20/09/2024 14:38

Hoy que recordamos a los Seres Queridos que se marcharon, quiero relatar las señales de mi Padre desde el Más Allá. Este Día de Todos los Santos no hablaré de los asuntos terrenos y baladíes-el polvo retorna al polvo-siniestros y plenos de incertidumbre que acongojan en este mundo dispar de locura y codicia; lo que quiera Dios que sea, será; es curioso que preocupe tanto la vida y nos olvidemos de sus calamidades con la muerte. Quiero creer en el olvido de lo malo y la efervescencia de un recuerdo luminoso por lo bueno vivido. Quizá detrás de eso que llamamos muerte hay otra sala donde experimentar, como en esta, otra vida. Salas y espacios, como las muchas moradas que decía Jesús cuando hablaba de nuestro Padre infinito. La llave de esa sala sólo se obtiene con un último suspiro, así que se comprende la fijación de la Humanidad por desear comprender el misterio con el que se nace para desaparecer con él. Más les valiera a los que siembran despreocupadamente, con la ventaja de la inmoralidad en sus actos, reflexionar sobre la muy posible certeza de que todo está atado y bien atado, incluso la continuidad del alma pese a la grotesca-no deja de ser bella-y engañosa apariencia de la materia. Luego será eternamente tarde.

Quiero ver la Luz también en esa dimensión que resplandece fuera de estas sombras. Porque tuve mi Luz en él, mi padre, como un destino eterno en este capítulo aparentemente limitado en el que nací. Destino seguro: así fue el amor y la admiración que profesé por Pedro Fernández Labrador, mi amado siempre Padre cuyo nombre está esculpido sobre una lápida. Asombrosamente, después de él, la vida continuó.

Las noticias copan los tiempos efímeros que jamás trascenderán cuando finiquite el calendario del que somos protagonistas. El polvo se convierte en polvo, dada la advertencia de que lo terreno es ese viaje fugaz que borra las huellas para convertirlas en una lápida cincelada con un nombre olvidado que perdurará en la soledad del cementerio. Con la muerte de mi padre comprendí verdaderamente el ciclo de la memoria existencial, las vibrantes emociones de lo vivo y el destino de lo añorado. La melancolía está implícita en el amor que profesamos desde ese presente continuo que luego se diluirá con la urgencia de la muerte; al menos resta la cotidiana querencia de quien se abraza a la memoria, sumisa y resignadamente, con una fotografía en las manos.

Mi padre murió ajusticiado con los primeros embates de la extraña pandemia que sirvió para justificar un genocidio protocolario que se llevó la vida de decenas de miles de personas cuyo pecado consistió en ser ancianos. Luego la criba ha sido mayor con esos pinchazos que han desatado inexplicablemente lo que Enrique de Diego vino a denominar acertadamente repentinitis. Pero esta es otra historia que no relataré hoy.

Este hoy, Día de Todos los Santos se lo dedico a mi Padre con quien, sin dilatar tantas emociones que me costaría relatar en múltiples textos, hice un pacto de que nos daríamos alguna señal en el caso de que uno se fuera antes que el otro. Él se marchó un 29 de marzo de 2020 y aunque estas intuiciones son muy de uno, intimistas e intransferibles, creo que pude percibirle durante unos meses. Percepciones muy sutiles, señales sobre la piel, la integración de unas emociones taxativas, dulces y contagiadas de tristeza por no poseer la certeza de que lo sentido provenía de él. Bajaba al garaje antes de subirme al dormitorio y le daba un poco de brillo a la moto como un ceremonial de calma asociado a esas impresiones que sentía despidiéndome de él todas las noches con un te quiero… Hasta que un día no sentí ni esa sutil relación de caricias instintivas. Se lo comenté a mi mujer: de repente, ya no capté esa mínima señal de un deseo que se traducía en livianas sensaciones de rara cercanía que no retornaron. La última vez fuera del garaje, advertimos un comportamiento extraño de nuestra perrita Dharma, que temblorosa se quedó frenada en las escaleras cuando, como de costumbre, subía a los pisos superiores de la casa; extrañados mi mujer y yo, bajé y la cogí en mis brazos… para advertir de inmediato el aroma personal de mi padre según subía los peldaños. Luego de aquello, toda sensación desapareció definitivamente. Mi mujer decía que había pasado a despedirse. Así pasó el tiempo hasta  abril del 2023.

