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Nació el día 1 de noviembre de 1787 en la villa de Gijón, provincia de Oviedo; sus padres procuraron darle una educación culta y esmerada, estudió tres años de matemáticas y otros varios ramos en el Instituto Náutico de Gijón.

Entró a servir, como cadete, el día 17 de abril de 1805 en el Batallón de Infantería 1º ligerode Voluntarios de Aragón, de guarnición en Madrid, en cuya situación permaneció hasta el 20 de julio de 1807, fecha en la que fue ascendido a Subteniente del Regimiento de Infantería de Voluntarios del Estado, de guarnición también en Madrid.

1808

Como consecuencia de los acontecimientos del 2 de mayo en Madrid, y oponiéndose a marchar con su Regimiento a Valencia en unión de una División francesa que a las órdenes del Mariscal Moncey se dirigía a dicha ciudad, con el fin de sofocar la insurrección, abandonó sus banderas y se dirigió hacia Asturias para alistarse en las tropas que se levantaban contra la dominación francesa. A su paso por Castilla se encontró con el Regimiento de Covadonga, de nueva creación, y que la Junta del Principado de Asturias mandaba a disposición del Capitán General Don Gregorio de la Cuesta, y como su deseo no era otro que prestar cuanto antes servicios a la Patria, se alistó en él el día 1 de julio, en calidad de Ayudante Mayor graduado de Capitán. Con su nuevo Regimiento tomó parte en la batalla de Rioseco el 14 del mismo mes, y de resultas de la misma ascendió a Capitán en dicho Regimiento, en vacante de uno que falleció en dicha batalla, este ascenso se confirmó más tarde or un Real despacho de 23 e agosto. Tomó parte con su unidad en diferentes acciones, hasta que el día 19 de noviembre su Regimiento se incorporó al Ejército que mandaba el General Blake; con él tomó parte en la acción de San Vicente de la Barquera. El resultado de esta acción fue una total dispersión; replegándose las tropas pertenecientes a Asturias hacia el interior del Principado, formando una línea que se estableció entre esta provincia y la de Santander, sobre la ría de Colombres; tomando parte en varias acciones que tuvieron lugar los días 20, 23, 24 y 25 de diciembre.

1809

A principios de esta año su Regimiento fue trasladado a la División que por la parte Sur defendía los puertos de Pajares y limítrofes a la provincia de León; el día 19 d emayo, fecha en que los franceses emprendieron la invasión de Principado, sostuvo con su compañía una reñida acción contra otra de tiradores franceses, disputándose la posesión de una altura, de cuya refriega salió herido, aunque no de gravedad.

En el movimiento que hicieron los Cuerpos, se incorporaron a la División que mandaba el General Ballesteros, que rechazada de la línea de Colombres se replegaba hacia el interior. Con todas estas fuerzas reunidas, tomó parte el día 24 de mayo en el ataque sobre Cangas de Onís; pero perdida la acción debido a las superiores fuerzas del enemigo, y ocupado ya todo el Principado, atravesaron los puertos y se dirigieron a Castilla.

Como Santander y casi toda la provincia estaba libre de franceses, ballesteros se dirigió a aquella ciudad, atacando a los franceses y obligándolos a abandonarla el día 10 de junio; pero reforzadas considerablemente las tropas francesas le atacaron al día siguiente en aquella plaza, dispersándole completamente. Reunidas y reorganizadas nuevamente las tropas por el General Ballestero se dirigió a Castilla, situándose en Astorga; y emprendiendo nuevamente la marcha hacia Santander, se vio inmerso en dos acciones poco favorables a las tropas españolas; la primer fue en Cabezón de la Sal el día 24 de agosto y el 26 en el puente de Santa Lucía, que le obligaron a retroceder a Astorga.

En el mes de septiembre de este año fue nombrado Capitán de cazadores y con su Compañía y la columna de este nombre, tomó parte en la acción de Benavente que tuvo lugar el día 25 de septiembre, de donde desalojaron a los franceses. El día 1 de octubre tomó parte en la acción que tuvo lugar delante de Zamora; el día 23 de noviembre tomó parte también con su Regimiento en la acción de Medina del Campo y el día 1 de diciembre en la de Alba de Tormes y en la retirada sobre Ciudad Rodrigo y la Sierra de Gata, donde sufrió toda la División una terrible y mortífera epidemia, que alcanzó también a San Migel, aunque salió indemne de ella.

1810

A principios de febrero bajó con el Ejército a Extremadura y con su Regimiento al Condado de Niebla, tomando parte el día 27 de marzo en la acción del Ronquillo y el dái 30en la de Higuera la Real.

Por ausencia de sus Jefes inmediatos, mandó el Regimiento algún tiempo y a su cabeza,  tomó parte en la batalla de Aracena, en la que se distinguió este Regimiento y su Jefe accidental, puesto que salvaron el movimiento de retirada, mereciendo por esta acción ser recomendado a la superioridad junto a otros Oficiales de su Cuerpo.

1811

Por una reforma que sufrió el Ejército para facilitar que se completen sus cuadros, marchó a Asturias  con su Regimiento atravesando el reino de Portugal y el distrito de Galicia hasta la frontera del Principado, en donde permaneció un tiempo por estar invadido el territorio asturiano por las tropas francesas; pero a pesar de la escasa fuerza con que contaba su Regimiento, tomó parte con él en la acción del Puelo el día 18 de marzo.

Como consecuencia de otra reestructuración, pasó de Capitán al Batallón ligero de Voluntarios de Asturias, con el que tomó parte en la acción de Infiesto el día 29 de mayo. En el mes de junio marchó con su Regimiento para incorporarse a la División a que pertenecía, la cual se encontraba en las inmediaciones de Astorga; más tarde se reunió con su compañía de cazadores a la columna que se encontraba en la Bañeza, con la que sostuvo la retirada que el día 25 de agosto emprendió la División sobre las montañas, resistiendo durante dos leguas los reiterados ataques de la caballería enemiga, a la que no les permitió ninguna ventaja hasta llegar a Puebla de Sanabria, donde la División quedó acantonada durante algún tiempo y durante el cual fue nombrado Jefe de instrucción para organizar los cuerpos y perfeccionarlos en la parte táctica; comisión que desempeñó de manera tan satisfactoria que fue recomendado por el General de su División al General en Jefe el Ejército; siendo ascendido el día 23 de diciembre a Sargento Mayor del Regimiento 1º de Asturias.

1812

En el mes de enero de este año fue destinado al 2º Regimiento de Asturias, que se encontraba acantonado en Lugo, con el que tomó parte en varias escaramuzas contra el enemigo, hasta que el día 8 de julio tomó parte en el sitio de la ciudad de Astorga, que duró hasta su rendición el día 19 de agosto; finalizada esta operación recibió el encargo de conducir a los prisioneros hasta Galicia, donde permaneció el resto del año; ascendiendo a primer Sargento Mayor de instrucción el día 17 de septiembre y a Teniente Coronel el día 21 de diciembre.

