21/11/2024 17:11
Getting your Trinity Audio player ready...

FE y JONS Fusión y confusión.

¿Confesionalidad implícita o implícita aconfesionalidad?

“Nuestro Movimiento incorpora el sentido católico –de gloriosa tradición y predominante en España– a la reconstrucción nacional.

La Iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas, sin que se admita intromisión o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional”. Punto 25 de la Norma Programática de Falange Española de las JONS Noviembre de 1934.

Hoy con nosotros, después de años de vivir sometidos al sentido contrario de España, España reclama en el mundo la posición que le corresponde como portadora del verdadero sentido de unidad universal. Bajo los principios enumerados de unidad del género humano, de libertad humana, de exacta diferenciación entre lo religioso y lo civil, y portando esta misión sublime y grande de la unidad universal como expresión verdadera del destino permanente de España, elevaremos toda nuestra reconstrucción y toda nuestra educación nacional  y, entonces, nuestros pueblos, expresión de unidad verdadera, radiantes de cultura, podrán realizar y ser la espada de aquellas palabras pronunciadas por Cristo en la adoración de la cena, cuando decía a su Padre: ¡quiero que todos sean como tú y yo somos uno, un mismo Pastor y un mismo Redil!”. Manuel Valdés. Conferencia sobre Educación Nacional y religión. Arriba. Nº 15. 27 de junio de 1935.

Falange Española y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista se fusionan en un solo grupo (FE de las JONS) en febrero de 1934.

Hasta noviembre de ese mismo año no se publica la nueva Norma Programática que, hasta cierto punto, sustituirá a los Puntos Iniciales de la Falange Española anterior a la fusión.

Leyendo con atención el punto 25 de la nueva Norma Programática caemos en la cuenta de que, comparándolo con el punto octavo de los Puntos Iniciales, faltan dos cosas muy importantes: la confesión de la veracidad del catolicismo y el reconocimiento de unos deberes del Estado para con la Iglesia.

Ello no quiere decir necesariamente que se nieguen una y otra cosa. Pero se trata de omisiones que sembraron dudas donde hasta ese momento había certezas.

Es muy probable que la razón de esas omisiones fuera la intervención destacada de Ramiro Ledesma y otros camaradas que pensaban como él en la redacción del nuevo Programa.

José María Martínez Val, que perteneció a las JONS de Zaragoza y secundó a Ramiro Ledesma cuando fue expulsado de FE de las JONS, cuenta en su libro ¿Por qué no fue posible la Falange? lo siguiente:

“Al quedar unidas ambas fuerzas [FE y JONS] se advirtió la necesidad de concretar un programa de principios doctrinales y de acción política. Fue Ramiro Ledesma, sobre todo, el que se puso a la obra, tanto por vocación personal de doctrinario del nacionalsindicalismo como por su cargo de Presidente de la Junta Política, que tenía la misión de elaborar el programa común. Por entonces ya se había pasado del primer régimen de triunvirato al de mando único, que había recaído, a propuesta precisamente de Ramiro Ledesma, en José Antonio (4 octubre de 1934.) Ledesma Ramos tiene reconocido que José Antonio, admitiendo lo sustancial del proyecto elaborado, lo modificó “en el triple sentido de mejorar la forma, hacer más abstractas las expresiones y dulcificar, desradicalizar algunos puntos”, todo ello, sin duda, en la línea y en el estilo humano del nuevo Jefe Nacional.

No podía eludirse el aspecto religioso. Algunas de las más duras batallas políticas y parlamentarias del régimen republicano se habían reñido y se seguían riñendo en ese terreno. El punto 25 venía a ser como la consolidación de las ideas de Ramiro Ledesma, vertidas desde La Conquista del Estado y que tendría continuación y formulación definitiva en una de sus últimas y más reveladoras obras, el Discurso a las juventudes de España (1935). Venían a ser el reconocimiento del fuerte ingrediente que el Catolicismo había dejado en España, pero sin mayores compromisos y con el muy expreso de evitar una influencia clerical. Como más tarde expresó, era importante crear una “moral nacional”, para que aun los no católicos pudieran integrarse en las nuevas filas[1]”.

