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No son hombres…son monstruos. Bestias en su peor versión que en la mayoría de las ocasiones conviven con sus propias víctimas, con sus propios hijos, instaurando en sus hogares, el lugar que debería ser un remanso de paz y protección, su auténtico reino de terror y dolor.

En los meses transcurridos de este fatídico año 2020 ya superan la veintena el número de mujeres asesinadas victimas de la violencia machista. Pero el horror va mucho más allá de la tragedia sufrida por la mujer maltratada, desplegando sus garras sobre todo su entorno social, sobre sus hijos, sobre sus padres y hermanos… en definitiva sobre todo su mundo.

En ocasiones ni siquiera es la propia mujer maltratada la víctima directa de estas alimañas, quienes se ceban sobre los propios hijos o familiares de su objetivo, tal y como hiciera en su momento José Breton, asesinando a sus dos hijos menores de 2 y 6 años con la única finalidad de vengarse de su exmujer por no aceptar la ruptura matrimonial; o el reciente caso del crimen de Aranjuez, sucedido apenas hace poco más de un año, cuando Juan Mendoza “Juanin” presuntamente asesinó a dos de las hermanas de su mujer, dejando mal herida a su madre, en venganza por el supuesto abandono de esta.

Hasta el pasado día 29 de junio Ana María llevaba una vida completamente normal. Apenas había cumplido los 35 años. Hasta que comenzó el confinamiento, trabajaba en una tienda de una conocida marca de ropa en la localidad de Sant Feliu de Guíxols, Gerona. Casada desde hacia siete años y madre de dos niñas de 5 y 2 años, el tiempo que le dejaba libre su trabajo se lo dedicaba a su familia. Era una mujer atractiva que se preocupaba por su imagen. Estaba ilusionada con una operación de estética para la que ya había conseguido cita y financiación en una clínica privada de Madrid, pues quería paliar los efectos que creía la maternidad habían dejado en su figura.

Toda su vida, todas sus ilusiones, se vivieron arrasadas el pasado lunes 29 de junio, día en que su presunto agresor, El Hacen Kbiba, marroquí de 45 años y con antecedentes penales por robo con violencia e intimidación, vertía una botella conteniendo sosa cáustica sobre la cabeza de Ana María, alcanzando el abrasivo producto a su hija de cinco años, que se encontraba junto a ella en el portal de su vivienda.

¿Qué pecado había cometido Ana María que la hiciera merecedora de tan severo castigo que bien pudiera haberle costado su vida y la de su hija? Como resulta obvio no hubo pecado alguno, ni pudiera haberlo, merecedor de tal atrocidad…simplemente había decidido finalizar la incipiente y efímera relación sentimental que meses atrás había comenzado con su presunto agresor durante el tiempo en que sufrió una crisis matrimonial con su marido, que cerca estuvo de concluir con el divorcio de la pareja, si bien el matrimonio consiguió salvar sus diferencias y darse una oportunidad por ellos mismos y sus dos hijas menores… lo que no le perdonaría su presunto agresor.

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Tras meses de denuncias cruzadas entre la víctima y el presunto agresor, incluso entre este último y el marido de Ana Maria, quien se vio obligado a tomar partido ante el acoso que venia sufriendo su mujer por parte de El Hacen, se cumplieron sus supuestas amenazas… de nada sirvieron las denuncias ni la orden de protección que en su día solicitara Ana Maria respecto de su presunto agresor y que le fue denegada en ese momento por entender el Juzgado que no se cumplían los requisitos exigidos para ello, principalmente una situación objetiva de riesgo.

Sobre las doce del medio día del pasado 29 de junio, El Hacen Kbiba llegó hasta la casa de Ana Maria, quien en ese momento se encontraba en compañía de sus hijas y de Latifa, quien hacia las veces se niñera ocasional, y que también resultó con quemaduras en un pie consecuencia de la sosa caustica que vertió sobre las mujeres el presunto agresor cuando está bajo al portal e intento separarle de la victima, alertada por los gritos de madre e hija.

No era la primera vez que el presunto agresor acudía ese día hasta el domicilio de Ana Maria. Sobre las 6:30 de la mañana había arrojado varias piedras contra sus ventanas, lo que se puso en conocimiento de los Mossos de Escuadra.  Pese a lo cual Ana María, y con la única intención de pedirle una vez más que la dejara vivir en paz, decidió bajar al portal para hablar con su verdugo, sin percatarse de que su hija la seguiría, ante la insistencia de El Hacen quien le aseguraba que sólo quería darle unas chocolatinas que tenía para las niñas.

Fotos del atestado @elcorreodeespana

Según los testimonios de la víctima y de los testigos, este portaba una bolsa de plástico blanca que contenía una botella de sosa caustica, una botella de agua mineral y un tenedor de dos puntas, objetos que más tarde serian encontrados por los mossos en las inmediaciones del lugar y con los que presumiblemente intentó cumplir las amenazas con las que continuamente amedrentaba a Ana Maria: “Si no estás conmigo te quemare viva…te sacaré los ojos”.

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Dos días después el presunto agresor seria detenido mientras permanecía escondido en una zona boscosa de las inmediaciones de Sant Feliu de Guíxols, portando su pasaporte y unos 700 euros, lo único que necesitaba para, supuestamente, emprender la huida a su Marruecos natal, consciente de las penas de prisión a las que se enfrentaba tras los hechos ocurridos, entre 12 y 27 años de prisión.

Ana María y su hija de cinco años se encuentran recuperándose de sus graves lesiones, de las que, sin género de dudas, especialmente en el caso de la madre, quedaran secuelas irreversibles, habiendo perdido la practica totalidad de la visión del ojo derecho y afectada la visión del ojo izquierdo, a lo que se unen las graves quemaduras sufridas en la boca, manos y en el cuero cabelludo lo que, irremediablemente, supondrá la pérdida de gran parte de su cabello. La pequeña presenta quemaduras en los parpados y región periorbital de ambos ojos, así como en los labios y nariz, que evolucionan favorablemente.

El pasado jueves 2 de julio el Juzgado de Violencia sobre la Mujer nº 3 de Sant Feliu de Guíxols (Gerona) acordó la prisión provisional comunicada y sin fianza para el presunto agresor tras escucharle prestar declaración. Pero ni siquiera la medida acordada, ni las penas graves a las que se enfrenta el investigado, podrán devolver la paz y la tranquilidad a Ana Maria, quien siempre vivirá con el lastre de una horrible pesadilla que podría haber terminado con su vida y la de su hija… y no es para menos. Tal y como declaró el pasado jueves la victima ante su Señoría, el investigado, mientras se encontraba en situación de busca y captura por los mossos, se atrevió a llamar por teléfono al hospital en el que se encontraba ingresada la mujer… “Aún no he terminado contigo”, le advirtió.

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REDACCIÓN