Nací en este país que se llama España y tuve como patria chica primero a Murcia, luego a Valencia y ahora a Madrid. También me siento unido a Francia, donde hice mi post-graduación, a Inglaterra que me introdujo en una nueva y estimulante visión del mundo. Y mucho a Brasil pues mi esposa es de allí y mis hijos son hispanobrasileños. También a Rumanía donde trabajé otros dos años. ¿De dónde soy entonces? Mi Patria es España, pero me siento Ciudadano del Mundo y mi Gran Patria es la Humanidad. Todos esos enfoques son perfectamente compatibles porque las raíces inmediatas de todas las personas se hallan en la familia en que nacimos, o en la que fuimos adoptados, y en la tierra donde ha trascurrido o transcurre nuestra vida. Ser ultranacionalista, con todo respeto a quien así se considere, reduce los horizontes del ser humano y limita el potencial de nuestra esencia.
Ahora bien, dicho esto, reitero que no voy a dejar que rompan mi Patria. La Constitución que aprobamos en 1978 dice muy claro que se fundamenta “en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles” Yo no voy a renunciar a ello.
La triste realidad es que al amparo de esa Constitución la política española ha tomado, desde hace mucho tiempo, unos derroteros que toleraron, y toleran, que se ultraje a la bandera común de todos, mientras que se exalta y multiplica la presencia de banderas de regiones y nacionalidades. Recuerda así a la fugaz República de 1873 y al disparatado cantonalismo que la precedió y la acompañó, aunque en esta etapa se ha dado felizmente sin sangre, salvo en el caso del País Vasco donde “unos han movido el árbol y otros recogen las nueces” en las desdichadas palabras de Arzallus.
A título de ejemplo, la desaparición en las fiestas de muchos pueblos de Andalucía de la banderita roja y gualda, sustituida por la blanca y verde autonómica, aunque parece que ahora está volviéndose a incorporar la tradicional banderita española.
Otro, las recientes declaraciones de Imano Pradales, candidato del PNV a lendakari, manifestándose a favor de la independencia del País Vasco a la vez que recuerda sus ocho apellidos castellanos, sí ha leído bien, ocho apellidos castellanos no vascos, son una demostración explícita de hasta donde se ha llegado al tolerar políticas antiespañolas.
El buenismo, la poca visión de Estado y la falta de un claro espíritu de reconciliación entre izquierda y derecha han sido las causas principales de que estemos en la grave situación de riesgo de ruptura actual. La pérdida del sentido nacional se ha visto impulsada por la tolerancia de los ultrajes a los signos nacionales y el incumplimiento de la ley de Banderas, las embajadas independentistas que se extienden por el mundo, una enseñanza que margina la lengua común española, unos contenidos históricos que crean 17 historias locales y que hablan muy poco de la Historia de España, unas transferencias excesivas de competencias del Estado en detrimento de un enfoque nacional de las FCSE, de la unidad de mercado y de la imprescindible solidaridad que debe existir entre los pueblos y los territorios de España, etc.
La Constitución reconoce a Imanol Pradales el derecho de libertad de expresión y opinión y por tanto de propugnar la independencia del País Vasco, pero también nos reconoce a los demás el derecho a exigir que se mantenga la unidad de España, que aparece en el artículo 2 de la Constitución.
Por ello hay que exigir que se utilicen todos los instrumentos constitucionales como son el 155, que puso en marcha Rajoy pero que no tuvo la firmeza necesaria para aplicarlo, o el 150.3 que establece que “El Estado podrá dictar leyes que establezcan los principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas, aun en el caso de materias atribuidas a la competencia de éstas, cuando así lo exija el interés general”
Si queremos que no se rompa España debemos exigir a los partidos políticos, a los que vayamos a votar, que sean claros y rotundos respecto a las medidas que están dispuestos a utilizar en defensa de la unidad nacional. A estas alturas ya no valen medias tintas ni buenismos. Hay que enfrentarse con firmeza a Pradales y a Puigdemont. Digamos con rotundidad YO NO VOY A DEJAR QUE ROMPAN MI PATRIA. ¡Viva España!
Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado
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- Administrador Civil del Estado.
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JOJOJO…No os mereceis otra cosa jodidos cobardes! Si tanto quereis a vuestra Españita, moveos de vuestros zulos donde asentais vuestras adiposas y peludas nalgas y salid a poner orden y a recuperarla !! Acaso no jurasteis bandera y jurasteis defenderla con vuestra vida si alguien intentara ultrajarla y destruirla? Que clase de nenazas meonas asustadizas no cumplen con su juramento? Donde están esos aguerridos patriotas que cumplen con su palabra? Millones de patriotas supeditados y sometidos por el capricho de unos mentecatos cipayos cumple agendas? Apañoles!! lo que érais y en lo que os han convertido los chamulleros de las logias!!
Todo el artículo se basa en la constitución.pero el autor no se da cuenta que este es el problema. En esta constitución liberal y masónica cabe todo. La unidad y la independencia, la libertad de expresión para unos y la censura para otros…. Porque este panfleto todo es relativo por muy «fundamental que se diga una de sus partes. Está hecha no para el entendimiento y la concordia sino para que su veneno fuese contagiando a todos hasta matarnos.
Y otra cosa. Es eso de «La Constitución que aprobamos en 1978». Pues no. Es una gran mentira. Empezando porque la mayoría de los actuales españoles no existían en ese momento. Ni siquiera los que nacimos en la década de 1960 votamos este panfleto. Además este panfleto obtuvo menos respaldo popular que la constitución de 1967 más conocida por ley orgánica del estado. A favor más de 18 millones de votos, más del 95% de los votantes, que fueron más del 88% del censo. Un poco más de 21 millones.
Prostitución del 78. Participación solo un poco más del 66% del censo. Un poco más 17 millones con un censo de un poco más de 26 millones. 15 millones 700 mil votos a favor, un 91% . Votos en contra 1 millón 400 mil, más del 8%
Pues la diferencia es clara. Ya estoy muy cansado de todas esas falacias prostitucionales empezando por eso de «nuestra constitución» «la que votamos todos». Aquí está una de las grandes falacias de este maléfico régimen
Y una última cosa: la maldad de este régimen data de la aprobación de la ley para a reforma política fue una burda escusa para pergeñar unas ilegales cortes constituyentes.
Don Enrique, ¡haga el favor!
Dudo que a más del 5% de los residentes en este albañal corrupto les importen esas cosas…
¡Que estamos en zombilandia, joder!