14/05/2024 04:41
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Es lo que tiene la interpretación de las palabras a partir del denominado «lenguaje inclusivo» [o pegarle patadas a la gramática] cuando pierdes el tiempo escuchando a personajes como Yolanda Díaz. Es lo que te lleva a tomar el ordenador y pergeñar un artículo sobre lo que pudieran ser un afloramiento del subconsciente.

Anda la lideresa de SUMAR, que se presenta como gran novedad cívica, vestida eso sí con estudiada moda -se confiesa fan de la moda de toda la vida-, discurseando por las televisiones -vivimos la primera campaña televisiva-, con su habitual tendencia a dedicar minutos y minutos a no decir más que palabras que suenen bien al más puro estilo Heidi. Palabras que maneja para vestir o disfrazar su muñeco y aparentar lo que no es.

Yolanda Díaz ante los medios es todo lo contrario a quien se presenta de forma natural, todo está ensayado, desde el gesto a la postura hasta el estilismo, todas las contestaciones preparadas: «y si me preguntan yo digo lo que me han dicho que diga». Tampoco es tan difícil hacerlo porque todo el mundo es capaz de hacer una lista, no muy larga, de todo aquello por lo que le van a preguntar.

Yolanda Díaz es un producto parido por Pablo Iglesias y transformado por producciones Moncloa que aparentemente intenta independizarse de sus creadores (en uno de los casos más se parece a la idea de matar al padre).

Copia descaradamente las fórmulas léxicas y tácticas de Iglesias en sus inicios y del Sánchez que la ha promocionado hasta el infinito y más allá del infinito. Del primero su viejo discurso contra los partidos (la chica del PCE quiere presentarse como alguien recién venido de los espacios siderales externos a los partidos y se inventa que lo suyo es fruto de un inexistente movimiento ciudadano); del segundo, el ego. Yolanda Díaz se pasa la entrevistas hablando de «yo» -o de «ye» que en su jerga será más apropiado-. Según su discurso, gracias a oponerse a todo el mundo, a Sánchez, a Iglesias, a los ministros socialistas, a la vicepresidenta económica… España se ha salvado. Ella y no Sánchez es la responsable de inventar los ERTE (cuando le recuerdan que ya existían responde pizpireta que no como los suyos), de subir el salario mínimo, de conseguir la cifra más baja de paro juvenil de la democracia o de la historia -siempre exagera-, aunque sigamos con tasas del 27 o el 29%… Ella es la abanderada del diálogo con todos, con los contrarios. No con el malvado Abascal, por supuesto que está excluido. Quizás porque en su subconsciente se haya producido el feminista cambio de los roles tradicionales en un cuento con una bruja y un príncipe -también es posible que en sueño se vea como la pitufina perseguida por Abascal-Gargamel-.

De ambos, de Iglesias y de Sánchez, ha aprendido a depurar sin pestañear al más puro estilo del comunismo leninista aparentando que hasta su desodorante expira aromas democráticos. Vio como a Iglesias no le tembló el pulso. Esta viendo como Pedro Sánchez, además de sembrar cadáveres, esta asegurando la lealtad del grupo parlamentario si pasa a la oposición y no encuentra acomodo europeo mientras Page, el único superviviente, anda intentando rearmar una oposición interna antes de ser borrado del mapa. Y de tanto ver pasó al copiar.

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Yolanda Díaz ha cumplido con los deseos de Sánchez, ha exterminado a Unidas Podemos. Lo ha hecho aparentando que no ha habido purga incluyendo a la muy inocente Ione Belarra; lo ha hecho, además, con notoria saña al exterminar de forma definitiva las posibles aspiraciones de supervivencia política de Irene Montero. Y, eso sí, sigue negando, con esa voz ensayada, que esto haya pasado.

Fiel a los modos de Sánchez cree que los votos se ganan comprándolos con el erario público y se fidelizan con la subvención.

Pero lo más sorprendente, conociendo su debilidad por el «todas», por el «unidas», por conjugar en femenino en el ardiente y belicoso «lenguaje inclusivo» imperante, es que Yolanda Díaz abusa de una muletilla recurrente: «yo soy franca», «quiero ser franca», «yo siempre soy franca». Tanta franca, franca, franca que al final parece que en su subconsciente aflora el recuerdo del «¡Franco, Franco, Franco!». Lo que me lleva a plantearme si es que Yolanda Díaz, ya que es gallega, no sueña en ser como Franco en versión feminista; responder a la gallega sí que sabe hacerlo.

PD: De todo lo dicho por Yolanda destacar lo «franca» que ha sido al reconocer que su objetivo es ser tercera para evitar que lo sea VOX, porque eso decidirá un número no despreciable de escaños. Esa era la misión que le había encomendado Pedro Sánchez para ser Vicepresidenta y él tener una oportunidad de continuar en la Moncloa. Camino en el que ambos se han encontrado la inestimable ayuda de Núñez Feijóo.

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Francisco Torres
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