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La pregunta es: cuantos engaños, mentiras, trampas, cabronadas de infinitos tamaños y traiciones espectaculares a sus legítimos derechos es capaz de soportar la sociedad española, sin que se le mueva un «kiriki» del cabello, o se le hinche al menos uno de sus huevos, habida cuenta la constancia en esos usos por parte de su más alta autoridad representativa -porque es sabido que la máxima representación de todos los habitantes es el presidente del gobierno en cualquier país del mundo-.

No es faltar a la verdad asegurar que hasta la fecha de hoy, por todo aquello y por todo lo que se me ha olvidado escribir al principio, sin presentar ninguna señal de extrañeza, enfado, seria repulsa o inflamación testicular, que hiciera la suficiente presión para que esa máxima autoridad, por muy terco que pudiera llegar a ser -aunque lo fuera más que una mula-, se detuviera a reflexionar sobre su funesta actuación, y comprendiera que no es para eso, lo que día sí y día también está perpetrando contra la integridad física y económica de los españoles, como si fuéramos sus más encarnizados enemigos, para lo que se elige a un presidente de gobierno, ni aunque fuera de aquella manera tan barroca, sino para perseguir y alcanzar la posibilidad de que a sus representados, los que le vienen pagando su suculento sueldo, la vida les sea más cómoda y gratificante. Una vez bien reflexionado, así como alguien al que se le ha encendido la bombilla y despertado el gramo y medio de inteligencia que le mostrara el buen sentido, se decidiera a abandonar el palacete en el camino a Galicia, y emprender la senda que una flecha indicativa de la Dirección General de Tráfico que claramente señala por donde se debería ir a tomar…se un descanso largo, largo, larguísimo.

¿La contestación? Eso es algo que para mayor vergüenza de quienes deberían asumir el mando de la protesta, incruenta pero firme, están a la espera de que aparezcan en el horizonte político esas gentes valientes y generosas en la lucha -en otros tiempos- que exponga, en el solitario punto «cero» del campo de batalla recibiendo cuanto se les venga encima, y si por milagrito del Cielo venciera, entonces, ya no faltarán  los que prestos se unirán a las celebraciones. Los primeros, quienes teniendo mucho que defender, se quedaron a la espera.

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¿Exagerado? Ahí está VOX; ahí están sus gentes, expuestos a las más feroces críticas vertidas desde la práctica totalidad de los medios de información. Falaces adjetivos dichos a coro por las más podridas bocas del deslucido conjunto de partidos, partidillos políticos, asociados con la más degradada chusma antidecencia interesadamente reclutada para apuntalar la posición alcanzada.

Silenciadas, cuando no justificadas y propiciadas desde los partidos rojos, de toda clase de agresiones e insultos, simplemente por practicar y defender todo lo que desde siempre fue España.

Ahí están sin dar un solo paso atrás, valientes mujeres y hombres de bien. Todas ellas, mira que es difícil un pleno, delicadas, bellas e inteligentes y con un piquito de oro, que ya, ya. Ellos elegantes… Varoniles… Y echaos pa lante -¡coño!, no me salía-, con un discurso certero, que es lo que a esta gente tan casposa más les molesta.

Dejarles solos es una cobardía; un asqueroso crimen que yo no cometeré jamás.

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.