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Como bufón inmoral de una democracia degenerada actúa y se representa el actual vicepresidente del gobierno. Con la suficiencia vana de un engreído profesor se sube a la tribuna de los diputados a no decir nada, o mejor, nada cierto. Como en el más puro teatro del absurdo, ni siquiera se inmuta cuando le dicen a la cara lo que es: nieto de chekista e hijo de terrorista. Ambos le deben la vida a la magnanimidad de Franco, la que ellos no tuvieron con sus victimas. De ahí su odio y su impotencia. El resentimiento, sostiene Marañón en su libro sobre Tiberio, es la enfermedad del alma, el peor mal del ser humano, el más destructivo.
“La corrupción del hombre conduce a la del lenguaje “sostiene R. W. Emerson en su famoso ensayo “Confianza en uno mismo”. Por ello pecó, Iván Espinosa, de impericia política o exceso de amor propio, al ausentarse de La Comisión creada para destruirlo todo y cobrar nuevas dietas; pues nada de lo que le pueda decir un comunista debe importarle. La mentira es, por definición, “un arma revolucionaria”, desde Lenin. Al irse, frustró la replica adecuada, contundente y merecida. Resulta estimulante, en un mundo donde la individualidad está apagada por lo políticamente correcto y el miedo al cambio, el que alguien desprecie la mediocridad impuesta y la honestidad adquiera forma de felicidad -Cayetana e Iván-.
El pensamiento desordenado de Pablo Iglesias, le lleva a presumir de lo que carece: rigor intelectual y conocimiento de lo que hace. Su origen panfletario y su interpretación marxista de la historia, avala el fracaso en si mismo, en su análisis, en las soluciones vagas y generalistas que propone. ¿Qué sociedad hemos creado, capaz de votar a estos, inútiles desde hace un siglo, hasta otorgarles el poder?; ¿qué falsa democracia auspiciamos tan dispuesta a confundir la libertad de elegir, con la de imponer un falso relato, un acuerdo contraproducente o unas recetas fracasadas en el pasado? ¿En que valores hemos educado a nuestros hijos?; ¿que ejemplaridad de conducta les hemos ofrecido?; ¿qué futuro les aventuramos? Resulta descorazonador mirar a nuestro alrededor y no ver más que demagógica locura.
Pablo, pretende incidir en las conciencias y llena de demagogia sus conclusiones “los ricos van a querer pagar más impuestos por patriotismo, dado que tienen la suerte de tener más”. Asociar la suerte a la riqueza, despreciando el esfuerzo, el talento, la dedicación y la oportunidad, es propio de quien desconoce el valor de las cosas, y el añadido, desde generaciones. Y abunda en la petulancia de identificar a la patria con el dinero o con los que él llama ricos; a los que trata como a imbéciles dispuestos a dejarse desplumar por el social comunismo, siempre expoliadores de lo ajeno. “Nada vale el fruto, cogido sin sazón, ni, aunque te elogie un bruto, ha de tener razón” decía un poeta, y eso que no llegó a conocerte. Ellos gastan, nosotros pagamos, mientras el gasto publico de “la casta”, ahora controlado por Iglesias, no se toca o se incrementa.
Sí buscaba un amo el 15 M, lo encontró en el hoy vicepresidente del gobierno y en la diarrea mental del comunismo, con todos los clichés aprendidos en su periplo de algarada y universidad, que no de estudio y formación. Con ese bagaje, cultural y humano, de su ideólogo Lenin, de su referente Castro y de su mentor Chávez, aspira a serlo. Le favorece la coyuntura de una sociedad degradada por la enseñanza; sin jerarquía, autoridad, ni orden, cuya capacidad de discernimiento se refleja en las personas que nos gobiernen. Fuera de los turiferarios de la prebenda cada vez tendrá menos apoyos, y la gestión de la cosa pública evidenciará la nulidad del personaje y su demagogia utópica.
Si amenaza de golpista a Vox, es porque no ha leído las “Técnicas de golpe de estado” de Curzio Malaparte, cuya acertada profecía de que Hitler se haría con el poder, gracias a un compromiso parlamentario, lo que ocurrió en 1933, y también de que exterminaría a los más radicales de su partido de forma despiadada, lo que ocurriría en la “noche de los cuchillos largos” de 1934. Lo que aún sigue en píe es la última apuesta, ya acertada en Venezuela, “sólo un marxista puede llevar a cabo con éxito un golpe de Estado hoy en día”, la única forma de estrangular la libertad. Pero si defendemos, con renovado espíritu, la transformación de lo caduco, limpiando los falsos y fracasados dogmas, las formas de pensar arcaicas; sí damos voz a los conceptos que representen la exactitud de un mundo en constante transformación, Pablo Iglesias, habrá fracasado.
La debilidad, de Pablo Iglesias, radica en el pensamiento y estrategia previsible por comunista –técnica revolucionaria y táctica insurreccional-; ideología de masas –factor emocional-; terreno abonado –epidemia– y enfrentamiento social –separatismo, feminismo y memoria histórica-, configuran el coctel perfecto para poner en practica su teoría, si la sociedad no percibe el peligro y no reacciona.
Los ciclos, en la historia, no se repiten nunca de manera mimética. Goethe tenía razón al decir que “los hechos históricos son a veces homólogos, pero nunca análogos”. Hoy, la persecución a la libertad de conciencia e histórica, de enseñanza y prensa, de cultura y dignidad personal, tiene muy mala aceptación. Que te mientan y pretendan manipular tu forma de ser y de pensar, produce rechazo. Y mirar con rencor al pasado, cuando el presente no lo mejora y el futuro nos amenaza, no suma e invita a rebelarse.
El pensamiento infantil y desordenado, propio de un asambleísta de facultad, sigue anclado en el subconsciente de Pablo Iglesias, confundiéndolo todo, excepto su afán por dirigir la manada, creyéndose el más capacitado. Advertía Jacques Lacan al definir los actuales procesos revolucionarios: “la aspiración revolucionaria no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. Ustedes como revolucionarios, aspiran a un amo. Lo tendrán”. Así, él animal humano termina, al fin, de ser animal. Pues lo que no resulta propio de la naturaleza humana es admitir la libertad de una prisión. Por consiguiente, Pablo Iglesias, en vez de perturbar en el Congreso, habría que mandarlo a reeducarse en un reformatorio, como hacían sus homólogos Mao, Pol Pot y Hô Chi Minh, en China, Camboya y Vietnam.
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