El Padre Ángel David Martín Rubio, historiador, explica muy bien el proceso de elaboración del punto 25 de la Norma Programática, en una conferencia pronunciada el 14 de noviembre de 2014 en la Sede de la actual Falange Española de las JONS en Madrid, con el título de Catolicismo y Falange.

Entre las distintas propuestas destacan algunas bastante laicistas y aconfesionalistas, que se fueron descartando (posiblemente por decisión de José Antonio) pero que probablemente influyeron en que, al final, el punto 25 se viera desprovisto de las afirmaciones confesionales que sí aparecían en el octavo de los Puntos Iniciales.

Influir, no en el sentido de que hicieran cambiar las ideas de José Antonio sobre el orden político y el catolicismo, sino en el sentido de empujarle a aparcar los aspectos más confesionales en aras de evitar tensiones o fricciones dentro del partido, .

Desde luego, si esa fue, como cabe sospechar, su intención, no le salió del todo bien la jugada. Al poco tiempo se dio de baja el marqués de la Eliseda acusando de herético al nuevo programa falangista. Pero, por otro lado, pocos meses después, Ramiro hubo de ser expulsado de Falange.

Como muy bien dice el Padre Ángel David “habría que plantear y traer sobre la mesa la cuestión siempre espinosa de la relación entre los universos ideológicos de José Antonio y de Ramiro Ledesma cuya incompatibilidad no quedó definitivamente zanjada con la escisión-expulsión de Ramiro Ledesma y del grupo que le secundó en enero de 1936”.

También es posible que pesaran en José Antonio argumentos como los esgrimidos en la JONS por Onésimo Redondo, a favor de la transitoria no confesionalidad del movimiento para tratar de atraer adeptos entre los menos entusiastas de la Religión, aumentando así la capacidad de captación y, en consecuencia, la posibilidad de conquistar el Estado cuanto antes, para evitar el triunfo del marxismo y demás enemigos de Cristo en España.

Para ayudar a comprender cómo se llegó a esta situación, conviene transcribir algunas partes de la conferencia de Ángel David sobre este asunto.

“¿Cómo se llega a la formulación del punto 25?

Hay una primera redacción, una ponencia presentada a la comisión permanente por la representación de Castilla la Nueva, redactada por el jefe territorial José Sainz, bajo el enunciado de El problema religioso, un enunciado bastante largo del cual simplemente os leo una frase: “El verdadero espíritu del pueblo español es el catolicismo, pudiendo afirmar, como ya lo han hecho infinidad de escritores clásicos y modernos, que además de ser el catolicismo en todos los países la civilización, el progreso y la libertad, es en nuestra querida España la nacionalidad.

Si nuestro emblema es el yugo y las flechas, del escudo de los Reyes católicos, y queremos rehacer a España como ellos lo hicieron, no hay más remedio que seguir sus huellas en el aspecto religioso”.

Luego el Consejo Nacional va a trabajar ya, en octubre de 1934, sobre un texto base redactado por una comisión que decía así:

“Ante el problema religioso Falange Española de las JONS declara lo siguiente.

Un movimiento político no tiene autoridad para pronunciarse acerca de las verdades religiosas[2], pero no puede desentenderse, si aspira a considerar a los hombres y a los pueblos en su integridad, del factor religioso que los completa.

Ese factor religioso, en el pueblo español es históricamente, el católico.

Así pues, nuestro movimiento incorporará el sentido católico a la reconstrucción nacional, pero conservará bien clara la delimitación de facultades y no admitirá, ni aún bajo excusa religiosa, actividad alguna encaminada contra la integridad nacional y la autoridad del Estado”.

Pero el trabajo de la comisión en el Consejo Nacional no avanzo como consecuencia de la Revolución de octubre.

