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Un 2 de Agosto de 1899 nació en Madrid uno de los escritores e intelectuales vanguardistas más geniales, curiosos fascinantes y pintorescos que hemos conocido en España, y al que podríamos definir como nuestro Marinetti.

Hijo de un modesto empleado de imprenta que prosperó en el negocio de las artes gráficas creando su propia empresa, Ernesto Giménez Caballero se licenció y doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. A los 20 años, recién acabada la Gran Guerra, ejerció de profesor de español en la Universidad de Estrasburgo. Más tarde ganó la cátedra de Literatura del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. Fue también profesor de Literatura en la Escuela Oficial de Periodismo y ejerció durante varios años como diplomático en Iberoamérica.

En 1923 publicó “Notas marruecas de un soldado”, donde ya destacó por su narración de las memorias personales después de haber servido en la guerra de Africa. El libro, editado por él mismo y que le hizo famoso de la noche a la mañana, le supuso un proceso militar por desacato. Siempre tuvo a gala mencionar que en aquellas páginas, por vez primera en España, se reclamaba la asociación con fines políticos de los ex combatientes de la Guerra de Marruecos. Tras el pronunciamiento del General Miguel Primo de Rivera en 1923, Giménez Caballero fue absuelto por el propio General, que se declaró lector y partidario de las ideas que Giménez Caballero había expresado en el libro.

Animador de la vida intelectual de la década de 1920, fue un impulsor de las vanguardias literarias en España, tales como el surrealismo, el ultraísmo y el futurismo. Su “Yo, inspector de alcantarillas” es probablemente la primera publicación surrealista española. Destacó también como cartelista, inventor de los carteles literarios futuristas que firmaba como “Gecé”.

También se interesó por el cine, realizó varios documentales y cortos y fundó el primer cine-club en España, en el que se estrenó “La edad de oro”, de Buñuel, causa de altercados a la salida del Cine Callao. En un cortometraje de 1930, de un gran interés histórico y documental, producido y filmado por Giménez Caballero como director de “La Gaceta Literaria”, se pueden ver imágenes del homenaje a los intelectuales castellanos celebrado en Barcelona, invitados por intelectuales catalanes. Y también del homenaje al filósofo alemán Keyserling, celebrado en el domicilio del escrito Ernesto Giménez Caballero en la Calle Canarias, 41 (hoy 45) de Madrid, ambos hechos en el año 1930. Entre otros intelectuales, en las imágenes de este corto titulado “Noticiario Cine Club – Ernesto Giménez Caballero”, podemos ver las únicas imágenes filmadas que existen de Ramiro Ledesma Ramos, de ese mismo año, 1930

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Poco después de publicar, en 1927, “Los toros, las castañuelas y la Virgen”, afirmación esteticista de los valores castizos, fundó la más importante de las revistas de vanguardia españolas, “La Gaceta Literaria”, en la que colaboraron lo mejor de la Generación del 27, de la derecha y de la izquierda. “La Gaceta Literaria” que fundó en 1927, fue la revista de referencia de la vanguardia cultural española. Además de servir para introducir las nuevas tendencias culturales, en ella colaborarían los jóvenes talentos de su generación, como Alberti, Muñoz Arconada, Federico Garcia Lorca, Salvador Dalí o Buñuel, que luego se consagrarían como importantes iconos de nuestra cultura. También colaboraron en “La Gaceta Literaria” los principales escritores de las anteriores generaciones: Ortega y Gasset, Machado, Unamuno, Baroja o Azorín.

Fue un momento de eclosión cultural en España que dudaría poco tiempo. El torbellino político de los años treinta impregnó toda la sociedad e hizo saltar por los aires el ambiente de libertad cultural en poco tiempo. Ernesto Giménez Caballero girará ideológicamente hacia el fascismo, del que él mismo se consideraba su introductor en España, colaborando sucesivamente con las JONS de Ramiro Ledesma Ramos y con la Falange de José Antonio Primo de Rivera.

“Gecé”, firma literaria de Giménez Caballero, cultivó una posición original dentro del falangismo, a cuya mitología retórica tanto contribuyó. Por tanto, el origen del movimiento cultural nacionalsindicalista está en Ernesto Giménez Caballero, el cual fue uno de los primeros intelectuales españoles en abrazar abiertamente las ideas fascistas, de las que se sentía el «Precursor hispanida». Participó de forma destacada en la fundación de las JONS y en el nacimiento de Falange Española. De él salió la idea de unificar el falangismo con el tradicionalismo. Intelectualmente brillante, fue uno de los más excéntricos ideólogos del fascismo español. Intentó desarrollar un pensamiento anejo al fascismo que se presenta como alternativa del liberalismo o de las experiencias revolucionarias, donde el pueblo latino intenta trascender tanto al materialismo socialista como a las doctrinas individualistas. Aunque había sido renuente a utilizar el término fascismo en la década de los veinte, su pensamiento iría basculando objetivamente hacia un «fascismo panlatino o panmediterráneo» que sirviera las bases para un fuerte nacionalismo español, en obras como “Genio de España” (1932) en la que afirmaba: “¡Sed católicos e imperiales! ¡César y Dios! Esta es la voz de mando. Vosotros, y sólo vosotros, ¡volved a creer en vosotros!”, o “La nueva catolicidad” (1933).

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Entre sus ideas más estrambóticas había propuesto el nombre del socialista Indalecio Prieto como jefe y conductor del fascismo español. También propuso refundar la dinastía hispano-germánica con el matrimonio de Hitler con Pilar Primo de Rivera.  

Tras la guerra civil, su acción política se orientó, forzado por las circunstancias, al terreno diplomático. Ocupó la agregaduría cultural en la embajada española en Paraguay, luego en Brasil y en 1958 fue nombrado embajador en Paraguay, cargo en el que se mantuvo durante 14 años hasta su retiro. Se jubilaría en 1970 como embajador en Asunción (Paraguay). Era una forma elegante de mantenerle apartado de la política española.

Durante la transición volvió a brillar durante un tiempo, con la publicación de su autobiografía, “Memorias de un dictador”, que, según sus propias palabras, había dictado a una secretaria.

En 1985 obtuvo su último premio literario, el Premio Espejo de España, por su obra “Retratos españoles (bastante parecidos)”.

Murió en Madrid a la edad de 88 años el 14 de mayo de 1988.

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REDACCIÓN