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Este Gobierno progresista debe hacer los experimentos con gaseosa. Son políticos con poderes sin poder. Ni celestiales ni humanos.
La peor velocidad es la que se emplea en dirección equivocada. Es irrelevante y contraproducente si vas en dirección contraria. ‘Cuando alguien va por el camino desacertado no necesita motivación para acelerarlo, sino educación para darle la vuelta, (Mahatma Gandhi)’. En este punto pienso que, ante tanto batiburrillo de improperios, barrabasadas y tropelías de nuestro Gobierno, lo más efectivo sería emprender tareas de pedagogía, educar a sus miembros en valores, soberanía y respeto, a cargo de la ciudadanía y el cuarto poder: La Prensa. Hay que reeducar y reinsertar a quiénes proyectan, sin ciencia ni estudios técnicos sobre la verdad, causando graves perjuicios a la sociedad. A la de antes, de ahora y mañana.
La gran asignatura, prescindir del enfrentamiento dialéctico y críticas a mansalva. Evitar los argumentos históricos y los razonamientos con sentido común, aprovechando que se trata del menos común de los sentidos. No saben, no responden. Es imprescindible, a estas alturas de la película, organizar una gran manifestación con clases presenciales y carácter general indefinida. Siendo necesario difundir prácticas educativas digerible y a modo de aprendizaje (mandarlos a la escuela). Sin acritud, es obligado lograr invertir la actitud de estos personajes que se obstinan en destruir la paz en un país ejemplar en el mundo: España. Este Gobierno progresista primero debe experimental con gaseosa.
Toda velocidad necesita un freno, y todo necio una escuela. Da la impresión que funcionamos a toda prisa, cuesta abajo y sin meta. Las secuencias de vida de nuestros dirigentes políticos pasan cómo destellos de luz, sin apenas iluminar el camino que recorren. Sus ideas relumbran menos que el flash de la lámpara de aceite. Poseen capacidad de olvido con más rapidez que el pensamiento. Un ritmo marcado por la sinrazón y escaso tiempo para cavilar, a la voz del ‘sálvese quién pueda’. Es propio del tipo de viaje que imprimen y el modo de vivir rio abajo, ansiados por las altas tecnologías y la pérdida de principios humanos. Estamos repletos de contrariedades, incertidumbres y miedos. La tela de araña que necesita este Gobierno.
Unos temores razonables por qué la sociedad se deja arrastrar por la inercia de; ‘gilipollas el último’. Politólogos de ‘carreras’ (alta velocidad), asesores sin experiencias ni escrúpulos, y políticos con poderes sin poder, ni celestiales ni humanos. Actúan por sectarismo, revancha e intereses unipersonales. Una alocada carrerilla con destino a ninguna parte y abocada a volver por sus fueros, mejor antes que tarde. Lo preocupante es que este sinvivir lo detectamos y sufrimos en medio de una parálisis social. Sin duda, es producto de acontecimientos incesantes y actitudes de líderes que imprimen reprís para ‘dejar a muchos atrás’, con el paso cambiado y sin avituallamiento. ‘La velocidad del líder determina la velocidad del ‘, que diría el entrenador de caballos americano Darrel Wayne Lukas.
Y, mencionando la palabra líder, nos llega cómo un resorte catapultado por un cañón de artillería el Presidente Sánchez. ¡Mira por dónde! Un flamante conquistador de sus libertades y amante de los silencios del prójimo. Un ‘estadista’ que traza estrategias para alzarse con poder vitalicio. Nadie duda de su gran contorsionismo, juego de cintura y su capacidad de esquiva. Hasta el extremo de engañar a sus propios seguidores, a Ferraz y a si mismo. Un fenómeno mental que hace trampas, se autoengaña y solo obedece al subconsciente. Se convence que es realidad y no percibe la falsedad de sus propias mentiras, ni el daño que produce.
Pedro Sánchez es un repúblico que descuella en el PSOE, de tal magnitud que ya no se habla de socialismo, sino de «sanchismo». Una especie de superdotado e insuperable que llega para rehabilitar la vida política, no solo las tesis de Pablo Iglesias fundador-socialista, quién dijo al presidente del Gobierno elegido democráticamente Antonio Maura: ‘Estaremos en la legalidad mientras la legalidad nos permita adquirir lo que necesitamos; fuera de la legalidad cuando ella no nos permita realizar nuestras aspiraciones’. Miserable frase que entronca con esta otra del vicepresidente ahora, dirigida a Pedro Sánchez en el debate de investidura: ‘A usted le han prohibido gobernar con nosotros… Sí, Felipe González, el que el pasado manchó de cal viva. ¿Se enfadan ustedes por qué digo la verdad?’. El autor es el ‘regenerador’, que al mismo tiempo es también Pablo Iglesias. Éste más al uso, en plan doméstico y con ideas extravagantes y trasnochadas del primero, es decir, de la ‘casta’. Ahora presiona para dejar libre a los autores del «Procés». No dejan títere con cabeza, hasta el punto que a lo bueno le llamamos malo, y lo malo lo entendemos cómo bueno.
Nos quitan la lengua (la vehicular), la bandera se puede quemar, los separatista se llevan lo que nos pertenece a todos, los pro-etarras acercan los presos y Sánchez se olvida de las víctimas, ‘por qué hace 10 años dejó de matar’. Sin embargo, si recuerda la Guerra Civil del año 36 y la dictadura de Franco, después de más de 40 años, la transición y la Constitución del 78, que todos aprobamos. España no dejará perder la Democracia y el Estado de Derecho, ni servirá cómo vil venganza de una guerra que venció a la violencia y qué jamás debió producirse.
Tenemos menos salud, somos más pobres y nos quitan la libertad. ¿Qué más puede pasar?
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