Entonces se encomendó que el trabajo de carácter doctrinal se llevaría a cabo posteriormente y daría lugar al comienzo de otro proceso que llevaría finalmente a la redacción de los 27 puntos.

¿Cómo se llega a la redacción de los 27 puntos?

El 12 de octubre de 1934, Francisco Bravo escribe una carta a José Antonio en la que le incluye como adjunto un borrador del proyecto qué sirvió de herramienta de estudio para la elaboración de la norma programática y que sintetiza muchas de las ideas debatidas en el Consejo de octubre de 1934.

Aquí la cuestión religiosa aparecía en el punto 13 formulada de este tenor:

“Todas las confesiones religiosas serán libres y respetadas dentro del Estado español en tanto se atengan al cumplimiento de sus fines espirituales. Dado su carácter popular, Falange Española de las JONS rendirá el máximo respeto al catolicismo profesado por la inmensa mayoría del pueblo, haciendo que el Estado, separado de la Iglesia[3], regule sus relaciones con la misma por un concordato.

Ningún español será perseguido por motivos de carácter confesional”.

Esta formulación es muy importante, muy interesante, por los elementos que se eliminan.

Tan importante es, cuando vemos la formulación final del punto 25, los elementos que se conservan desde las primeras formulaciones hasta la última, como los elementos que se eliminan.

Hay varios elementos que van a caerse luego de la redacción final:

Esa idea de que todas las confesiones religiosas serán libres, la referencia a la separación de la Iglesia y el Estado, y esa alusión, un tanto intempestiva, a que ningún español será perseguido por motivos de carácter confesional.

Poco después se redacta un nuevo borrador elaborado por la Junta Política y que posteriormente reviso José Antonio, con anotaciones manuscritas.

La formulación que aparece aquí ya es más parecida a la del punto 25.

“Nuestro movimiento incorporará el sentido católico tradicional y predominante en España, a la reconstrucción nacional. Un concordato regulará las relaciones entre la Iglesia y el Estado, delimitando claramente las facultades respectivas, y negando toda intromisión o actividad que menoscabe la autoridad del Estado o la integridad nacional”.

Y vuelve a aparecer:

“Nadie será perseguido por razones confesionales”.

Esta última frase fue colocada personalmente por José Antonio entre signos de interrogación en la revisión autógrafa que efectúa del manuscrito,

Todavía se introducen pequeñas modificaciones sobre el texto definitivo. Son ya modificaciones de muy poca importancia y finalmente se llega a la formulación definitiva sobre el punto 25.

Pese a las correcciones debidas, muy probablemente, a José Antonio, la deficiente redacción del punto 25 de la Norma Programática seguiría -y sigue- dando lugar a interpretaciones poco ortodoxas o extravagantes.

Tenemos un claro ejemplo de ello en el libro de Juan Antonio Pérez de Cabo Arriba España, prologado por José Antonio en agosto de 1935.

