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Tal día como hoy de 1901 viniste al mundo, Roy. Ciento veinte años después, todavía te recordamos, enarbolamos tu bandera del inconformismo y, en nuestras múltiples e inagotables causas, jamás consideramos doblegarnos ante las imposiciones que, como un bumerán, retornan a nuestras vidas para chocar contra el escudo de nuestros íntegros corazones. Aunque no seamos de piedra, hacemos uso de su pétreo material cuando vienen mal dadas. No queda otra, cuestión de aguantar mecha y seguir batiéndonos con la espada de nuestra justicia.
Como decías cuando tradujiste a Paço D’Arcos en el ocaso de tus días, «escribir es conquistar la Muerte», legar a nuestros textos, versos o artículos ese inmortal poder inaccesible para su afilada guadaña.
Y para vivir, sin embargo, hemos de estar intoxicados de amor, de odio, de poesía, de literatura, de sueños, de realidades, de amigos, de enemigos, de verdades, de mentiras y de vino o cerveza. Da igual su calidad. Y su cantidad. El término medio, el equilibrio, basta. A veces, no lo manejaste bien y, así, pagaste las consecuencias con el veneno de tus ansiosos detractores.
Hallar esa ponderación, Roy, esa mesura, significa ser un virtuoso. Toda una proeza en este mundo actual lleno de curvas y vaivenes, de un constante y continuo subeibaja como consecuencia de tortuosos e inesperados tsunamis que, a diario, nos echan su particular pulso.
Si tuviese que recordar mi existencia o reminiscencias literarias, con toda seguridad, me toparía con un montón de libros y volúmenes. Muchos, leídos; algunos, interrumpidos, pero leídos; otros, inacabados. Pero nos iremos y ellos, indudablemente, se quedarán aquí per secula seculorum. La Muerte no podrá con su eterna presencia, con su sitio en el estante, su rastro en el papel o la pantalla, como la de estos renglones que ahora te añoran. Ella, a pesar de haberte dado una vida de ventaja, no se atreverá a batirse en un duelo con marchamo a derrota. Y lo sabe. Vuelvo a recordar aquello del «to write is to conquer Death» cuando hacías tus primeros pinitos con las traducciones del portugués.
Y hubo momentos y vivencias, muchos y muchas, que no permitieron esa culminación de pasar a la última página para divisar el conclusivo «The End«. Había más opciones, hubo interrupciones.
Siempre es bueno tener un plan «B» y un tercero, «just in case«. Llámalo «C». Sin embargo, en los tiempos que vivimos, ni siquiera una maleta de planes nos es suficiente. Se vive, quieren que vivas de su improvisación, del desastre de su gestión, de su impositiva normalización.
Y habrá campanas que, en última instancia, te salven o consigan despertarte del letargo en el que te hayas sumido. A medianoche, hoy, sonarán y, apurando el último trago, te recordaré, Roy, en este dos de octubre de 2021.
Salvado, despierto, amenazado o incomodado; brindaré por ti, por tu inmensa categoría literaria, tu lado más humano, tu vida más mundana, tus poemas más profundos.
Roy, «legionario» de duro pasado, testigo en vida de luces y sombras, del cielo y el abismo; poeta entre los poetas, all-rounder en un mundo que no cesa de dar vueltas, de repartir castigos, de mirar con la lupa del sectario revisionismo nuestros épicos recuerdos del ayer.
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