1813

Comenzada la campaña en el mes de mayo de este año, continuó con su Regimiento al Ejército aliado Anglo-hispano-portugués, que desde Galicia se trasladó a las provincias Vascongadas; tomando parte en la batalla de Vitoria el día 21 de junio, persiguiendo a las tropas francesas hasta la salida del territorio español.El día 31 de agosto, como consecuencia de un ataque ofensivo del ejército francés tomó parte en la batalla de San Marcial, en la que se distinguió e0l segundo Regimiento de Asturias mandado por el Teniente Coronel San Miguel; al cual tuvo constantemente en fuego desde las cuatro de la mañana hasta el final de la batalla; siendo el resultado final la pérdida de 9 Oficiales muertos, 8 heridos y 300 hombres de tropa fuera de combate, mereciendo por este hecho una particular recomendación a la superioridad. El día 7 de octubre tomó parte también en el ataque de la línea francesa del Bidasoa, ocupando con su Regimiento el centro de la vanguardia y arrollando al enemigo durante toda la jornada. Con el mismo éxito tomó parte los día s8, 9 y 10 de noviembre al ataque y toma de los reductos de San Juan de Luz, regresando luego con el Ejército español a Guipúzcoa donde quedaron de cuartel de invierno.

1814

En este año la campaña comenzó con el sitio de Bayona en el que tomó parte con su Regimiento realizando el servicio que le correspondía desde el día 23 de febrero hasta el dái 1 de marzo, en el que reunido con todo el Ejército siguió a éste en todos sus movimientos y operaciones; siendo el principal objeto la persecución del duque de Dalmacia, la cual dio lugar a la batalla de Nule el día 19 de marzo y a la de Tarbes el día 20 del mismo mes, distinguiéndose en esta última al tomar con un Batallón el principal reducto del centro, en cuya operación fue herido, consiguiendo con su conducta que se recomendase al Gobierno y se solicitase al General de la División que se le solicitase la Cruz Laureada de San Fernando. Una vez firmada la paz en el mes de junio de este año, regresó definitivamente a España con nuestro Ejército, quedando acantonado hasta finalizar el año en la provincia de Guipúzcoa.

1815

En el mes de junio y como consecuencia de Napoleón en Francia, tuvo que cruzar de nuevo la frontera en unión del Ejército español al mando del conde de La Bisbal, que ocupço una parte del territorio francés hasta que tuvo lugar la batalla de Waterloo. De regreso a España formó parte del Ejército de observación de los Pirineos orientales hasta su disolución.

1816 a 1818

Continuó con su Regimiento prestando el servicio correspondiente hasta que el día 25 de septiembre de 188 ascendió a primer Comandante de tropas ligeras, siendo destinado cun su unidad al Ejérctio de Ultramar.

1819

Existiendo varios proyector en el Ejército destinado a Ultramar con el fin de proclamar la Constitución de 1812, fue prso junto otros Jefes el día 8 de julio en el Puerto de Santa María y el día 11 conducido al castillo de San Sebastián en donde permaneció el resto del año incomunicado.

1820

El día 5 de enero, conocedor del pronunciamiento llevado a cabo por Rafael del Riego en Cabezas del San Juan, que había tenido lugar en parte de las tropas de aquel Ejército, consiguió fugarse de la prisión en unión de otros compañeros y con el comandante de la guardia Don Rafael Montes, presentándose en el Puerto de Santa María aquella misma noche y donde encontraron a Riego con algunas tropas pronunciadas; todos reunidos se dirigieron el día 6 a la isla de león donde se incorporaron con el Coronel Don Antonio Quiroga, que mandaba algunos cuerpos también pronunciados, organizando el Ejército Constitucional y tomando entonces el mando de su Batallón, fue además nombrado Jefe de una Brigada. Incorporado a la columna de Riego, salió d ela isla de León el día 27 del mismo mes, recorriendo casi siempre con poco éxito la mayor parte de Andalucía y algunos pueblos de la provincia de Córdoba, donde la fuerza que quedaba de la expedición tuvo que dispersarse con el fin de regresar a la isla de León; pero siendo poco conocidas estas operaciones y con el fin de dar luz a las mismas, insertamos a continuación un trozo de las Memorias inéditas del general San Miguel, en las cuales relata con sencillez estos acontecimientos:

Formando parte de la columna llamada de Riego, salió San Miguel de la Isla el 27 de enero, y se dirigió á Chiclana, Conil, Vejer y Algeciras, donde continuó la columna por algunos días. Desde allí, evacuado el objeto de la comisión, volvió von dirección á la Isla; mas no siéndole posible pasar desde Vejer á aquella ciudad á causa de estar sitiada por las tropas llamadas entonces leales, retrocedieron al campo de San Roque con objeto de probar fortuna y conseguir la adhesión de otros pueblos y tropas á su pronunciamiento.

Decidieron en consecuencia su traslación á Málaga; pero en Marbella fueron alcanzados por una división contraria que los perseguía, y después de una refriega, en la que quedaron mal parados, se retiraron á la Frangicola (se refiere a Fuengirola) y de allí á Málaga, donde fueron recibidos con mucha aclamación el 21 de febrero. Juzgaron por este recibimiento poder sacar gran partido de su expedición; mas el 22 se presentó la división que los perseguía, y los atacó dentro de la población; pero fueron rechazados con bastante pérdida.

No obstante este triunfo, previeron ser de nuevo atacados a dia siguiente; y como las fuerzas eran muy inferiores, para evitar un revés funesto, determinaron retirarse, y en la madrugada del 23 lo hicieron por Colmenar á Antequera, sin ser inquietados. Allí permanecieron tres días, y noticiosos el cuarto de la aproximación de los enemigos, emprendieron el movimiento sobre Ronda, á donde llegaron después de rechazar á una columna que les había impedido el paso, y que destacada con este objeto de la división había hecho un rápido movimiento por el camino mas corto para ganar la delantera. Desde Ronda pasó la columna á Grazalema, donde á beneficio del patriotismo de la población se repuso en parte de sus fatigas y deterioro del vestuario y calzado en que se hallaban. A los cinco días de descanso se dirigió á Moron la columna con objeto de organizar un escudaron de caballería con fuerza suelta de esta arma que allí existía, y algunas esperanzas de que se le incorporasen un regimiento de infantería y otro de caballeria acantonados en aquellas inmediaciones; mas sus proyectos salieron frustrados, porque los cuerpos cuya reunion se creía no lo verificaron, y el escuadron que empezaba a organizarse quedó sin efecto por haberse presentado la división contraria sobre a población el 4 de marzo, y ser indispensable sostener con ella una reñida acción. Los esfuerzos hechos por San Miguel con su cuerpo resistiendo el ataque, contribuyeron para que otro que estaba situado en un castillo bastante derruido pudiese replegarse al resto de la columna, que emprendió un movimiento en completa retirada, mas no sin gran pérdida en muertos, heridos y prisioneros, en términos que quedó reducida toda su fuerza á trescientos hombres escasos. Sin embargo, aunque tan disminuida, continuó sus movimientos, y siempre perseguida y algunas veces alcanzada, como en el puente de D. Gonzalo y en Montilla, llegó el 7 á Córdoba, donde entró á pesar de un regimiento de caballería que la guarnecía, replegándose á otro punto para evitar la colision. Aunque n permaneció mas que una noche en esta ciudad, se proveyó de algún dinero y otros recursos de que carecia, y continuó su movimiento sobre Extremadura, dirigiéndose á Fuenteovejuna. Allí fue alcanzada por las tropas enemigas, y tuvo un pequeño ataque, en el que fue rechazada, continuando replegándose á Bienvenida, donde llegó el 11 de marzo.