LEER MÁS:  Dos etapas históricas. Por Tomás Salas

“Cierta mañana se me presentó en casa un hombre a quien no conocía: era Pérez de Cabo, el autor de las páginas que siguen a este prólogo. Sin más ni más, me reveló que había escrito un libro sobre la Falange. Resultaba tan insólito el hecho de que alguien se aplicara a contemplar el fenómeno de la Falange hasta el punto de dedicarle un libro, que le pedí prestadas las cuartillas y me las leí de un tirón, robando minutos a mi ajetreo. Las cuartillas estaban llenas de brío y no escasas de errores. Pérez de Cabo, en parte, quizá, por la poca difusión de nuestros textos, en otra parte, quizá -no en vano es español-, porque estuviera seguro de haber acertado sin necesidad de texto alguno, veía a la Falange con bastante deformidad. Pero aquellas páginas estaban escritas con buen pulso. Su autor era capaz de hacer cosas mejores. Y en esta creencia tuve con él tan largos coloquios que en las dos refundiciones a que sometió a su libro lo transformó por entero. Pérez de Cabo, contra lo que hubiera podido hacer sospechar una impresión primera, tiene una virtud rara entre nosotros: la de saber escuchar, y leer. Con las lecturas que le suministré y con los diálogos que sostuvimos, hay páginas de la obra que sigue que yo suscribiría con sus comas. Otras, en cambio, adolecen de alguna imprecisión. Y la obra entera tiene lagunas doctrinales que hubiera llenado una redacción menos impaciente. Pero el autor se sentía aguijoneado por dar su libro a la estampa y ni yo me sentía con autoridad para reprimir su vehemencia ni, en el fondo, renunciaba al gusto de ver tratada a la Falange, como objeto de consideración intelectual, en apretadas páginas de letra de molde. El propio Pérez de Cabo hará nuevas salidas con mejores pertrechos, pero los que llevamos dos años en este afán agridulce de la Falange le agradeceremos de por vida que se haya acercado a nosotros trayendo, como los niños un pan, un libro bajo el brazo. José Antonio Primo de Rivera. Madrid. Agosto de 1935”.

¿Qué dice Pérez de Cabo sobre las relaciones entre la Falange, el Estado, la Religión y la Iglesia?

“Entiéndase bien: admiramos a la Iglesia Católica por su organización, su disciplina, su espíritu de milicia, su auténtica democracia y su sentido heroico de la vida. Esta admiración despierta nuestra simpatía, pero no somete nuestro Estado al imperio en que la Iglesia Católica consiste. Claro es que dos potencias tan ingentes y de tan afín concepción de la sociedad y de la vida han de vivir en armonía, fundada en el respeto mutuo y en la bien definida independencia.

Nuestro ideal imperial no es incompatible con el ideal imperial de la Iglesia Católica; porque nuestro Estado se desenvuelve en el tiempo, mientras la Iglesia Católica se desenvuelve en la eternidad. Su fundador lo dijo: “Mi reino no es de este mundo.” Jamás, por otra parte, se pondrá el Estado nacionalsindicalista al servicio del proselitismo eclesiástico. Eso no puede hacerlo el Estado, precisamente por celo de su propia independencia y por respeto a la independencia de la Iglesia, a quien sobran armas, organización y temperamento para la conquista dramática, que es su propio fin y razón de su existencia.

Lejos de repudiar la Religión, para nosotros no hay verdadero falangista en el hombre que no siente y cultiva la emoción religiosa: no se puede olvidar que somos un movimiento de místicos (los místicos de la acción nos han llamado) y que nos sería imposible sostener el tempo vital heroico sin el sedimento de fuego de lo religioso; pero otra cosa es la confesionalidad. Nuestro Estado cultiva el espíritu religioso en sus jerarquías, pero no puede tocar la cuestión de las confesiones, ni auxiliarlas ni perseguirlas mientras sus dogmas y su moral no sean contrarios a la existencia y a los fines imperiales del Estado nacional español.

Por eso estamos tan lejos del espíritu ateo-católico proclamado por L`Action Francaise de Charles Maurras como de la persecución a la Iglesia cristiana. Y aprovechamos esta oportunidad para proclamar que aborrecemos el neopaganismo por su carencia de sentido trágico y proscribimos el racismo por su carencia de sindéresis. La raza española se formó en un crisol; y no podemos rebelarnos contra la naturaleza, que nos impuso esa compleja contextura interna.

Es cierto que el Estado no tiene un alma que salvar o condenar; pero el Estado, tiene una moral, porque tiene una conciencia histórica. La moral de la conciencia. histórica del Estado español no puede ser otra que la moral católica. Catorce siglos gravitan sobre la conciencia del Estado español, y la iluminan y transfiguran con la luz del Sermón de la Montaña.

Menguado estadista el que desconozca la fuerza de este factor histórico”.

