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Cada vez tengo más claro que las cimas son -siguen siendo- la fuente de la ilusión… Y hasta hoy mismo… tratando de renovar el inmediato presente – que a la vez es mi futuro- he de reconocer que mi vida me resulta fascinante: soy el que quise ser de niño, cuando la pureza del pensamiento estaba lejos de la materialidad de la existencia…
Mis capítulos de vida… en situaciones comprometidas… incluso límites… muchas veces creo que no son nada frecuentes en la historia las vidas dedicadas al alpinismo…
Esos sucesos… muchos de ellos aquí narrados… me han dado un sentido de paz… reconociendo que me han instalado en el fondo de mí mismo… contento con mi destino de «buena y mala suerte» al mismo tiempo…
Para situar bien mi existencia diré que he reunido «grandes momentos»… más que éxitos deportivos… he vivido preciosas y peligrosas situaciones… he sido y soy al fin fundamentalmente «lo que me ha pasado»…buscando la esencia… compaginando la actividad trascendente e idealista de la escalada… las cimas y el alpinismo… con la elaboración de esos cuadernos de vida y reflexión que son los libros, los que busqué tanto cuando era un entusiasmado adolescente… que tanto me ayudaron a intentar encontrar el ser…
En los últimos años he ido creando mi propio personaje… «el barón de Cotopaxi», un caballero lleno de convicciones y virtudes antiguas… explorador-alpinista que recorre el mundo buscando la luz… en las cimas… para contar sus aventuras al regreso de expediciones y escaladas… y así contribuir a luchar contra la materialidad dominante…
Para ello necesitaría escribir algún libro más…
Mi personaje…el barón… debería vivir aventuras en las grandes regiones de la Tierra… el Himalaya… el Amazonas… el Ártico… el Sahara, pero no va a ser suficiente…
El barón de Cotopaxi… será quien escalé las cumbres del ideal… cuando mi débil y vulnerable persona no pueda alcanzarlas…
Confío mucho en mi personaje literario…estimando necesario su sentido del compromiso… del honor y del valor…
Al barón le ocurre como a mí… cuando necesita agradecer a lo «Alto» seguir vivo… superando estas extraordinarias vivencias que los alpinistas tenemos el privilegio de sobrellevar en nuestra alma…
A veces cuando me encuentro en la cima de una montaña… de la que pretendo bajar volando colgado del parapente… viendo el mundo… allá abajo… me veo débil y desvalido …
Y minutos después estoy en el aire… sintiendo los zarandeos del viento… entonces no tengo más remedio que reconocer la ayuda de Dios… Y eso me ocurre también en la escalada de cualquier montaña… baja o alta… cuando el miedo a la caída se presenta… y miro hacia abajo… y los seguros quedan lejos y soy el primero de la cuerda… En esos casos todos deseamos y pedimos ayuda…
Ahora que soy una “persona mayor de edad… libre de la petulancia juvenil… tengo presente que sin la ayuda de Dios… del Jefe del Destino…
«No habría podido sobrevivir tantas veces…»… ni podría seguir escalando con la mínima dignidad… aunque sean fáciles pasajes siendo guía de mi propia existencia…
Deseo que mi personaje literario… el “barón de Cotopaxi” pueda seguir diciendo… algo parecido a lo que dijo una vez el capitán Alonso de Contreras a Lópe de Vega y a sus muchos colaboradores en sus tareas literarias:
“He visto cosas que no podríais ni siquiera imaginar…”
Nosotros… los exploradores de montaña… no solo las hemos visto… sino que las hemos vivido en el hondón del alma…
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