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La familia, al participar del patrimonio cultural de la nación, contribuye a la soberanía específica que deriva de la propia cultura y lengua. Hablé de este tema en la Asamblea de la UNESCO en París, en 1980, y a ello me he referido luego varias veces por su innegable importancia. Por medio de la cultura y de la lengua, no sólo la nación, sino toda familia, encuentra su soberanía espiritual. De otro modo sería difícil explicar muchos acontecimientos de la historia de los pueblos, especialmente europeos; acontecimientos antiguos y modernos, alentadores y dolorosos, de victorias y derrotas, que muestran cómo la familia está orgánicamente vinculada a la nación, y la nación a la familia.”.

Estas palabras pertenecen a Karol Józef Wojtyla, es decir al Papa y santo Juan Pablo II, y están extraídas de su Carta Gratissimam Sane a las Familias del 2 de febrero de 1994.

Wojtyla, nació en Wadowice (Polonia) el 18 de mayo de 1920 y fue el menor de los tres hijos de la familia. Su madre falleció cuando tenía los 9 años, su hermano mayor murió en 1932 y su padre, suboficial del ejército polaco, en 1941, dejando una profunda huella de sufrimiento que le acompañaría durante toda su vida.

Cuando las fuerzas de ocupación nazis cerraron la Universidad en 1939, el joven Karol trabajó en una cantera y luego en la fábrica química Solvay para poder subsistir y evitar la deportación a Alemania. A partir de 1942, sintió la llamada al sacerdocio, ordenándose en Cracovia, el 1 de noviembre de 1946, ciudad de la que llegaría a ser arzobispo, recorriendo un camino pastoral que lo llevó a ser elegido Papa el 16 de octubre de 1978.

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Karol Wojtyla estudió filosofía y teología obteniendo el doctorado en 1948, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. Entre sus principales documentos se encuentran 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones y 45 Cartas. El Papa Juan Pablo II también escribió 5 libros: Cruzando el umbral de la esperanza; Don y misterio; Tríptico romano, meditaciones en forma de poesía; ¡Levantaos! ¡Vamos! y Memoria e identidad.

Wojtyla sufrió en carne propia la opresión del totalitarismo, amó profundamente a su patria, su pueblo y su cultura, y ha sido una pieza clave en la caída del comunismo gracias a ese compromiso con la libertad inspirada por la fe cristiana en defensa de la Civilización Occidental.

Juan Pablo II en su carta nos habla de un principio esencial del pensamiento cristiano y tradicional como la soberanía, que es la libertad que emana de la naturaleza humana. fruto de la creación a imagen y semejanza divina. Además, aborda la idea de la nación, la patria, la cultura y la lengua, vinculadas orgánicamente con la familia, y finalmente de la persona que encuentra en ellos su soberanía espiritual trascendente y eterna. Todo ello forma parte de la identidad europea, es decir el legado del Occidente cristiano, que con sus victorias y derrotas merece ser rescatado, defendido y conservado en ese pilar de nuestra civilización que es la familia unida en un todo con la nación.

En la Carta Gratissimam Sane a las Familias, el Papa Wojtyla agrega: “El proyecto del utilitarismo, basado en una libertad orientada con sentido individualista, o sea, una libertad sin responsabilidad, constituye la antítesis del amor, incluso como expresión de la civilización humana considerada en su conjunto. Cuando este concepto de libertad encuentra eco en la sociedad, aliándose fácilmente con las más diversas formas de debilidad humana, se manifiesta muy pronto como una sistemática y permanente amenaza para la familia. A este respecto, se podrían citar muchas consecuencias nefastas, documentables a nivel estadístico, aunque no pocas de ellas quedan escondidas en los corazones de los hombres y de las mujeres, como heridas dolorosas y sangrantes.”. Estas líneas resumen el valor de la auténtica libertad con responsabilidad, en comunidad y enfrentada con esa falsa libertad individualista, carente de espiritualidad que ha demostrado a lo largo de la historia su trágico fracaso, que se puso de manifiesto en los regímenes sangrientos, materialistas y totalitarios, que aún hoy amenazan Occidente.

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Seamos como Karol Józef Wojtyla, seamos como san Juan Pablo II, seamos soberanos, defendamos nuestra nación, nuestra civilización e identidad, luchemos por nuestras familias, seamos libres, pero de verdad.

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José Papparelli
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