Arriba, he resaltado en negrita las palabras de José Antonio con las que advierte, en el prólogo, de que “hay páginas de la obra que sigue que, adolecen de alguna imprecisión. Y la obra entera tiene lagunas doctrinales”.

¿A qué imprecisiones y lagunas se refería el Fundador de la Falange? No lo sabemos, pero yo querría destacar, en relación con el tema que estamos abordando,  tres:

Nuestra admiración hacia la Iglesia “no somete nuestro Estado al imperio en que la Iglesia Católica consiste”.

¿A qué imperio se refiere? ¿Al imperio de la Iglesia en lo relativo a la Fe y la Moral? Si así fuere, sería un grave error. Las sociedades no están menos obligadas que los individuos a obedecer la ley de Dios.

¿Al imperio de la Iglesia en materias o funciones competencia del poder temporal? Ninguna objeción. La misma Iglesia lo sostiene, como veremos más adelante.

“Jamás, por otra parte, se pondrá el Estado nacionalsindicalista al servicio del proselitismo eclesiástico”.

Esta aseveración tan rotunda, parece contradecir el texto del pasquín publicado por Julio Ruiz de Alda unos meses antes: “Uno de los fines de Falange Española es elevar todos los valores morales del Español, y entre éstos en primer lugar y primordialmente el religioso, y por lo tanto, no sólo no va en contra de la Iglesia Católica, sino que ésta tendrá en el Estado Nacional-Sindicalista Español su mayor apoyo para su apostolado”.

No parece conciliarse tampoco con el discurso de Rafael Sánchez Mazas publicado en Arriba de 25 de abril de 1935: “Nuestro Estado había de colaborar con la Iglesia ofreciéndole cuantos medios temporales y legales estén a su alcance para el robustecimiento de las parroquias campesinas (y de las no campesinas también-9, para la recta formación del clero, para el vigor de la jerarquía episcopal[4]”.

“No hay verdadero falangista en el hombre que no siente y cultiva la emoción religiosa”, pero “otra cosa es la confesionalidad. Nuestro Estado cultiva el espíritu religioso en sus jerarquías, pero no puede tocar la cuestión de las confesiones, ni auxiliarlas ni perseguirlas mientras sus dogmas y su moral no sean contrarios a la existencia y a los fines imperiales del Estado nacional español”.

Aquí Pérez de Cabo parece identificar la no confesionalidad con una especie de indiferentismo religioso que, como ya hemos visto en otro lugar de este trabajo, está condenado por la Iglesia Católica.

A pesar de todo, no sería exacto sostener que la redacción definitiva del punto 25 contenga errores teológicos manifiestos. Omisiones sí. Pero no errores contrarios al Magisterio católico.

Así lo entendió Monseñor Guerra Campos, obispo de Cuenca y el más firme prelado defensor de la confesionalidad católica del Estado durante el actual régimen democrático y aconfesional que padece España.

“Dado el ingrediente católico en la base popular del Alzamiento, parecía obvio restablecer la confesionalidad católica del Estado.

Se produjeron algunos equívocos. El programa fundacional de Falange Española, en su punto 25, suscitó entonces malestar y algún rompimiento, por estimar que era una actitud laica y recelosa, que incorporaba lo católico no por verdadero sino por tradición histórica. Sin embargo, incluye el núcleo de la confesionalidad: acaso lo que pretendía subrayar era una legítima independencia institucional mutua, compatible con aquella. En todo caso José Antonio Primo de Rivera era de confesión cristiana fina y ferviente.

Las obras de la Falange (Frente de Juventudes, Sección Femenina, Auxilio Social…) demostraron pronto su sincera orientación y vida católica, y así lo comunicó paladinamente a la Santa Sede en 1941 el Nuncio Apostólico Cicognani, que había venido en 1938 procedente de Viena, donde había conocido la presión absorbente de Alemania que culminó en el Anschluss”[5].