Este año sucedió un prodigioso e inexplicable motivo para pensar que algo se había relacionado con mi padre del modo más aparentemente casual, pero que significaba mucho más, allende la apariencia de lo cotidiano que se me convirtió-con testigos de mi experiencia personal- en un milagro y por ende, en esa señal acordada entre los dos que se entabló para que con una promesa de amor supiéramos de algún modo que nos encontrábamos bien en el caso de haber traspasado el velo de Maia. Deseo narrarlo, describirlo aunque sea en síntesis porque me sería imposible describir lo que supuso recibir una señal de mi Padre tan elaborada como prodigiosa. Existe una hermosa Sabiduría que proviene del alma y se manifiesta sobre la Tierra. Y así comprobé que mi Padre cumplió la promesa de avisarme que se encontraba bien tras el aparente manto oscuro de la Parca. No podía ser de otra manera porque él fue un hombre bueno en el sentido inabarcable del concepto. Honrado, entregado con emoción por los demás, un padre maravilloso y que miró siempre por el bien de sus seres queridos.

Aquel día tardé en contactar con atención al cliente de Gen__ para finalizar los trámites de la reparación de una tubería del garaje que nos propició elevadas e inusitadas facturas de agua. Una de esas vicisitudes que ocurren y forman parte de las sorpresas con que nos obsequia algún amanecer que otro. Problema y solución: en eso consiste el trámite de la vida y soportar las embestidas, como aprovechar las buenas rachas para que la olas nos alleguen a las orillas de la tranquilidad, que no es poco en estos tiempos de zozobra. Habíamos remado mucho para llegar a esas orillas calmas después de que el seguro reparase la fuga, cuando una amable señorita al otro lado del teléfono me pidió el número de carné para identificarme como asegurado.

LEER MÁS:  El buenismo es buenísimo. Por Sebastián Urbina

Cuando se lo di , la gentil operadora creyó identificarme con mi nombre :

-Correcto, caballero, es usted entonces Pedro Fernández Labrador.

Cuando con la identificación de mi carné esperaba escuchar como de costumbre mi identidad, apenas reaccioné al escuchar el nombre de mi padre fallecido hace más de tres años. Al poco, más consciente de ello, respondí que no era mi identidad sino la de mi padre. Al momento la amable señorita asintió y dijo que, efectivamente, mi número de carné de identidad estaba reflejado en la base de datos a nombre mío. A continuación despachó mi consulta y nos despedimos.

Al colgar  fui aún más consciente de lo extraño que era dar mi número de DNI y que en la base de datos apareciera el nombre de mi padre, aunque fuera fugazmente porque luego la identificación fue normalizada. Así que con esa duda sobre un algo asombroso e indefinible que era escuchar el nombre de mi padre cuando sabíamos la familia que no se había asegurado allí, tomé el teléfono de nuevo para llamar a Gen_____ En esta ocasión me atendió otra amabilísima operadora:

-Buenos días, señorita, le llamo porque acabo de gestionar un siniestro con una compañera suya y me ha pasado algo harto extraño que necesito aclarar. Al dar el número de DNI mío, su compañera me ha identificado con mi padre, Pedro Fernández Labrador, que falleció en marzo del 2020 con los primeros coletazos del coronavirus.

-Por favor, dígame su DNI-tomó la iniciativa la amable señorita que me escuchaba con atención.

Al dárselo apareció en la base de datos mi nombre de nuevo, sin ninguna mención a mi padre.

-Muchas gracias, señorita, así es como debería haber sido al principio. Le ruego que me comprenda pues estoy muy sorprendido de que haya salido el nombre de mi padre al facilitar anteriormente mi DNI. ¿Sería usted tan amable de decirme si hay algún asegurado a nombre de mi padre Pedro Fernández Labrador?

Al poco, con exquisita afabilidad la operadora me confirmó que, efectivamente, estaba asegurado un inmueble de 4 plantas en una calle de Leganés a nombre de mi padre. Lo que me resultó epatante porque mi padre había dejado inmuebles en herencia, pero que supiéramos la familia, ninguno en Leganés. Así se lo expliqué a la operadora y le enumeré las sorpresas que me producía todo aquello:

1-Lo muy extraño que resultaba dar mi número del DNI en la primera llamada y aparecer el nombre de mi padre en vez del mío, para que lde inmediato la base de datos reflejara correctamente mi identidad.

2-Llamar por segunda vez y descubrir que mi padre estaba asegurado en G____ cuando entre sus documentos no pareció ningún seguro con esta compañía.