Estaba reducida su fuerza al arribo á esta villa á unos 25 jefes y oficiales, y á 50 ó 60 individuos de tropa, pues el resto habían sido ó muertos, ó heridos ó prisioneros; habiéndose quedado rezagados infinidad de hombres imposibilitados de resistir tanta fatiga. Era por lo mismo una quimera la idea de continuar reunidos, y mas fácil que aisladamente pudiesen llegar á la Isla de Leon, punto de partida, para incorporarse con las fuerzas quedadas en dicha ciudad. Habia además la ventaja de que expedido ya el decreto del 7 de marzo para la reunion de Cortes por Estamentos, cuya importante noticia acababan de recibir, creía menos expuesta la persecución aislados que reunidos. Determinaron en consecuencia esta resolución, y después de darse los amigos el triste abrazo de despedida, ligados por los estrechos lazos de los principios, glorias y vicisitudes, cada uno disfrazado á su modo, tomó el camino que mejor le pareció. San Miguel, con otros tres, lo hicieron en dirección á Sevilla, pernoctando la primera noche en casa de unos amigos avecindados en el Bodonal, y allí cambió la situación; porque otro Real decreto del 9, por el que S. M. juraba la Constitucion de 1812, les hacia conocer su triunfo; y ya concluida su persecución, marcharon en efecto después de un dia de descanso á Sevilla, donde fueron recibidos con el mayor regocijo, porque ya se había jurado en aquella ciudad, y regia el gobierno bajo estos principios.”

En Sevilla logró reunir su Batallón, cuyo mando dejó para hacerse cargo de la División de vanguardia del Ejército de la Isla de León, habiendo ascendido previamente al empleo de Coronel, con antigüedad e 9 de enero de este año 1820.   Como consecuencia de los acontecimientos políticos en Madrid, ordenó el Gobierno algunos destierros, que también afectaron a San Miguel, siendo destinado a Badajoz por el Capitán General de Andalucía, tomando como pretexto su agregación al Regimiento de Guadalajara.

1821

Nombrado Coronel del Regimiento de Galicia en comisión el 16 de julio de este año, pasó a Sevilla donde se encontraba el primer Batallón; en dicha plaza recibió el nombramiento en propiedad del Regimiento de Aragón que se encontraba de guarnición en Barcelona.

1822

A principios de enero emprendió la marcha para tomar posesión del mando de su Regimiento, llegando a Barcelona el 19 de marzo, por haberse detenido un mes a su paso por Madrid; se incorporó inmediatamente con la fuerza disponible de su Regimiento   a una columna organizada por el Capitán General de Cataluña, con el fin de perseguir las facciones de aquel distrito. El día 11 de mayo la fuerza actuante dio con varias de aquellas facciones reunidas en el Coll de Santa Cristina, a las cuales batieron completamente. Por disposición del Capitán General, se encargó del mando de una División de operaciones dedicada a toda la demarcación, conocida como Vallés; reduciendo rápidamente la mayor parte de aquellas facciones, a las que no permitió descender de aquellas escabrosas montañas. A principios del mes de julio fu llamado con urgencia a Barcelona por las autoridades militar y civil, a causa de los disturbios ocurridos en la capital; pero todo se tranquilizó al presentarse las fuerzas que mandaba y algunos Jefes más del Ejército. El día 15 de julio se embarcó en Barcelona con solo dos Compañías que su Regimiento tenía disponibles, desembarcando en Rosas, desde cuyo punto fue a relevar a la guarnición de Figueras, la cual tenía orden de salir a campaña; encargado entonces del gobierno de esta plaza, la cual se encontraba en una situación crítica, tuvo que desplegar la mayor energía para inutilizar los sobornos y maniobras que los enemigos pusieron en práctica para apoderarse del castillo.

1823

En el mes de enero de este año fue nombrado Coronel del Regimiento de Asturias, del distrito de Aragón, pero al solicitar el pasaporte para incorporarse a esta Unidad, le fue denegado por el General en jefe Don Francisco Espoz y Mina, el cual consiguió que el Gobierno revocase este nombramiento  y que continuase en Figueras. Realizada la invasión francesa el día 22 de abril, se presentó delante de Figueras el mariscal Moncey con el cuerpo de ejército de su país destinado en Cataluña, el cual envió un parlamentario al Gobernado de la plaza intimándole su rendición; la respuesta fue tan digna de su honor militar y de sus principios políticos, que al general francés ordenó el bloqueo de la plaza. Establecido este bloqueo de una manera tan rigurosa, la situación de los asediados se tornó crítica, por falta de previsión anterior en cuanto al abastecimiento y reservas en los almacenes de una plaza de guerra de tanta importancia. Se vio en la necesidad de racionar la ración de los soldados, pero esto añadido a la insalubridad se volvió fatal para la guarnición, ya que enfermo la tercera parte, sin poder contar con el auxilio de los hospitales que se encontraban faltos de medicamentos y camas. En tal situación y sin esperan<a alguna de ser socorridos, se trató la capitulación en consejo de Jefes, llevándose a cabo ésta como correspondía al honor militar; se señaló para su ejecución el día 29 de septiembre, en cuyo día marchó a Francia como prisionera de guerra la mayor parte de la guarnición, al frente de la cual iba San Miguel.

1824 a 1832

En Francia corrió la suerte de la mayor parte de la emigración de la época, y cuando creyó en el año 1830 que su situación iba a cambiar, fue a peor por el trato que les proporcionó el rey de Francia Luis Felipe. Se refiere a las invasiones realizadas en España por los emigrados del año1823. Siguiendo un plan trazado por los directores de la proyectada revolución, una columna de escasa fuerza de unos 300 hombres armados y equipados debía entrar en Cataluña y promover el pronunciamiento del país a favor de la Constitución de 1812, lo cual se llevó a cabo por el valle de Andorra en dirección a la Seo de Urgel, donde los emigrados mantenían informadores secretos; pero la expedición a la pertenecía San Miguel vio defraudadas sus esperanzas y cargada por fuerzas tan considerables del gobierno de Fernando VII que tuvieron que regresar a Francia a los seis días de haber entrado en España.

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1833

En el mes de enero, y como consecuencia de la amnistía concedida el día 15 de octubre del año anterior, pudo regresar a España, cansado de las penalidades de su largo período emigrado en Francia; se instaló en Valladolid, contando solo con la pensión concedida por el gobierno español a los emigrados, que consistía en la suma de 180 reales mensuales.

1834

En el mes de abril fue destinado al Ejército de Portugal, pero sin haberle reconocido el empleo de Coronel que hasta entonces ostentaba y que había ejercido activamente del año 1820 al año 1823; pero a precaria situación económica de su familia le obligaron a aceptar su antiguo empelo de Comandante. Una vez presentado en el nuevo ejército fue nombrado Jefe de la Plana Mayor de la División de vanguardia y al finalizar aquella campaña fue propuesto para el grado de Coronel, que le fue concedido. Después marchó con la División de Portugal al Norte de España para reforzar el ejército de las provincias Vascongadas, donde fue destinado de Jefe de E. M. de la primer División, con la que tomó parte en las acciones de Ceordiola y Olazagoitia el día 25 de julio y en la de Artaza el día 31 del mismo mes; así como en varias escaramuzas. En el mes de octubre fue nombrado primer Comandante del segundo Batallón del Regimiento del Infante, y en ausencia del Coronel y del Teniente Coronel, como Jefe más antiguo se encargó del mando del mismo, a cuya cabeza tomó parte en la batalla de Mendaza el día 12 de diciembre, por cuyo hecho de armas fue recomendado a la superioridad. Tomó parte también en la batalla de Zíñiga, en la cual se distinguió y fue herido, mereciendo volver a ser recomendado. Por decreto de las Cortes del día 30 de diciembre le fue concedido su empleo de Coronel y se le concedió en propiedad el mando del Regimiento del Infante al cual pertenecía, además fue nombrado Jefe de la primera Brigada de su División.

