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Poner en manos del Ejercito la organización de toda la logística relacionada con la pandemia del coronavirus sin duda pondría los pelos de punta a la ultraizquierda, que odia todo lo militar, salvo que lleve encima una gorra con estrella roja, y a los separatistas, que odian también a nuestros militares porque representan a España y la lealtad para con la patria.
Pero desde un punto de vista técnico, sin duda la propuesta de VOX de implicar a las Fuerzas Armadas en la logística, recursos humanos y comunicación de la red sanitaria y de residencias de ancianos, además de todas las actividades esenciales del Estado y de la industria que lo requieran, es una magnífica idea.
La Segunda Guerra Mundial demostró que para vencer en las guerras modernas no basta con contar con valientes combatientes y aguerridos oficiales, ni siquiera con brillantes tácticas, la capacidad de producción y la capacidad de proporcionar a las fuerzas desplegadas en los diferentes teatros de operaciones del material y apoyo que precisaban en el momento oportuno, marcaron la diferencia entre la victoria y la derrota.
La logística militar se ha mostrado una y otra vez imprescindible en nuestros tiempos. Gracias a ella se ha podido atender a la población víctima de los conflictos, desde la exYugoslavia hasta Irak. En las catástrofes humanitarias provocadas por terremotos, tsunamis, volcanes inundaciones sería impensable lograr los adecuados niveles de asistencia sin ella. Y en España estamos comprobando que la intervención de nuestro Ejército en labores de desinfección, vigilancia o instalación de hospitales de campaña, garantiza un nivel eficaz de respuesta.
Entonces, ¿por qué no confiar en estos expertos para centralizar la organización de la lucha contra el COVID19 en esta situación de emergencia, cuando la administración civil es un auténtico caos, atrapada entre la inoperancia del gobierno central y el barullo de las autonomías?
Los graves errores que han situado a España como el punto más negro del mundo civilizado en muertes por coranavirus son:
Falta de alerta temprana.
Como en la mayoría de los países occidentales, en España se minimizó inicialmente la trascendencia que podría tener el COVID19, en la creencia de que apenas tendría efectos fuera de las fronteras chinas. En esta materia, la logística militar de alto nivel, aunque sea en tiempos de paz, elabora protocolos para dar respuesta a los diversos escenarios o hipótesis que en un futuro podrían suponer una amenaza para nuestra seguridad. Sin duda nuestros expertos militares habrían sabido elaborar una planificación de las diversas medidas a adoptar según el nivel de peligrosidad que el virus podría suponer. Por supuesto, el gobierno de Pedro Sánchez no hizo nada de eso, y por tanto carecía de respuesta para una situación en la que el virus se convertía en pandemia.
Falta de previsión.
Pasada la primera fase, pese a las alertas de la OMS y el ejemplo de lo que sucedía en Italia, nuestro gobierno antepuso sus intereses políticos a la salud de las personas y tampoco hizo nada para prevenir o paliar la catástrofe que se cernía sobre la población. La logística militar enseña a determinar las necesidades para que una determinada operación pueda llevarse a efecto con éxito. Si no se identifica claramente qué material, bien o servicio requiere determinada acción, la acción no puede ser llevada a cabo, por carecer de los medios que satisfacen esta exigencia o fracasará en sus objetivos. De nuevo la logística militar habría prestado herramientas para sacar el máximo potencial al Estado y lograr mejores resultados a la hora de hacer acopio de material, programar compras o planificar su producción.
Falta de organización
Desatada la pandemia, el caos sanitario provocado por la falta de material, mascarillas, geles, test de diagnóstico o respiradores, se ha prolongado durante dos semanas, sin que el gobierno haya sido capaz de organizar con una mínima eficacia su suministro. Tampoco existe una estrategia clara de cómo contener la plaga. De nuevo, en esta fase del ciclo logístico, la gestión militar habría sido infinitamente más eficaz que la del gobierno para organizar las fuerzas productivas nacionales, una acertada distribución de los recursos y la capacidad de compra del Estado. Al acopio de los materiales, le sigue su transporte y su entrega en los puntos más necesarios. De nuevo no nos cabe la menor duda de que la gestión militar habría sido mucho más efectiva que la del gobierno y autonomías.
En definitiva, la aplicación de los principios de la logística militar a esta crisis habría permitido una correcta articulación de los recursos disponibles, para lograr, a través de una eficaz gestión, sin interferencias de cálculos de rentabilidad política, minimizar los efectos del coronavirus. España debería tener el mismo grado de repercusión negativa que otros países de su entorno y no estar junto a Italia a la cabeza de los efectos negativos de la pandemia. El gobierno de España ha demostrado que no está a la altura de las circunstancias y confiar en manos de nuestro Ejército toda la logística relacionada con la pandemia es una garantía de que se salvarían vidas.
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