18/05/2024 11:08
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Todo anda revuelto. Y por si fuera poco nos han traído la peste sanitaria -este inaudito atentado contra la salud mental y física de la humanidad- para acabar de encadenarnos. Todos vivimos divididos y en asechanzas los unos de los otros, como el gato y el ratón, o la araña y la culebra. Todos desorientados, asustados, emponzoñados. Por culpa de la complicidad de quienes deberían haber ejercido de opositores, los frentepopulistas, bien entronizados, se permiten dar la honra a unos y quitársela a otros. Es el dinero y la sumisión ideológica quienes gradúan e instalan en los pesebres respectivos.

Así, el hombre discreto y virtuoso, cursado en materias y de juicio sosegado y recto, se queda arrinconado, penalizado y calumniado. Pero a los sectarios, a los intoxicadores y a los «medias tintas» y, sobre todo, a los jueces consentidores, que han manchado sus togas con el polvo del camino, no les inquieta el futuro, porque saben que no habrá para ellos el durísimo castigo que su comportamiento merece. Jueces prevaricadores que han absuelto a canallas, con el cinismo del sastre que dice que los trajes que salen de su obrador sientan como un guante, pero que aprietan, afligen y angustian a quienes los visten, que son los ciudadanos aherrojados por su justicia.

Esa justicia está quitando a unos lo que justamente merecen, para dárselo a los corruptos que la tienen sobornada, o a quienes se les antoja. Jueces falsarios o cohechados, para los cuales la verdad y el juramento nada valen, que hacen de sus sentencias cañones devastadores para la libertad, la persona y la patria. Letrados de mala conciencia, amigos de enmarañar, trampear y dilatar, porque comen de ello. Y que, aun comiendo del sudor ajeno, comen, además, sin otro riesgo que el que pueda causarles su dudosa conciencia, pues nunca llega el día para el consuelo de los justos, cuyos ojos se hartan de ver públicos agravios ausentes de castigo.

Todo lo que para los frentepopulistas es impunidad, para sus críticos es culpa. Los jueces de la secta, que sólo ven inocencia entre los suyos, hallan sin embargo pecado en todo lo que se les opone. Son jueces de verdades muertas y enterradas, que dictan que ninguno de sus partidarios roba, miente o trampea; todos ellos cumplen con lo que deben. Viendo a los malos valer más que los buenos y a los corruptos más que los honrados, las personas razonables se echan las manos a la cabeza.

Teniendo el agua en la boca, la ciudadanía aún no ha decidido ponerles los pies en el pescuezo. Cerrando los ojos a lo que importa ver, cayendo una y otra vez en las trampas que les ponen, los pecheros, hasta ahora, pagan los vicios de quienes les roban; y callan. Sin pensar dónde, cómo y en qué lo distribuyen éstos. Sin caer en la cuenta de que la apropiación particular del dinero público es una acción intolerable. Y que no son unos pocos euros los que han sido hurtados, sino miles y miles de millones. Y lo peor de todo, que han hurtado la libertad y la verdad, es decir, la dignidad.

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Tanto los frentepopulistas como sus jueces o sus medios, son un costal de mentiras y malicias. Faltos de ley, falsos por sus cuatro caras. Su poder es grande, porque grande es la bolsa que han robado al Estado o han recibido de sus amos. Advenedizos, aves de paso con vocación de perpetuidad, ya los ves, ya no los ves. Tanto duran los favores recibidos como los favorecedores, pero cuando estos se acaban cada uno se queda tal como es: bazofia. Y cuanto más altas las dignidades obtenidas por quienes no las merecen, tanto más los hacen ser menospreciados.

Además, por si tales abusos no fueran suficientes, desean amputar fueros y cabezas, y porque buscan añadir más riquezas a sus latrocinios, siguen a los hombres discretos hasta descampado, y allí les probarán, ante sus jueces sobornados, que quieren poner fuego a España, siendo ellos, por orden de sus amos y gusto propio, los incendiarios. Robos y demás delitos públicos, tiranías y desvergüenzas, sólo por satisfacer a su malvada naturaleza, enriquecerse y vengarse de la prudencia, de los españoles que amaron y aman a su patria.

Entre el pueblo no se escucha ningún clamor reivindicando justicia, tal vez porque estas exigencias a mejores almas tocan. Pero es triste que esto sea así, que no se rompan las gargantas de la muchedumbre conminando a apresar a los ladrones. Porque, siendo cierto que los perros de las instituciones callan, pues les han echado pan a la boca, ¿qué es del pueblo? ¿Qué explicación razonable tiene su silencio, si no es la de su ruin indiferencia, su suicida desidia?

El diablo y la casta política -en la que, de momento, no se incluye VOX, a pesar de sus tropiezos- son la misma cosa. Y de paso que acopian beneficios ilegales, van forjando cadenas para aprisionar a los honrados. Son esponjas que chupan a los ciudadanos lo que luego exprimen en sus bolsas. El pueblo, en vez de aguzar los oídos, ha permitido que las abejas de Satanás le pongan la miel en ellos, y en ellos hayan hecho enjambre. Lejos de preocuparse para hacer vergel del huerto, ha cerrado los ojos y se ha dormido, al contrario que sus irreconciliables, que están siempre a la que salta, con sus cantos de sirena a punto, en una atalaya que con cien ojos vela, como ladrones en las torres de su malicia.

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Aunque aquí nadie ejerce como debe las responsabilidades de sus juramentos, de sus cargos o de sus ministerios, volvemos a toparnos con las acostumbradas y largas arengas de promesas ante las próximas elecciones regionales. Los políticos de la casta insisten, en sus discursos, en ir subiendo a los ciudadanos, de escalón en escalón, hasta el edén florido. Todo son horizontes despejados y maná cayendo de los cielos. El pasado y el presente no existen, sólo las virtuosas intenciones de quienes nos han esquilmado y humillado durante cuatro décadas largas.

Y ello es así porque orcos y barateros confían en la infatigable y suicida credulidad ciudadana, como si no nos conociéramos unos y otros. Lo cual lleva a algunos a la amarga sospecha de que tampoco ahora serán barridos definitivamente los tramposos. ¿Qué hace falta, entonces, para encarcelar a estos infames? Frente a aquellos que se la cogen con papel de fumar en relación con VOX, no habiendo otra cosa mejor ni más práctica a donde asirse, sólo se me ocurre que, a malas a malas, gobernados por VOX tendremos segura ganancia, pues hemos llegado a un extremo que no tenemos de qué nos resulte pérdida.

En fin, ni los amos lo pueden todo, ni se olvidó Dios del pobre. Siempre hay esperanza. Y esa esperanza, hoy, aunque para muchos -sus razones tienen- resulte inútil proclamarlo, se llama VOX. Ya habrá tiempo de pedirle cuentas cuando gobierne, si es el caso.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.