, presentar su dimisión con carácter irrevocable como presidente del Gobierno. Sin embargo, como la dignidad hace mucho tiempo que la perdió, si es que alguna vez la tuvo, P. Sánchez, después de su amorosa y reflexiva primera carta a los ciudadanos, nos vuelve a castigar con el envío de una segunda misiva, en la que sin ningún tipo de ambages arremete contra el juez Peinado, contra Núñez Feijóo y contra Santiago Abascal por ponerse de acuerdo para impulsar un zafio montaje contra su esposa con la exclusiva intención de descabalgarle del poder. Obviamente, a nadie con un mínimo de inteligencia e información se le puede escapar que las pruebas contra B. Gómez recogidas en el auto de imputación están suficientemente acreditadas, razón por la cual no parece procedente dudar de su verosimilitud y, en consecuencia, tampoco de la honestidad del juez instructor de la causa. Por otra parte, implicar en la decisión judicial a los líderes de los dos principales partidos políticos de la derecha española demuestra de forma fehaciente que el psicópata monclovita está definitivamente instalado en un discurso amoral y totalitario. Pues bien, como cabía esperar la legión de periodistas que trabajan en los medios de comunicación afines al régimen sanchista, demostrando que su respeto al código deontológico propio de su profesión yace sepultado bajo un puñado de euros, no han hecho otra cosa que jalear como posesos lo expuesto en la “Segunda Epístola de P. Sánchez a los Ciudadanos”, traicionando así tanto al periodismo como a los lectores de sus deplorables diatribas contra la Justicia y el Estado de Derecho, todo lo cual viene a demostrar que efectivamente el dinero compra voluntades a costa de la honestidad.

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Así como empezamos este artículo con una cita de F. A. Hayek no me resisto a terminarlo con otra oportuna reflexión del economista austriaco en la que señala que “Solo si conocemos a tiempo el peligro podemos tener la esperanza de conjurarlo”. Pues bien, el peligro es P. Sánchez y la esperanza es la lucha ciudadana contra la barbarie sanchista.

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Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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Surreal

¿Golpe de estado sanchista o sionistamasónico?

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