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El marxismo ha sido el mayor error de la historia de las teorías sociales, ni una sola de las previsiones que hizo Marx ha resultado cierta. Como el caso de Freud y sus alucinantes explicaciones de sueños y de curaciones sexualizadas. Todo falso.

Sin el apoyo de los medios de información en manos del dinero, Marx y Freud serían el hazmerreír del mundo.

Marx creyó siempre en el enemigo empresario, el industrial, sin entender como estaba evolucionando el capitalismo desde la industria a la finanza. Hoy en día proletarios y empresarios son solo marionetas de poderes financieros y montajes globalizadores muy por encima de todo análisis marxista.

Pero sin duda uno de los mayores fracasos del marxismo es no haber comprendido el futuro de esa ‘clase’ que llamaban proletariado. Antes era salariados en empresas, con ‘prole’, con hijos y familia.

Hoy el proletariado tiene a su mayor enemigo en la izquierda mundialista, con su apoyo a la inmigración masiva de trabajadores a sueldos ínfimos, el ataque a la familia y todo su significado y con la descolocación mundialista de empresas hacia países con trabajadores oprimidos.

Hace tiempo que la izquierda se alimenta de estudiantes, okupas, desclasados, inmigrantes, feministas y personas bajo neurosis sexuales, pero no de proletarios.

Pero nos vamos ahora a fijar en un cambio nuevo que está apareciendo últimamente de forma cada día más masiva.

Las empresas con muchos trabajadores asalariados están cambiando totalmente su estructura: por un lado envían su producción a países asiáticos con sueldos muy bajos, y dejan aquí solo la parte más técnica y especializada, con cada vez menos proletarios.

Y cada vez más la parte de servicios, distribución, administración, mantenimiento se subcontrata a empresas de trabajo temporal o se fuerza a los trabajadores ser ‘autónomos’.

Empresas como Uber, Globo y otras muchas usan masivamente miles de autónomos forzados, pero esto se extiende a muchas empresas para mantener la ‘competencia’ en los precios y la flexibilidad en los despidos y en la contratación de personal.

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El obrero se ha convertido en un ‘empresario’ pero sin desearlo, y sin dinero, pendiente de que le den trabajo, pero sin contrato. Mucho peor que cuando era un proletario.

La culpa no es especialmente del empresario sino del sistema mundialista y financiero que obliga a externalizar producción donde menos coste haya, la competencia mundial y la falta absoluta de conciencia estatal sobre el paro y el trabajo como algo que debe ser estable. Al ser autónomos ya no están en el paro, de la misma forma que con trabajos de un mes tampoco aparecen en las cifras del paro que es lo único que preocupa al político.

No hay una visión del trabajo estable como base de la familia y la sociedad, aunque sea a costa de eliminar esa globalización forzada por la finanza y ese sistema de ‘autónomos’ forzados por la competencia liberalizada.

Esta situación no se arregla con el marxismo, con ‘clases’ de proletariados, ni con la idea de ‘empresarios malos’, es algo que supera la lucha de clases y todas las ideas marxistas, que para colmo son también mundialistas.

El enemigo actual es precisamente el mundialismo global, la finanza sin patria, la prensa y los medios de masas en manos del dinero. No el empresariado que se ve también forzado por un entorno que no tiene principios políticos ni éticos sino solo económicos.

El proletariado se pasa al ‘auto-empresariado’ forzado y sufre el entorno competitivo y salvaje del Sistema. El marxismo como teoría debe echarse a la basura del fracaso, y atacar precisamente su materialismo, su mundialismo, su falta de valores superiores a lo económico.

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Hoy solo la idea de ‘Nación’ con poder para dominar la economía frente a Mercado Global puede salvarnos de la esclavitud financiera mundialista.

Autor

REDACCIÓN