
El Frente Popular se constituyó inicialmente por los republicanos de Azaña y por el PSOE de Indalecio Prieto y Largo Caballero, si bien éste al final coló al PCE a pesar de la oposición de Azaña. En realidad, la denominación de Frente Popular no fue la denominación oficial de la coalición, pero de forma habitual se la llamó así y en especial después de las elecciones. El programa electoral del Frente Popular, aparte de ciertos puntos comunes claves, tales como una amplia amnistía de los delitos político-sociales cometidos posteriormente a noviembre de 1933, ponía de manifiesto las grandes discrepancias que existían dentro de la coalición.
En efecto, el programa electoral firmado el 15 de enero de 1936 decía: “Los republicanos no aceptan el principio de nacionalización de la tierra y su entrega gratuita a los campesinos propuesto por los socialistas. Tampoco aceptan las medidas de nacionalización de la Banca propuesta por los partidos obreros” ni el “control de las empresas por los obreros solicitado por los socialistas”. Además, resaltaba que “la República que conciben los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen de libertad democrática”
En suma, Azaña aceptó que se coaligase en el Frente Popular lo imposible, el agua y el fuego, con la intención prioritaria de llegar él al poder y luego ya se vería. Asumió el riesgo, y es responsable por ello de que terminasen llegando a la acción política las ideas y propuestas revolucionarias que su socio principal, Largo Caballero, quien pronto sustituiría a Indalecio Prieto como líder del PSOE, anunciaba en sus mítines.
Así, el 20 de enero de 1936, en Linares, dijo; La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo y, como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, hay que ir a la Revolución.
Días después, el 25 de enero, también en Linares (Jaén) dijo: Llamarse socialista no significa nada. Para ser socialista hay que serlo marxista; hay que ser revolucionario. […] La conquista del poder no puede hacerse por la democracia burguesa… Nosotros, como socialistas marxistas, discípulos de Marx, tenemos que decir que la sociedad capitalista no se puede transformar por medio de la democracia capitalista. ¡Eso es imposible!
El 30 de enero, en Alicante, Largo Caballero fue aún más radical. Afirmó que no aceptaría el resultado electoral si ganaban las derechas: Si triunfan las derechas, no nos vamos a quedar quietecitos ni nos vamos a dar por vencidos… Si triunfan las derechas, no habrá remisión: tendremos que ir a la Guerra Civil.
A esto hay que añadir que el órgano del PSOE, el periódico El Socialista, pocos días antes de las elecciones del 16 de febrero de 1936, publicó: “Estamos decididos a hacer en España lo que se ha hecho en Rusia. El plan del socialismo español y del comunismo ruso es el mismo”.
Eran palabras muy preocupantes. No manifestaban ningún respeto por la democracia, como tampoco Lenin lo había tenido en Rusia. Tenían, además, un claro precedente en la sangrienta Revolución de Asturias de 1934 y en la terrorífica implantación del marxismo revolucionario en la URSS desde 1917.
Respecto a los resultados de las elecciones de 1936, el estudio realizado en 1971 por el historiador Javier Tusell, señala que hubo un resultado muy equilibrado en cuanto al número de votos, con una leve ventaja de las izquierdas (47,1%; 4.654.116 votos) sobre las derechas (45,6%; 4.503.505 votos), mientras el centro se limitó al 5,3% (400.901 votos), pero como el sistema electoral primaba a las coaliciones esto se tradujo en una holgada mayoría de diputados para la coalición del Frente Popular. Algo similar, pero de signo contrario, había ocurrido en 1933, donde ganaron holgadamente las derechas porque las izquierdas fueron desunidas a las elecciones.
Por otra parte, los profesores Álvarez Tardío y Villa García, han cuestionado con argumentos de peso las irregularidades cometidas en la segunda vuelta electoral, en las provincias en que esta fue necesaria, así como las decisiones de la Comisión de Actas del Congreso que, al revisar actas discutidas, dieron una sospechosa prioridad a la validez de las actas de diputados de izquierda en detrimento de los de derecha.
Pero dejando esas discusiones de lado, los resultados oficiales dieron 125 diputados a Azaña, 99 al PSOE, 17 al PCE, 88 a la CEDA y 11 al partido Agrario, además de 36 a ERC y 10 a PNV, lo que colocó a Azaña y al PSOE con 224 diputados, muy cerca de la mayoría absoluta (237 diputados) de la Cámara, que pudieron conseguir sin problemas con el apoyo de otros grupos de izquierda.
El 19 de febrero Azaña, sin dar tiempo a la constitución de las Cortes, asumió de forma provisional la jefatura del Gobierno y formó un gobierno sólo con los republicanos, nombrando ministro de la Gobernación a Amós Salvador Carreras que lo fue hasta el 10 de mayo y que no realizó una adecuada actuación para frenar el creciente desorden público. Azaña, inmediatamente, tras haber asumido la jefatura del Gobierno, promovió que el 21 de febrero la Diputación Permanente del Congreso concediera, como estipulaba el programa electoral del Frente Popular, la amnistía a los sublevados de octubre de 1934.
Había llegado la hora para el Frente Popular de gobernar, pero el creciente clima de desorden y las palabras del PSOE eran muy preocupantes. Así, el domingo 5 de abril, en un mitin en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, Largo Caballero reiteró la posición que venía manteniendo en los últimos tres años: que «la clase trabajadora» debía marchar de una vez «hacia la dictadura del proletariado, que es la verdadera democracia».
El 7 de abril, de forma muy cuestionable jurídicamente, el Congreso destituyó al Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. El 15 de abril, Azaña presentó su gobierno ante las Cortes, pero ya con la idea de acceder a la Presidencia de la República. Y así fue. El 30 de abril, Azaña fue propuesto como candidato único a la Presidencia de la República, por todos los partidos que formaban el Frente Popular y el 10 de mayo fue elegido como presidente de la República. Se mantuvo en ese cargo hasta que presentó su renuncia el 12 de febrero de 1939.
El 13 de mayo, Azaña, ya como presidente de la República nombró a Santiago Casares Quiroga jefe del Gobierno, al cual cesaría Azaña el 18 de julio de 1936, tras el alzamiento de Mola y Franco. Casares Quiroga nombro el 13 de mayo, como ministro de Gobernación a Juan Moles, quien fue también muy pasivo ante el clima de desorden y violencia.
Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado
Autor del libro “Historia del Comunismo”
El Frente Popular de 1936 versus la Constitución de 1978 (1/4). Por Enrique Miguel Sánchez Motos
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- Administrador Civil del Estado.
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