Por grandes que fueran los escrúpulos del marqués de la Eliseda, y superados ciertos temores que pudieran tener algunos jerarcas de la Iglesia ante la redacción no del todo afortunada del punto 25 de FE de las JONS, quienes tenían autoridad para condenar como herético el nuevo movimiento nacionalsindicalista, esto es, el Papa y los obispos, no lo hicieron.

En definitiva, la respuesta de José Antonio a Francisco Moreno da a entender, implícitamente, que la postura de Falange Española de las JONS en relación con el catolicismo es consecuente con la Tradición Católica e Hispana:

“La declaración sobre el problema religioso contenido en el punto 25 del programa de Falange Española y de las JONS coincide exactamente con la manera de entender el problema que tuvieron nuestros más preclaros y católicos reyes”.

Ya fuera que se estuviera refiriendo exclusivamente a Isabel y Fernando, ya que incluyera también a los Austrias ¿no es innegable que todos ellos entendieron el “problema” religioso, preservando la legítima autoridad de la Corona frente a las intromisiones indebidas del clero, pero acatando la Soberanía de Cristo, defendiendo la Cristiandad, manteniendo la Unidad Católica de las Españas, protegiendo a la Iglesia y ayudándola en su tarea de Evangelización y de reforma de las costumbres?

Pues bien, si esa política católica de nuestros monarcas coincidía exactamente con lo que José Antonio quería para Falange Española de las JONS -según sus propias declaraciones- esa política tenía que ser, concluyentemente, partidaria de la confesionalidad.

Fermín Yzurdiaga, sacerdote falangista, de la Vieja Guardia, Delegado Nacional de Prensa y Propaganda de FET y de las JONS, en su Discurso al silencio y voz de la Falange, pronunciado en Vigo en diciembre de 1937, defendió con entusiasmo la Catolicidad de la Falange.

“Lo primero la fe. La Falange es católica. Y sé que esta afirmación va a sentar mal en esas zonas de católicos que hacen de la Religión de Cristo, arma de combate. Pues que sepan ellos… (Los aplausos impiden oír al orador) pues a ellos les digo que la Falange Española es medularmente católica. Desde aquel año 33 en que me enfrenté con el corazón ardiente de José Antonio, hasta estos mismos días en que sigue implacable y turbia la campaña contra la Falange sobre su pretendida acatolicidad y paganismo, os confieso que he sufrido mucho: que he sufrido demasiado quizá. Nuestros enemigos -masones por un lado y sedicentes católicos por el otro en la más dolorosa compañía- saben muy bien que en esta España tradicionalmente católica no puede caber un Movimiento que se aparte de esta norma de la Religión: por eso disparan, con tanta terquedad, contra el alma de la Falange. Pero quisiera decir a todas esas gentucillas que será la última vez que lo declare yo: que no tienen derecho, a todas horas, a su arbitrio y a su capricho, a dar o exigir cédulas o patentes de catolicismo: porque me parece que son como aquella generación adúltera y depravada que exigía al Cristo un signo de su Divinidad, y no le fue dado.

LEER MÁS:  Tenerife, la vencedora de tres batallas, contra los piratas y corsarios ingleses (Cuarta Parte). Por Miguel Sánchez

Que me oigan bien. ¡La Falange es Católica! Podía fijarme en los frutos, que por ellos se conoce el árbol: en esos hechos en los que diariamente da testimonio la Falange de su catolicismo auténtico: pero no quiero. Prefiero en esta hora fijarme en la doctrina genuina y exacta, meterme en el pensamiento y en el corazón mismo de la Falange. ¿Cómo mira la Religión católica al hombre? Desde arriba, desde un ángulo sobrenatural, y nos dice que es un ser transeúnte y trascendente, que pasa por el mundo y muere para volver a vivir en la eternidad infernal o gloriosa según que los actos de su vida hayan sido meritorios o demeritorios a la luz de los Mandamientos de Cristo. El alma, pues, la libertad, la gracia y la ley son las integrales de la vida católica, en el hombre. Debajo de esta doctrina poned al hombre de la Falange. Y José Antonio en su discurso fundamental del 29 de Octubre dice textualmente: «Solo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima como nosotros le estimamos, portador de valores eternos: cuando se le estima envoltura corporal de un alma, que es capaz de salvarse y de condenarse. «¡Qué afirmación tan escueta, tan clara, tan católica! Ahí tenéis la libertad, el alma capaz por sus merecimientos de condenarse o de salvarse, las integrales magníficas de la Religión y del hombre. Pues ahora a los que nos llaman paganos o acatólicos que me respondan si esta afirmación de José Antonio no es digna de Ignacio de Loyola. (Enorme ovación.)

