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El “juancarlismo” existió. Fue, podríamos decir, un subproducto ideológico de la izquierda qué si en un primer momento no le quedó más remedio que aceptar la Monarquía, en un segundo momento la aceptó por los réditos que recibía. Tanto fue así, que el asesino de Paracuellos, la repugnante “rata de Pontejos”, Santiago Carrillo y Juan Carlos I dos veces Borbón fueron amigos.

    Fue, y pudo ser así, porque Juan Carlos confeccionó un régimen a su medida después de aquella tarde-noche del 23 de febrero de 1981 con su gloriosa puesta en escena, que terminó aciaga: ni una Monarquía ni una República, sino un régimen personalista con derecho de pernada y sucesión propia.  

    Hoy no hay “juancarlistas”, pero los hubo, y muchos. Juan Carlos es hoy un apestado, primeramente, para su propio hijo, a quien dio trono, cetro y corona, saltándose el derecho legítimo de su primogénita…. ¡Lo que son las cosas! Que esto puede que no lo sepa Leticia Ortiz Rocasolano.

    Sin embargo, el subproducto se ha puesto nuevamente de moda. Es el “leticismo”, mal menor para la izquierda que no sabe cómo abrir el melón para traer la misma versión de la II República, pero que se consuela con saber que la esposa del Rey, Leticia Ortiz Rocasolano, es una de los suyos.

    Ahora bien, como antes los “juancarlistas”, estos, los “leticistas”, también desbarran, y bastante. Hoy le ha tocado el turno a JUAN RAMÓN LUCAS, qué con motivo del cumpleaños de Leticia, 50 años -ya va de vuelta-, no sólo hace un panegírico de la señora (“Cincuenta años”) en el diario (La Razón, 17 de septiembre de 2022) que dirige el hombre que está orgulloso de que su hija sea lesbiana, Francisco Marcuenda, sino que se atreve, él, que nunca sintió sentimiento monárquico alguno, en darnos lecciones sobre Monarquía y República. Que es la osadía propia de un cretino repitiendo cosas que ha escuchado sin advertir que a lo que se dice, se le pueden poner objeciones.

    ¿Qué dice Lucas? Pues lo que dicen todos para salir del paso y potenciar lo que les gusta y conviene… Que la Monarquía que define esta Constitución “es más eficaz que una República presidencialista”; esto es, más eficaz que la República de Estados Unidos o que la de Francia. Y para rubricar esta afirmación totalmente gratuita, Lucas se hace la pregunta recurrente y manida a la que estamos tan acostumbrados a la hora de plantearnos esta cuestión: “¿Sería más representativo y vertebrador un hombre o una mujer nacidos en el juego político y elevados desde una ideología concreta?”.

    Sin ir más allá de lo justo, y sin descartar la mayor, esto es, que la elección por parte del pueblo de la persona a presidir la Jefatura del Estado es la opción más democrática y constitucional, supuesto que todo el poder del Estado emana del pueblo. Decirle a este señor dos cosas muy breves: que hay Repúblicas eficaces y Monarquías que son un fracaso; y que el candidato a presidir una República no tendría que salir necesariamente de las filas de un partido político, siendo incluso que, para mayor seguridad, la persona elegida sólo permanecería en el cargo cuatro años. ¿Se ha preguntado Lucas cómo sería el quehacer de un Felipe González, YA DE VUELTA DE TODO, cómo presidente de la República Española?… Por más que me disgustase que lo fuera.

¡Por una Jefatura de Estado -sin descartar el cesarismo- con potestad y autoridad real, qué no figurada, en beneficio de España!

 

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Pablo Gasco de la Rocha
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