1835

Tomó parte el día 17 de enero de este año en la acción de Orbizu y en la del puente de Arquijas el día 5 de febrero. Asistió también a la reída acción que tuvo lugar el día 8 de marzo en el puente de Lárraga, en la que se distinguió, siendo herido de gravedad; por lo que fue necesario recogerle del campo de batalla en muy mal estado. El día 23 de mayo fue ascendido al empleo de Brigadier y nombrado Coronel del Regimiento de Infantería de Castilla y Comandante General de Santander, desempeñando más tarde el cargo de Gobernador Civil.

1836

Atendiendo a sus buenas condiciones de mando, fue nombrado Comandante General de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, concediéndole amplias facultades, dada la incomunicación en que se encontraban con el Ejército.

Una vez que tomó posesión de su destino en Bilbao, se dedicó a reparar las fortificaciones y a levantar otras nuevas, de acuerdo los el Comandante de los Ingenieros. Constantemente bloqueada la población y hostigada con frecuencia por el empeño que el enemigo tenía en apoderarse de ella, el día 15 de mayo realizó una salida sobre Galdácano con una fuerza de cuatro Batallones, con el fin de inutilizar los pertrechos que se decía estaban los enemigos para el sitio que proyectaban; pero apoderándose del pueblo, no encontró los pertrechos indicados, por lo que habiendo resultad falsa la noticia volvió con la fuerza a su cantón, sin más pérdida que unos 40 hombres. Realizó otra salida en combinación con las fuerzas que operaban en el valle de Mena, la cual no tuvo resultados al no presentarse las fuerzas del general Tello, regresando de nuevo a la plaza, con el resultado de unos cuantos heridos durante la retirada y del choque que mantuvo contra Castor, el cual intentó cortarle el paso en las alturas de Cruces.

Pero donde mayor celo y energía desplegó fue en los dos últimos sitios de Bilbao, cuya defensa tanto influyó en la balanza de la suerte del trono de Isabel II.

Así es como el General Santos San Miguel describe aquellas operaciones en sus memorias:

“Era ya el mes de octubre cuando los enemigos, concluidos sus preparativos de sitio, dieron principio á sus trabajos. Establecieron baterías sobre Artagan y terreno intermedio entre esta posición y la ria, sin que la plaza pudiese estorbárselo por la fragosidad del terreno y dificultad de arrojarlos de la posición que ocupaban.

Llegó el siempre heróico á par que calamitoso 26 de octubre, y á sus primeros albores y sin aviso alguno anticipado, rompieron el fuego todas ellas. La de Artagan construida para proyectiles huecos, arrojaba sin cesar bombas y granadas incendiarias á propósito para poner fuego á la población. Otras dos de fuegos recto ó proyectiles sólidos dirigieron su ataque sobre los fuertes del Circo, Mallona y Rediente; y otras tambien de fuegos curcos llevó los suyos sobre el convento de San Agustín que ocupaba un regimiento de la guarnicion: el resto del recinto ni fue atacado ni inquietado.

Fácil será comprender la situacion de la plaza aquel dia: sus batería cortas en número y con malas piezas, ni podían apagar los fuegos de las contrarias, ni hacerles daño alguno, mientras que estas bien servidas y á cubierto, hacían un estrago inmenso. A las cuatro horas de fuego la mayor parte de las piezas estaban desmontadas, los muros casi derruidos y con brechas muy practicables; la población (cuyos edificios casi ninguno se veía ya intacto) afligida como era natural con un azote como el que estaban sufriendo; y respecto á San Agustín no menos comprometido, pues que los estragos de los proyectiles enemigos eran de tal consideración que ocasionaban muchísimos heridos, ya por los cascos de las bombas y granadas, ya por los escombros las mismas causaban en techos y muros. No fue la noche mas tranquila que el dia. A las once cuando la guarnicion estaba mas ocupada con sus trabajadores en reparar los destrozos causados en la fortificcion, baterías, cañones, etc., proyectaron los enemigos un asalto por el frente de Rediente, y con tal insistencia y tenacidad, que en medio de ser el único reducto que había quedado en pie, llegaron algunos á colarse sobre su parapeto á beneficio de un movimiento sumamente rápido, y á que las tropas ocupadas en los otros trabajos no estaban suficientemente preparadas en número sobre aquel punto; mas dada la alarma y acudiendo todos á sus puestos, resistieron con tal firmeza arrojaron al foso á los que tuvieron el arrojo de coronar el parapeto, á excepción de dos que ya dentro de la plaza de armas fueron muertos allí mismo, y el uno de ellos por mi propia mano pues hallándome en el punto atacado (porque no abandoné el puesto del peligro en todo el dia) tuve ocasión de castigar su osadía. Frustrado su proyecto se replegaron a su línea, dejando entre muertos y heridos sobre 300 hombres de pérdida, la mayor parte en los fosos. Como la línea quedó tranquila despues de esta intentona, continuó la plaza durante la noche reparando sus trabajos, en términos que al dia siguiente se hallaban en muy mal estado.

Siguió este dia como el anterior con un fuego muy nutrido, ya sobre la población, ya sobre los puntos fortificados; pero mejoradas las baterías y aumentadas con otra provisional convenientemente colocada, pudieron conseguir apagar los fuegos de una de las contrarias y evitar que los muros, asi como las piezas, sufriesen tanto daño. Ocupóse aquella noche como la anterior en reparar los destrozos del dia, sin temor de que nuevos asaltos paralizasen los trabajos, porque escarmentados del primero se intimidaron y no creyeron conveniente repetirlo.

Mas no por eso la población estaba tranquila, porque unos fuegos continuados con tal perseverancia producían daños de gran consideración; retiráronse en consecuencia á las lonjas y parajes ocultos las personas cuya edad y sexo no les permitia tomar parte alguna en la defensa: no asi los que por su aptitud física podían prestar algún servicio, pues que los hombres de avanzada edad que no pertenecían á la milicia estaban organizados en compañías de veteranos que de dia y de noche cuidaban de la tranquilidad del pueblo y de que se trabajase sin descanso por los encargados de la construcción de sacos y los condujesen al sitio designado bien repletos de tierra; las mujeres de todas las condiciones se ocupaban de lo mismo, y en llevar á la línea avanzada agua, víveres y cuanto necesitaban los defensores, prestándose voluntariamente á este servicio que no carecia de esposicion.

San Agustin, objeto principal de los enemigos, creyendo que su ocupación era indispensable para la toma de la plaza, sufria considerablemente con sus ataques, y el provincial de Trujillo que lo guarnecía, mostró un valor heroico en su defensa. Obstruida su comunicación interior por los escombros de los proyectiles, no les consentía moverse con facilidad y aguantaban el peligro sin dejar el puesto que ocupaban; debiéndose á su constancia, denuedo y resolución, el que los contrarios no pudiesen avanzar en sus ataques ni penetrar por las numerosas brechas abiertas en el muro exterior.

De este modo continuó la plaza resistiendo los ataques no interrumpidos, hasta el 30 del mismo mes que se advirtió un movimiento en la línea como de levantar el sitio; lo que realizaron la misma noche, retirando sus piezas y apareciendo la línea el 31 completamente abandonada; determinación á que sin duda los obligó la aproximación del ejército á Gordejuela, según comunicación que recibí del general en jefe; mas es de creer que sabedor este de haberse levantado el sitio se volvió con sus tropas para continuar otras operaciones mas urgentes.