Definir al hombre como envoltura corporal de un alma es mirar al «hombre total». Y precisamente por esta manera totalitaria de interpretar la vida del hombre, la vida de la colectividad, nos han atacado de paganos y acatólicos, temiendo que traeríamos a España el peligro de un Estatismo condenable. Lo dije en mi Mensaje de Zaragoza: nuestra Falange no es un sistema de gobierno, ni un partido político, ni una solución fragmentaria al problema social: es una «manera de ser», en frente de todo el panorama de la vida. Ya, desde el nacer la Falange, se quejaba José Antonio a Onésimo Redondo, en su discurso de Valladolid, porque gentes ciegas de corazón nos llamaron enseguida «fascistas»: imitadores de esto y de aquello, concretamente, de los movimientos de Italia y de Alemania, cuando somos españoles a secas, y por españoles católicos y por católicos imperialistas. La distinción, entre estos tres movimientos jóvenes de Europa, es clara y sencilla: los tres vuelven atrás en la Historia para buscar el alma genuina de cada pueblo, anudando el presente con el pasado maravilloso de la tradición: así, Mussolini levanta la Nueva Roma sobre el viejo mármol cesáreo y tiene el gesto de Augusto y trae de Abisinia estandartes imperiales: así Hitler al volverse a la vieja Historia busca el ímpetu valeroso y ardiente de su pueblo milenario. Pero cuando José Antonio metió su brazo joven, audaz y fuerte en la tierra secular de nuestra Historia para revivir el alma española, no sacó más que eso: el Yugo y las Flechas, que son la Cruz católica de nuestros Reyes Católicos. (Enorme ovación.)

El hombre «total» de la Falange es el mismo hombre «total» del Catolicismo: unión de dos elementos, cuerpo y alma: materia y espíritu.

Y para ajustar el hombre su conducta a la Ley Divina -y continúo ya el argumento inicial- poniendo en juego su libertad y el auxilio de la gracia, pasa por el mundo movido por las palancas gigantescas del Bien y del Mal. Y tiene que adoptar ante la vida una de estas dos posturas: la espiritualista o la materialista: ser un epicúreo o un asceta, un oscuro negativista o un fuerte creyente. Pues bien: ignoran nuestros enemigos, y acaso muchos falangistas nuevos que nuestra Falange eligió su postura clara, aquella que se lee en el Punto Octavo de sus «Puntos Iniciales». Leo textualmente «Falange Española no puede considerar la vida como un mero juego de factores económicos. No acepta la interpretación materialista de la Historia. Lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos. Aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso». Creo lealmente que es franca la respuesta de la Falange. Pero hay más. Todos -los problemas del orden sobrenatural para los que la religión católica formula sus dogmas infalibles, los tiene, como suyos, nuestra Falange. Vuelvo a leer: «Ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá. A esas preguntas no se puede contestar con evasivas: hay que contestar con la afirmación o con la negación. España contestó siempre con la afirmación católica. La interpretación católica de la vida es en primer lugar, la verdadera: pero es además, históricamente, la española. Por su sentido de catolicidad y universalidad ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación».

¿Cuántos españoles, de buena o de mala fe, ignoraban que nuestra Falange era así de católica, porque llevaba en el alma, hecha llama viva, la Historia de España y la dogmática eterna e inefable de la Iglesia de Roma? ¡Acatólicos y pagamos nosotros! Pues tenemos, por fidelidad a nuestra doctrina auténtica, la misión gloriosa de catolizar todas las partes del mundo.