3-Además, un seguro por un edificio de 4 plantas radicado en Leganés, ciudad en la que mi padre no tenía ninguna propiedad.

4- Si mi padre había fallecido en marzo del 2020, ¿ cómo era posible que siguiera en vigor el seguro y que se estuvieran pagando los recibos durante los años posteriores y estuviera listo para renovación?

La mujer se contagió de mi extrañeza y solidariamente, con una humanidad excepcional, me sugirió ponerme en contacto con una persona intermediaria, a modo de corredor de seguros o broker, que llevaba los asuntos de mi padre más de tres años después de su marcha. Me facilitó el teléfono de contacto en tanto tomaba creciente consciencia de que lo que estaba viviendo poseía un misterio de cariz intimista, tratándose de mi querido padre que de repente volvía a tomar un marcado protagonismo más allá de la nostalgia y del recuerdo imperecedero de todos los días. Esas emociones que no abandonan , así pase el tiempo si es amor verdadero.

Le agradecí profundamente su comprensión y nos despedimos deseándome lo mejor en estas inopinadas pesquisas que tenían como protagonista a mi padre, mi añorado padre al  que sólo podía ir a ver al Cementerio de San Justo.

Inspiré profundamente y marqué el teléfono del intermediario de mi padre sobre una propiedad en Leganés de la que nadie tenía la menor noción, según me comentaron mis hermanos a quienes puse en antecedentes de lo que había sucedido al llamar al seguro. Me atendió un hombre con quien tuve un rápido intercambio de información respondiendo con brevedad a mis preguntas, después de narrarle el porqué de mis indagaciones. La persona que me respondió, también con suma amabilidad, estaba a punto de recoger a sus hijos del colegio y nos emplazamos para una hora más tarde con una llamada en la que me ayudaría a solventar mis dudas.

Previamente me ratificó conocer a mi padre Pedro Fernández labrador, aunque quien más le había tratado era su propio padre que había fallecido en el 2022. Nos dimos mutuamente el pésame y me comunicó comprender el encadenamiento de extrañezas que me habían llevado hasta él.

Apenas una hora después me llamó desde el despacho dispuesto a hojear los expedientes y documentos relacionados con mi padre y el seguro que se estaba pagando puntualmente hasta ese mismo momento, más de tres años después de su muerte, enterrado en soledad y sin poder velarle, como a mi suegro un mes después, por el ilegal confinamiento que practicó el hijo de Satanás Pedro Sánchez.

LEER MÁS:  Profanan una Cruz en El Puerto de Santa María...Levantarán otra más grande y más robusta

Con afabilidad dijo recordar a un hombre muy amable que pasaba por el despacho de su padre y que ese inmueble estaba asegurado durante décadas, aunque se había cambiado varias veces de compañía de seguros. Además se extrañó porque pensaba que mi padre estaba vivo, aunque no recordaba bien la última vez que lo vio en aquellas esporádicas visitas al despacho.

-Efectivamente, es Pedro Fernández Labrador que tiene el inmueble en la calle ______ de Leganés. A unas dos manzanas de mi despacho.

A continuación me recitó el DNI de Pedro Fernández Labrador… cuya numeración no coincidía con el DNI de mi padre. Y ahí el misterio parecía tornarse aún más sorpresivo porque al decirme la fecha de nacimiento tampoco había coincidencia y además, la otra persona que se llamaba y apellidaba como mi padre, Pedro Fernández Labrador ¡estaba vivo! Por un momento, con esa extraña confusión de un sortilegio infinito, mágico e inesperado , una sola décima de segundo creí sentir que Pedro Fernández Labrador volvía a estar vivo.

Pedro Fernández Labrador era otra persona con la misma identidad formal de mi padre. Un Pedro Fernández Labrador cuya tumba visitaba con su nombre tallado para llevarme conmigo la helada vibración de una amargura contenida, porque la existencia te obliga a formalizarte con la tragedia y a tragarte la pena para seguir lidiando con los problemas, como fue esa fuga de agua que me llevó sorpresivamente a mi padre. A veces había tenido sueños de los que me despertaba con la realidad de mi padre vivo, antes de sucumbir en este mal sueño que es cada amanecer sin él.

Una vez me despedí de aquella buena persona que como la operadora se había volcado en ayudarme, pude recapitular sobre lo que había vivido con un inesperado frenesí de templanza… ¡cómo expresar las emociones de esos momentos en que perseguí amorosamente a mi padre!