Por noticias ulteriores se comprendió que los enemigos no habían desistido de su empeño, y solo sí replegándose con tiempo con todos sus pertrechos para evitar entonces un ataque general del ejército. Así fue que el 8 de noviembre, bien penetrados de que éste no podía volver con facilidad, cargaron de nuevo sobre Bilbao, no para intentar un ataque brusco y rápido como el anterior, sino para poner un sitio en regla con todas las condiciones precisas para un éxito feliz.

Tenia la plaza fuertes exteriores de poca consideración y aislados de tal modo por su distancia, que no podían ser socorridos en caso de ataque, y solo servían para impedir la aproximación de algunas fuerzas en las correrías que continuamente hacían las del enemigo. Tales eran el convento de Capuchinos, aspillerado: el fuerte de Banderas, situado en posición muy ventajosa, aunque sin medios de resistir por su debilidad: el convento de San Mamés sobre la izquierda del Nervión, y el del Desierto, mas lejos y sobre la misma orilla; ambos abandonados de sus moradores y con una fortificación exterior de poca resistencia; había además los fuertes del Morro y Miravilla construidos en dos alturas que dominan la población y que podían considerarse como defensa de la misma, teniendo solidez y artillería necesaria, en cuyo caso los enemigos no hubieran tenido facilidad en ocuparlos; mas siendo de condiciones diametralmente opuestas, débiles, sin mas artillería que una pieza cada uno de ellos y de capacidad para solo una compañía.

Así, pues, en la madrugada del citado 8 de noviembre, casi por sorpresa y en el corto espacio de media hora, ocuparon los enemigos á Capuchinos y Banderas cuyos defensores fueron prisioneros en su mayor parte, fugándose otros á la plaza, á la que llevaron la noticia de lo ocurrido. A cosa de medio día del mismo 8, se dirigieron tres batallones al fuerte e San Mamés, cuya guarnicion resistió con valor; mas repetidos los asaltos de sus débiles muros, retirada la guarnicion á su última defensa, la iglesia del convento, y sin socorro de ninguna clase por no podérselos enviar la plaza á tanta distancia, tuvo que rendirse prisionera de guerra, habiéndose tratado á aquellos bravos soldados que constituían dos compañías, con una falta de consideración indigna de la que debe mostrar un enemigo de pais civilizado. El fuerte de Burceña, situado mas lejos sobre el rio Cadagua, próximo á la embocadura del Nervión, en su orilla izquierda, y el de Luchana que se encontraba sobre el de Arzua, en la misma embocadura que el anterior, y en su orilla derecha, fueron tambien ocupados dicho dia y ambas guarniciones prisioneras de guerra, no pudiendo librarse de esta suerte por distar de la plaza cerca de una legua.

Grande era el temor de que el de Desierto y Portugalete fuesen tambien atacados, particularmente el segundo, cuya pérdida hubiera sido de consideración para la plaza; mas afortunadamente se salvaron, sin duda por el temor de los buques de guerra ingleses y españoles anclados en sus inmediaciones. Con esta falta cometida por el enemigo, y de no haber tomado á Miravilla donde se hallaba el telégrafo de comunicación con Portugalete, tuvo Bilbao la ventaja de no quedar esta interrumpida con el ejército, enviándole y recibiendo comunicaciones suyas de Portugalete.

Los carlistas, si bien ansiosos de tomar la plaza, carecieron de los conocimientos necesarios para atacarla, por cuanto dejaron los puntos mas débiles de ella y que fácilmente les hubiera ofrecido un buen éxito, mientras que se fijaron en los que menos posibilidades tenían.

Fue por consiguiente el punto atacado el de Artagan, como la otra vez, por encima de la iglesia de Begoña y de la batería y fuerte llamado del Circo hasta San Agustin. Sobre esta arte de la línea construyeron sus baterías que dirigían sus fuegos á los muros de la plaza, al interior de ésta y convento citado, poniendo otra inmediato al cuartel de la Estufa, situado en la orilla derecha del Nervión, al principio del campo Bolantin, para batir una nueva que la plaza había construido en el punto llamado las Cujas, plazuela que existe entre el paseo del Arenal y calle de la Cendeja, en el recodo que en este punto hace el rio. Colocaron además cuatro baterías, una en la parte de Albia, á la izquierda del Nervión, por manera que todas ellas en número de doce jugaban en fuegos convergentes, sobre la línea y convento de San Agustín, y en curvos otras contra el mismo punto y la población.

Concluidos sus trabajos, el 19 de noviembre á las 8 de la mañana, rompieron el fuego sobre toda la línea. Fue este mortífero todo el dia, y causó bastante estrago, particularmente en San Agustin, que como gran punto y despojado de obstáculos que le abrigasen, no perdían tiro alguno. La que menos sufrió fue la batería de las Cujas, llamada de la Muerte, mas no así una casa nueva situada a sus espaldas, que hubo que evacuar al dia siguiente.

El 20 y 21 solo continuó el fuego de fusilería, por cuya razón pudo reparar la plaza sus destrozos. El 22 y 25 se repitió el de ambas armas como el 19, pero sin adelantar nada contra la plaza, habiéndose rechazado tres asaltos que dieron en estos días sobre las brechas de San Agustín, ocasionándoles mucha pérdida.

Llegó el 27 de noviembre, tan despejado en su atmósfera como alegre para los defensores de Bilbao, porque sobre medio dia se presentaron inesperadamente tropas del ejército en la altura llamada de as Cruces, a una legua de distancia y muy á la vista de la plaza. El contento de la guarnicion á la vista de sus hermanos de socorro, era tan natural como justo, y los soldados veian con satisfacción sus movimientos discurriendo el punto por donde penetrarían. Esta reunion de la tropa al parapeto de la ria delante de San Agustin, dio lugar á un descuido sino propio, disculpable por el acontecimiento, y los facciosos que muy próximos acechaban este descuido, con una velocidad y resolución cual se requiere para estos lances, cargaron sobre San Agustin, y cuando sus defensores acudieron á la alarma que dio la guardia exterior mas avanzada que no pudo resistir el empuje, se encontraron el punto ocupado. Grande fue la impresión que este acontecimiento produjo. Acudió la misma fuerza de su guarnicion á recuperar el puesto perdido y algunas mas tropas en su auxilio, mas todo fue inútil, porque los enemigos, apoderados del piso principal, defendieron la subida que intentaban escalar los asaltantes, y á las dos horas de un ataque violento quedaron aquellos en posesión absoluta del edificio. Aunque ya arruinado.

Esta encarnizada lucha cuerpo á cuerpo, produjo pérdidas de consideración en unos y otros beligerantes; baste decir que de once personas que componían mi cuartel general, quedaron siete fuera de combate, entre ellos yo mismo herido en el cuello, y mi segundo; tan de prueba y crítico fue el choque. Grandes fueron los hechos de valor que se realizaron y que mercian otra suerte mejor. La poblacion quedó hasta cierto punto consternada, pues juzgó la reciente pérdida como precursora de otra derrota decisiva.

Aunque herido y postrado en cama no dejé el mando de la plaza, y si bien reemplazado en la parte de la acción por el jefe á quien le correspondía por ordenanza, daba desde mi retiro las órdenes competentes para la defensa.