Por eso el Punto 25 -este punto tan discutido, tan mal leído, tan mal comprendido, dice así: «Nuestro Movimiento incorpora el sentido católico, de gloriosa tradición y predominante en España a la reconstrucción nacional». Claro es que la Falange parte de este hecho terrible, doloroso, pero realísimo, de tres siglos de nuestra Historia en que el «Catolicismo oficial» ponía cruces en la cúpula de sus coronas, decía y lucía de rimbombantes profesiones de fe, levantó al Cristo sobre el Cerro de los Ángeles, sobre aquella montaña que tenía más de dolor de Getsemaní que de Tabor de gloria, porque el corazón y la conducta y la expresión oficial de España estaban muy lejos de ajustarse al verdadero mandamiento y sentido religioso de la Ley de Jesucristo. Y es ahora la Falange la que partiendo de esta realidad de la descatolización de España tiene la ambición y el signo de incorporar el sentido católico tradicional como base de la gloria de la Patria. (Enorme ovación que dura largo rato.)

Y ¿cómo ha de hacer efectiva la Falange Española esta misión de catolizar a la Patria?

Lo sabemos muy bien, los de la Vieja Guardia. Lo tenemos grabado en el «Esquema de una Política de Aldea». Y si el Evangelio y la tradición de la Iglesia ponen a la parroquia como centro de toda vida espiritual, decimos nosotros «se empezará por pedir la ayuda de Dios, por la organización del mundo moral, por la elevación del orden religioso. Es necesario que el centro espiritual de la aldea sea la parroquia como órgano supremo de su moralidad. Defenderemos las parroquias de aldea con más tesón que las universidades. Nuestro Estado ha de colaborar con la Iglesia, ofreciéndole cuantos medios temporales y morales estén a su alcance para el robustecimiento de las parroquias campesinas, y de las no campesinas también, para la recta formación del clero, para el vigor de la jerarquía Episcopal. Nada como la libertad y fortaleza de la Iglesia en la esfera que le es propia, evita su mezcla deplorable con la política». ¿Falangistas nuevos y viejos, ahí tenéis la Doctrina exacta, verdadera, vivísima de este Movimiento, que no es político, que tiene ansias delirantes de enraizar en el alma de España la vitalidad del Cristo! Levantar la parroquia y junto a la parroquia la escuela con el Cristo, y las casas, con el Cristo, y el pueblo con el Cristo, y los corazones con el Cristo: porque la Cruz es luz y esperanza y vida inmortal.

¡Enemigos de la Falange: ciegos y sordos, como los fariseos del Evangelio: ¡así es católica, apostólica y romana, la Falange Española! (Enorme ovación.)

 

[1] ¿Por qué no fue posible la Falange? José María Martínez Val. Dopesa. Mayo de 1975.

[2] Nótese la enorme diferencia entre esta afirmación y aquella otra del los Puntos Iniciales que confesaba ser verdadera la interpretación católica de la vida. (Nota del autor de este artículo, José María Permuy)

[3] Nótese aquí también la diferencia con el punto octavo de los Iniciales de FE, que no hablaba para nada de separación entre la Iglesia y el Estado, ni se limitaba a pedir un concordato entre ambas sociedades, sino que afirmaba unos deberes del Estado para con la Iglesia. (Nota del autor de este artículo, José María Permuy)

[4] Esquema de una política de aldea. Rafael Sánchez Mazas. Antología falangista. Pedro José Grande Sánchez. SND editores. Julio de 2021. Página 243.

[5] Franco y la Iglesia católica. Inspiración cristiana del estado. Monseñor José Guerra Campos. El legado de Franco. Azor. Colección de estudios contemporáneos. Fundación Nacional Francisco Franco. 1992. Páginas 106 y 108

Autor

REDACCIÓN