Aquietado, examiné los hechos:

1-Llamé para informarme sobre la reparación de una fuga de agua y al dar mi DNI me identifican como mi padre. Al instante la operadora al volver a introducir los números me comunica que en realidad se corresponde con mi nombre.

2-Llamo extrañado por la aparición del nombre de mi padre y descubro que figura como asegurado. Lo que no explicaría que al dar mi DNI saliera en la base de datos él.

3-Me entero de que el seguro cubre un edificio de 4 plantas ubicado en Leganés y que se siguen pagando religiosamente los recibos, años después de fallecer mi padre.

3-La operadora me facilita la localización del broker que se supone intermedia para pagar el edificio asegurado en Leganés.

4-Redundo en la extrañeza de que mi padre pague un seguro después de fallecer y en una localidad donde la familia no conocía propiedad alguna.

5-Con el intermediario descubro que hay otra persona llamada Pedro Fernández labrador pero que no es mi padre y además sigue vivo.

Y me digo que puede ser que exista una persona que pase por la vida con el mismo nombre y apellidos de otra . De hecho mi madre comentó que en su boda, allá por los sesenta, apareció en el periódico donde se anunciaba el acontecimiento social, otro Pedro Fernández Labrador, aunque no era militar. Puede ser que existan esas casualidades y que estén más cerca de lo que pensamos. Pero no dejo de preguntarme por qué apareció fugazmente en el ordenador de la compañía de seguros el nombre de mi padre cuando me estaba identificando con mi DNI… Para luego comprobar que sí existía un asegurado con el nombre de mi padre creyendo que era él mismo porque… ¿ cómo iba a sospechar que alguien se llamase igual? ¿Es posible tal sucesión de inteligentes casualidades?

Y mi conclusión es plácida para el alma que sabe que las casualidades no existen. He comprendido que mi Padre cumplió aquel pacto de amor y no me olvidó ni en su Sueño Eterno. Y así lo he relatado por si alguien necesita un consuelo de esperanza o una fe cierta basada en esas causalidades que guían imperceptiblemente nuestras existencias hasta que retornamos al abrazo de quienes nos aguardan. Profundo y emotivo Día de todos los Santos.

Te Quiero, Padre, el mejor que Dios me dio. Cada día de mi vida es un Homenaje a Ti.

 

 

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
https://www.linkedin.com/in/ignacio-fern%C3%A1ndez-candela-59110419/
Suscríbete
Avisáme de
guest
4 comentarios
Anterior
Reciente Más votado
Feedback entre líneas
Leer todos los comentarios
Miguel Sánchez Asenjo

Mi querido amigo Ignacio:

Sin duda, tu padre en el cielo estara contento, viendo a ese buen hijo que dejó a la fuerza, por los terribles crímenes de ancianos, encubiertos en una PLANDEMIA, orquestada, para eliminar a tantos y tantos ancianos, que ya no producen, solo gastan, aún sabiendo que toda su vida la han dado, para enriquecer a un Estado de desecho moral, físico y derrochador en beneficio propio.

El legalizar e imponer la Eutanasia, era fundamental, para encubrir a tantas y tantas manos llenas de sangre.No sabemos la magnitud de las matanzas encubiertas, pero si sabemos los millones de niños asesinados, sin dejarles ver la luz.

Descanse en paz, tu amado padre y tu también descansa y ten la mente tranquila, porque nada pudiste hacer, contra los demonios que padecemos y los que con sus aplausos o escondidos entre las tinieblas, pasan de las terribles matanzas «democraticas» que ocurren, en este denostado País, que dejó de ser católico, abandonó sus Valores y se ha dedicado a mantener a la peor escoria, que jamas tuvo en toda su gloriosa hsitoria.

Un abrazo, con mi sentimiento hacia tí y a tu bendito padre, que ahora está con el Altisimo.

Miguel Sánchez

Lola Castellon

Se que está en el lugar privilegiado de los hombres buenos y honestos🙏

Ana Isabel

Ya sabes, amigo Ignacio, que acostumbrada a ver milagros y experiencias de este tipo no me sorprende lo más mínimo, este anecdótico relato que has vivenciado. Gracias por tu lucha incansable por hacer justicia y decir la verdad o la verdad de unos cuantos que vemos más allá de las cortinas. Gracias

4
0
Deja tu comentariox