Ya desde antes de aquel terrible día abrigaba el propósito de abandonar San Agustin e inutilizarlo Para unos y otros, porque no constituyendo ventaja alguna su ocupación para el éxito de la defensa, solo producía pérdidas  muy sensibles. La ocasion que con el último acontecimiento se presentó, no podía ser mas favorable, y aquella misma noche dispuse se pusiese en ejecución. Reunióse al efecto un gran número de jergones, se les impregnó de agua ras y otros combustibles y aproximados con resolución por dos compañías de salvaguardias á las mismas puertas del edificio, se les puso fuego. Como era consiguiente ardieron velozmente, y no pudiendo apagarle los que ocupaban el puesto, se vieron preciados á huir dejando escombros que ya a nadie servían como no fuese para tirotarse á su abrigo los puestos avanzados de una y otra parte.

Los resultados de los acontecimientos dieron sin embargo un nuevo giro á los asuntos del sitio. Las baterías dirigidas contra San Agustin lo fueron después contra las casas de Quintana grande y chica, puntos fuertes los de mas consideración que quedaban en la linea atacada, estableciendo los sitiados una batería al principio de la plazuela donde estaba San Agustin, con un parapeto corrido para contener por aquella parte los avances de los carlistas. El ejército, que el 27 se presentó como queda dicho en la altura de las Cruces, se replegó á Portugalete.

Las comunicaciones entre este punto y la plaza eran muy frecuentes. Esta manifestaba sus apuros y lo mortificada que se hallaba con la artillería, que tanto efecto hacia contra las casa de Quintana, próximas á ser asaltadas por el mal estado en que se hallaban; así como por las subsistencias que faltaban, no pudiéndose suministrar á las tropas y habitantes mas que un cuarteron de galleta de muy mala calidad, sin otro género de menestra, por haberse agotado en los almacenes, el ejército contestaba que pronto haría un movimiento decisivo.

Los sitiadores, tenaces siempre y con una obstinación decidida, continuaban sus ataques contra las casas de la Quintana. Tambien construyeron una mina, que partiendo de su línea avanzada, venia á concluir en una de las casas ya citadas; operación que si hubieran concluido, hubiera volado las dos casas por la exacta dirección que el ramal llevaba; pero apercibidos sus trabajos, se empezó una contamina bien trazada, que á las catorce horas de empezada se hallaron los trabajadores con los minadores; se ahuyentó a estos, y quedó en poder del los primeros todo el ramal, inutilizando por consiguiente aquel nuevo peligro.

El 22 de diciembre recibí (pues aunque con mis heridas abiertas había cobrado el mando activo de la plaza), un aviso para que estuviese dispuesta á salir alguna columna en protección del ejército que iba á avanzar. Hízose así, mas no sintiendo fuego alguno quedó la columna sin realizar, y dispuesta á verificarlo oportunamente.

El 23 pasó igualmente sin que se advirtiera fuego que indicase la aproximacion de las tropas; pero el 24 sobre las cuatro de la tarde y con un tiempo espantoso de agua y nieve, se sintió muy vivo y á larga distancia. Este acontecimiento puso á la plaza en alarma, y la columna expedicionaria se aprestó á salir en el momento que el fuego denotase la aproximación del ejército; pero cerró la noche, y el fuego, si bien se oia algunos ratos, era lejano, poco sostenido y no indicaba que el ataque fuese decidido, y sí preludios del general que podría tener lugar á la mañana siguiente, por cuya razón en medio de aquella espantosa noche la guarnicion conservó su estado de alarma y la columna pronta á salir.

Amaneció el 25 de diciembre, y si bien con un aspecto triste por lo nebuloso y las lluvias, alegre y contento, porque se advirtieron sobre Banderas las columnas del ejército, que indicaban vencidos todos los obstáculos, pues la posesión de aquel punto equivalía á estar en la misma plaza; entonces efectuó sus salida la columna de esta, mas no encontró enemigos en la línea, y aun cuando siguió por las alturas de Archanda, no halló obstáculos en que ocuparse, y regresó con algunos rezagados que hizo prisioneros.”San Miguel fue promovido al empleo de Mariscal de Campo el día 6 de noviembre por los servicios contraídos en el segundo sitio de la plaza que mandó en persona, y por Real cédula de 3 de enero obtuvo la Gran Cruz de San Fernando por este tercero y último.

1837

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Desde el levantamiento del sitio de Bilbao se dedicó a reparar las fortificacones de la plaza y a abastecerla al igual que al Ejército allí acantonado, hasta que éste emprendió la campaña de primavera a las órdenes de Espartero. Comprometido este General en Durango como consecuencia de haberse malogrado el plan de operaciones que llevó a cabo el General Lacy Evans y conocedor San Miguel de este hecho, comunicó a Espartero la noticia de lo sucedido y él por su parte se decidió a protegerlo en la contramarcha, saliendo de Bilbao con alguna fuerza y reuniéndose con Espartero en Galdácano, donde tomó parte en una refriega con las tropas enemigas que constantemente hostilizaban la retaguardia del ejército hasta su llegada a Bilbao.

Cansado de la inanición a que su mando le condenaba en Bilbao, solicitó y obtuvo el relevo, ordenándole el General en Jefe que se presentara en el Cuartel General para su posterior destino. Se embarcó el 11 de agosto para Santander, donde a su llegada conoció la noticia del asesinato del General Escalera, a quien buscaba para presentarse. Continuó entonces su marcha hacia Burgos, donde recibió una Real orden nombrándole Segundo Cabo de la Capitanía General de Aragón. Llegó a Zaragoza después de haber tenido que dar un gran rodeo, el día 1 de noviembre.

Comenzó su mando haciendo una visita al distrito con el fin de enterarse de las circunstancias del momento; no siendo muy bueno el estado en que halló dicho distrito; dispuso entonces todo lo de posible realización en aquellos pueblos susceptibles de fortificarse y armando otros; siendo interrumpido en su visita por el amago de ataque que hizo Cabrera sobre Zaragoza, lugar al que se trasladó inmediatamente. El día 27 de septiembre recibió el diploma de la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

1838

 La escasez de tropas y la falta de toda clase de recursos le colocó en una difícil situación, obligado a permanecer a la defensiva dada la superioridad de las tropas enemigas con respecto a las que tenía a sus órdenes; lo cual le impedía emprender operaciones o enfrentarse abiertamente a las tropas carlistas. Pero a pesar de las apremiantes necesidades, viendo el grave riesgo la ciudad de Gandesa, la cual estaba protegida por un Batallón de milicia nacional compuesto por los mejores hombres de la ciudad y de los pueblos inmediatos, se decidió a socorrerla. Esta ciudad, continuamente sitiada o bloqueada había sido socorrida muchas veces por la columna de operaciones de Aragón, pero en el mes de enero hubo la necesidad de llevar a esta población un convoy de víveres que había sido preparado por algunos vecinos de Zaragoza y otros puntos fortificados. Entonces San Miguel se puso en marcha con su Brigada, compuesta de cuatro Batallones y tres Escuadrones; recogiendo el convoy a su paso por Caspe lo condujo al punto de destino sin que la fuerza enemiga le impidiese el paso.

Nombrado ya otro Segundo Cabo para el distrito, San Miguel quedó a las órdenes del General en Jefe de las fuerzas de Aragón para actuar con independencia del Segundo Cabo en la parte militar segregada de la autoridad de aquel Jefe.

Volvió Gandesa a ser acosada  de nuevo por el enemigo con mayores fuerzas y artillería, que eran muchos los apuros que pasaba y clamaba para que la socorriesen. Así lo prevenía también el gobierno a San Miguel, dándole amplias facultades para levantar la guarnición y sus habitantes, o para obrar de la forma más conveniente.

Su posición era muy crítica porque solo disponía de de tres Batallones y medio y tres Escuadrones, por lo que con tan poca fuerza debía internarse en un país dominado por el enemigo, tenía que abandonar su base de operaciones y atravesar tres ríos que debía dejar a su espalda, por lo que en caso de retirada ésta sería muy complicada; por otra parte veía un pueblo heroico a punto de sucumbir. Su elección no ofreció duda, el día 25 de febrero ya se encontraba con su Brigada en Caspe.

Con mucha satisfacción recibió el día 26 un aviso del Jefe de una División de Cataluña que se encontraba en Mequinenza, anunciándole su llegada para socorrer Gandesa y que por supuesto se ponía a sus órdenes. Le ordenó entonces que sin pérdida de tiempo se dirigiese a Nonaspe y de allí a Favara, desde donde unidos se dirigirían al punto que de proponían; pero al fin este Jefe, poniendo como pretexto la debilidad de su fuerza se negó a emprender el movimiento. 

Este hecho irritó mucho a San Miguel y después de dar parte al Gobierno de lo ocurrido, se dirigió a Caspe el día 28 de febrero, llegando a Gandesa el día 1 de marzo, con lo que levantaron el sitio las fuerzas que lo sostenían, estaban compuestas estas fuerzas por siete Batallones, y algunas piezas de artillería. Ante la imposibilidad de realizar expediciones para socorrer una población, puesto que de otro modo sería presa de los enemigos, fue preciso que los habitantes destruyeran los muebles que no podían colocarse en las acémilas e incendiando sus propias casas siguieron a San Miguel, el cual desalojando de tres posiciones sucesivas a siete Batallones y tres escuadrones carlistas, los condujo hasta Caspe, desde donde fueron enviados a la guarnición de Mequinenza. Por estas operaciones se le concedió la Gran Cruz de Isabel la Católica.

Encontrándose el día 7 de marzo en Muniesa observando los movimientos carlistas, recibió un parte en el que el Jefe Político de Zaragoza le informaba del intento de sorpresa llevado a cabo el día 5 en esta ciudad por Cabañero y de la muerte que dio el pueblo al General Esteller, por lo que le suplicaba que acudiese inmediatamente a Zaragoza. Lo efectuó así y reasumiendo el mando en jefe logró con su prestigio restablecer  el orden, efectuando el canje de más de 200 nacionales que se había llevado la facción enemiga, por el Batallón carlista que se había entregado en la iglesia de San Pablo, lo cual causón mucha alegría a los habitantes.

No siendo ya necesaria su presencia en Zaragoza, se dirigió a socorrer a Calanda que se encontraba sitiada por Cabrera; pero llegó tarde, hizo evacuar a Alcorisa, prosiguiendo su marcha a Cariñena impidiendo a L´Espinase saquear el lugar. Con fecha 15 de abril recibió el nombramiento de Segundo Cabo.

Reunido con el General en Jefe el día 9 de mayo, tomó parte en el levantamiento del sitio de Alcañiz y salió al encuentro de los restos de la expedición del conde de Negri.

En Alcañiz inviertieron los dos Generales cuatro días en reparar los destrozos de las fortificaciones y en preparar la toma de Morella, pero exigiendo su nuevo cargo de Segundo Cabo su presencia en Zaragoza, partió el día 16 de mayo desde Alcañiz para la capital, donde permaneció hasta el día 4 de junio.

Había acordado con el General en Jefe hacer un movimiento sobre Segura, lugar al que debían acudir los habilitados procedentes de Teruel con caudales para las tropas. Se reunió a este efecto el mismo día 1 de junio con la antigua Brigada de Aragón, que estaba situada en Belchite y marchó en dirección a Segura a donde llegó el día 5 al medio día, pero como ese día no llegó ninguno de los que esperaba regresó el día 6 a Muniesa con intención de pernoctar en Lécera; pero a llegar al primero de estos pueblos supo que Llangostera con seis o siete Batallones se encontraba en Oliete a tres leguas de distancia. Quiso entonces observar su movimiento y se quedó aquella noche en Muniesa. Al amanecer del día tenía sus tropas formadas a la expectativa y observó en las alturas contiguas grandes guardias de caballería y tropas de infantería. Era arriesgado atacar al enemigo en sus escogidas posiciones, siendo aún más arriesgado si bajaba a terreno despejado, pero con el objeto de engañar a Llangostera en vió su infantería hacia Lecera en formación compacta para desplegarse al primer aviso y él se quedó observando con la caballería en las inmediaciones de Muniesa. Llangostera cayó en el eñgaño y descendió con su División a perseguir a los que se retiraban. San Miguel los entretuvo con su caballería hasta que avanzaron lo suficiente hasta el llano y a una orden suya desplegó la infantería en batalla, tomando enseguida la ofensiva con una carga de caballería; rechazada ésta tuvo que replegarse sobre su flanco, pero una carga a la bayoneta produjo la dispersión de la infantería enemiga haciéndole dueño del campos de batalla; no sacando gran fruto de esta victoria por la superioridad numérica de la caballería enemiga, la cual protegió su retirada. Continuó entonces la marcha hacia Lécera donde pernoctó. El resultado de esta jornada fue el de causar al enemigo más de 300 bajas, teniendo un pérdida en las tropas propias de unos 70 hombres; fue mucha ventaja moral ésta por haber batido al enemigo con la mitad de fuerzas. Dejó sus heridos en Fuentes de Ebro desde donde fueron llevados a Zaragoza por fuerzas que se desplazaron desde esta ciudad.

En este tiempo se movió el General en Jefe desde Valencia por Teruel HASTA Ancañiz, donde dejó la artillería que escoltaba y a su regreso mantuvo una entrevista con San Miguel en Muniesa el día 11 de julio, donde le presentó el plan de operaciones contra Morella; pero aunque no muy de acuerdo ambos, el general en Jefe se dirigió hacia Teruel, mientras que San Miguel se dispuso a conseguir víveres para enviarlos al depósito general de Alcañiz y a donde llegó el día 19 de julio con la última remesa. Recibió el día 24 de julio la orden de partir, llegando el día 28 a Cintorres y al día siguiente a Morella, llevando la parte más importante con su División en la serie de combates en los que participó, rechazando a los carlistas hasta la fuerte posición llamada la Muela de la Garunda. Después de estas operaciones salió el día 30 con su División para Alcañiz en busca del tren de sitio; el día 2 de agosto volvió a Morella con un convoy de más de 250 carros, pero el camino era tan malo que tardaron 8 días en recorrer 16 leguas. El día 11 de agosto salió a practicar un reconocimiento con cuatro Batallones, pero tuvo un encuentro con el enemigo que contaba con 12 Batallones; sin embargo logró desalojarlos de todas las posiciones que tomaron en más de dos leguas.  

Este hecho de armas fue el último de aquella División, cuyas pérdidas pasaron de los 600 hombres. Terminadas las operaciones volvió a Zaragoza, a cuyas puertas casi se presentó Cabrera en Urrea del Jalón, donde fusiló a 30 nacionales que cayeron en su poder. Este hecho produjo gran irritación en los liberales de Zaragoza que trataban de vengar la muerte de sus compañeros. Esta crisis la describe San Miguel de la siguiente forma:

“Todos los partidarios de la causa que se defendía, irritados con este suceso (el fusilamiento de los nacionales de Urrea), trataron de vengar su saña en los que allí moraban y merecían el concepto de partidarios de Cabrera, asi como los infelices prisioneros que en número de dos mil aproximadamente esxitian en el castillo de la Alfagería y edificio de la Inquisicion. Tuve por consecuencia que obrar con la mayor energía para evitar víctimas hasta cierto punto inocentes, y que en manera alguna resarcian las pérdidas sufridas. Mas era por otra parte preciso dejar satisfecha la vindicta pública, y proceder de manera que sin causar grave perjuicio á las víctimas señaladas, se las pusiese en seguridad, satisfaciendo al mismo tiempo la ansiedad y grito público. Acordó por lo mismo, de convenio con las demas corporaciones y en virtud de listas que al efecto se le facilitaron por las mismas, la prisión de todas las personas sospechosas y que podían influir en el ánimo de las demas, y conducidas al castillo de la Alfagería, permanecieron en calidad de presas, y por este medio y bajo la custodia de la fuerza militar que guarnecía el puesto, quedaron á salvo de un impulso popuar, así como los prisioneros, que defendidos del primer golpe que contra ellos se intentó, estaban á cubierto de un segundo. Esta conducta atrájome la pública estimación, porque unos vieron en ella firmeza para mantener desmanes en los enemigos de la causa pública, y otros una medida conciliatoria que les aseguraba la vida. “

No pararon aquí las providencias tomadas por San Miguel en tamaño aprieto de las cosas públicas, sino que también reasumió en sí las atribuciones de las demás autoridades, con su aprobación y asentimiento, y con la mira de dar más unidad a sus disposiciones. Formó una junta de represalias compuesta de funcionarios públicos y personas más marcadas y conocidas de la ciudad, la que dictó cuantas resoluciones fueron necesarias en estos momentos tan extraordinarios. De todo esto dio parte al Gobierno y al General en Jefe, quienes aprobaron su conducta, principalmente el segundo, que en Valencia y en circunstancias análogas obró de la misma forma.   

1839

Sin embargo estas medidas tomadas en Zaragoza fueron motivo para que una parte del Gobierno se sintiese incómodo con San Miguel, por lo que a finales del mes de febrero recibió órdenes por triplicado para que inmediatamente se presentase en la Corte, donde hizo su presentación el día 8 de marzo al ministro de la Guerra, el cual le destinó en ese mismo momento como Segundo Cabo de las Islas Baleares. Resistió este nombramiento cuanto pudo, porque sabía que era una manera de destituirle de su mando en Aragón; pero viendo que era inútil, salió de Madrid el día 20 de abril y llegó a Valencia el día 1 de mayo, donde embarcó el día 19 y llegó a Palma de Mallorca el día 21, donde tomó posesión de su cargo al día siguiente, pero a finales de este mes se le destinó de cuartel a Valladolid, con la excusa de que no se había presentado antes para tomar posesión de su nuevo destino, siendo el motivo de este retraso el no haber encontrado ningún barco en Valencia que lo llevase a Palma de Mallorca , teniendo que esperar el corro, cuya salida se detuvo aún más a causa de una revuelta popular. Pasó nuevamente a la Península a pesar del intento del Capitán General de aquellas islas de convencer al Gobierno del error que cometía destituyendo a San Miguel por no haberse presentado a tomar posesión de su nuevo destino, habiendo efectuado el viaje sin pérdida voluntaria de tiempo; a lo que le contestó el ministro “que se atuviese a lo dispuesto”. Llegó nuevamente a Madrid y en el momento de su presentación el ministro le dijo que había sido nombrado Segundo Cabo de Castilla la Vieja, comprendiendo en ese momento la desconfianza que inspiraba al Gobierno. A mediados del mes de julio pasó a Valladolid y se encargó rápidamente de su nuevo cometido, trasladándose a León al mes siguiente para evitar un conflicto con las tropas de la guarnición como consecuencia de los disturbios electorales.

1840 a 1842

A principios del mes de julio de 1842 fue comisionado por el Capitán General para que se desplazase a Asturias con el fin de inspeccionar las fortificaciones de Oviedo y Gijón y disponer si se debían mantener o demoler. Decidió demoler las de Oviedo por ser transitorias y para así evitar un posible golpe de mano, lo cual no había ya que temer por haber finalizado la guerra; sin embargo decidió mantener las de Gijón y continuando las obras  por ser un trazado de fortificación permanente, lo cual convenía a la plaza en la costa de Cantabria. Finalizados estos trabajos regresó a Valladolid el día de septiembre; a su llegada había mucha agitación en la ciudad por haber tenido conocimiento de los hechos acaecidos en Madrid el día 1 de dicho mes, intentando secundar en Valladolid el pronunciamiento de Madrid el día 5 de dicho mes; fue impedido éste por el Capitán General, así como los conatos que se reprodujeron el día 6; pero el día 7 ya no fue posible resistir por haberse pronunciado ya Burgos, Palencia, Zamora, Salamanca y otras plazas, reconociéndose imposible de mantener la tranquilidad en la capital. Nombró entonces San Miguel una junta cuya presidencia recayó en su persona, recogiendo también el cargo de Capitán general interino por ausencia del propietario, que no quiso reconocer el nuevo orden de cosas y abandonó la ciudad con el pretexto de “tomar baños”.

Disuelta la junta una vez que el Ministerio_ Regencia empezó a funcionar, fue nombrado Capitán General de Galicia, cuyo mando tomó a principios de noviembre , desempeñando también el cargo de Senador con que se le honró en 1841.

1843 a 1845

En el mes de mayo de 1843 fue nombrado Capitán general de Castilla la Vieja, mando del que tomó posesión el día 1 de junio; el día 8 del mismo mes se vio ya hostigado por las tentativas de pronunciamientos que se reprodujeron en otras dos ocasiones, siendo reprimidos estos amagos con bastante dificultad; el día 25 de junio fue el escogido por los conspiradores para llevar a cabo sus planes, aprovechando la circunstancia de una verbena. conocedor de lo que se tramaba, dispuso la cancelación de dicha verbena y colocó una gran guardia de caballería en el prado de la Magdalena, que era donde debía tener lugar, con orden de impedir dicha reunión; destacó además patrullas y concentró el resto de la guarnición en el cuartel de San Benito adonde se desplazó y al que luego acudieron las demás autoridades fieles al Gobierno.

Desde las diez de la noche empezaron a recorrer las calles algunos grupos sin armas dando vivas al Ministerio López y acercándose a los cuarteles llamando a las tropas. A las doce en punto de la noche se oyó un repique de campanas en todas las iglesias que dio a conocer que era la señal acordada para nuevos sucesos, sabiéndose en efecto que la milicia nacional se había reunido en su cuartel; llamó entonces San Miguel a su Comandante, el cual le contestó con evasivas; antes de haberse resuelto nada se presentó a las autoridades una comisión de la milicia para hablar con el Ayuntamiento, que se encontraba reunido allí en sesión permanente, lo cual les fue concedido con el fin de ganar tiempo y ver si se podía salir de aquel conflicto con alguna ventaja. Al día siguiente por la mañana se presentó a San Miguel una comisión de la milicia nacional y otra del Ayuntamiento, con el primer alcalde constitucional a la cabeza, diciéndole que el pueblo estaba decidido a marchar con el Ministerio López y la Regencia de Espartero, por lo que querían saber si el Capitán General quería ponerse a la cabeza del movimiento popular.

No quiso éste adherirse a esta proposición y se dirigió inmediatamente a la Corte en busca de sus amigos políticos y desde entonces hasta 1853 estuvo de cuartel en varios puntos.

1854

Después de los sucesos de este año, que cambiaron totalmente las cosas políticas, fue promovido al empleo de Teniente General y nombrado Ingeniero General, cargo del que dimitió el día 25 de octubre de 1856. Falleció en el año 1860 

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