17/05/2024 08:13
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Eran multitud los que pensaban que el debate de investidura no tenía razón de ser, dado que el candidato popular, Alberto Núñez Feijóo, no tenía los apoyos suficientes para ser elegido presidente del Gobierno español, como efectivamente así ha sido. Sin embargo, los que así pensaban se equivocaban de cabo a rabo, ya que dicho debate, más allá de su resultado final, no ha podido ser más esclarecedor, al poner de manifiesto la catadura moral y el respeto al Estado de Derecho que tiene cada una de las fuerzas políticas con representación en el Congreso de los Diputados. Así, la ciudadanía española ha podido comprobar de primera mano lo que es y representa la dupla constituida por el PP y Vox y su absoluta divergencia con lo que es y representa la coalición formada por socialsanchistas, comunistas e independentistas.

Subió Núñez Feijóo al estrado y, con una elocuencia inusitada en medio de la generalizada mediocridad que en los tiempos actuales corroe a la política española, fue desgranando un discurso en el que se conjugaba la firmeza en la defensa de los valores democráticos con el conocimiento de las medidas a tomar para paliar la crisis institucional y económica que asola a la sociedad española, envolviendo todo ello, para rematar la faena, con la túnica del aplomo, la serenidad y la siempre imprescindible cortesía parlamentaria.

Esquemáticamente la exposición de Núñez Feijóo puede dividirse en tres grandes apartados, de tal formo que, en primer lugar, desarrolló su programa de gobierno, en segundo lugar, arremetió con argumentos incontestables contra los vicios antidemocráticos y anticonstitucionales que caracterizan al sanchismo y, por último, agradeció el apoyo parlamentario recibido por los grupos parlamentarios ajenos a su formación, resaltando el patriotismo y generosidad demostrada por Vox al ofrecerle sus votos de forma incondicional.

Así, en lo que a su proyecto político se refiere, abogó sin subterfugios por una “regeneración de las Administraciones Públicas”, con la finalidad de mejorar tanto su efectividad como su eficiencia, mediante una reducción del gasto político improductivo, una disminución del exceso de burocracia, el establecimiento de un marco jurídico que garantice el correcto funcionamiento del sector público y, en definitiva, la optimización de la utilización de los fondos públicos en aras a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. A su vez, planteó la ineludible necesidad de llevar a cabo lo que denominó un “pacto de saneamiento de la economía”, orientado fundamentalmente a disminuir la excesiva carga fiscal que padecen trabajadores, autónomos y empresarios, para, de esta forma, aliviar los costes de producción que padecen los empresarios para hacerlos más competitivos en un mercado globalizado, incentivar a los emprendedores y atraer la inversión extranjera, todo ello con la exclusiva finalidad de estimular la creación de empleo y el crecimiento económico. Por último, se comprometió, por un lado, a garantizar un ordenamiento jurídico que asegure la igualdad de todos los españoles ante la ley y, por otro lado, a defender la vigencia de un Estado de Derecho basado en la separación de poderes y, en consecuencia, la independencia absoluta del Poder Judicial. En definitiva, el programa político y económico presentado por Núñez Feijóo vino a sentar las bases de la sustitución del camino de servidumbre y miseria propio del socialcomunismo por el florecimiento del bienestar social característico de las democracias liberales.

Tras la exposición inicial de Núñez Feijóo le tocaba el turno de palabra a Pedro Sánchez, pero el psicópata monclovita recurrió a una de sus habituales triquiñuelas, mandando al estrado en representación suya a un diputado socialista de base como Óscar Puente. Con esta sucia artimaña pretendía P. Sánchez enfangar y desvirtuar el debate, pero el tiro le salió por la culata, ya que demostró no solo carecer de argumentos para replicar al líder de los populares, sino también ser incapaz de decir la verdad acerca de la naturaleza de sus acuerdos con el entramado independentista, consiguiendo de esta forma retratarse a sí mismo como el trilero que es y retratar a su grupo parlamentario como la secta de adocenados y serviles mamporreros en que se ha convertido el partido socialista.

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El caso es que fue salir Óscar Puente al estrado y más pronto que tarde se pudo comprobar que aquel que rebuznaba, porque hablar en sentido estricto no hablaba, era una extraña y grotesca mezcla de macarra barriobajero y bufón medieval, que iba enlazando una detrás de otra una sarta de mentiras, improperios, insultos y despropósitos, que convirtieron su discurso en la imagen prístina de la violencia verbal y la incapacidad intelectual. Como decir no dijo nada con una mínima enjundia, hubieron de ser los líderes independentistas catalanes y vascos los que a lo largo de sus intervenciones explicaron sin ningún tipo de ambigüedad que tras el silencio de P. Sánchez y el discurso vacío de contenido de su lacayo se escondía el siniestro pacto establecido entre todos ellos para romper definitivamente España por medio de la promulgación de una “ley de amnistía” para los golpistas catalanes y la celebración de referendos de autodeterminación tanto en Cataluña como en el País Vasco, subvirtiendo de esta forma el orden constitucional y eliminando el principio de igualdad entre españoles.

En sus respuestas a unos y a otros fue cuando Núñez Feijóo dio una lección de saber estar, saber comunicar y, sobre todo, saber desmontar argumentalmente las falacias de los socialistas, y los delirios de los comunistas y secesionistas. Así, el político gallego comenzó arremetiendo contra P. Sánchez por demostrar al pactar con el entramado independentista que su inmoralidad es tan exacerbada que puede permitirse el lujo de dinamitar el Estado de Derecho al traspasar todas las líneas rojas que delimitan el marco jurídico establecido por la Constitución, para, acto seguido, terminar su alocución acusando de cobarde a un presidente incapaz de formular explicación alguna acerca de su condición de rehén impotente de las huestes secesionistas. Mientras esto sucedía P. Sánchez brindaba a la ciudadanía un amplio repertorio de muecas, que no hacían otra cosa que exteriorizar el profundo malestar interno que, dada su narcisista condición, le estaban provocando las acervas y acertadas críticas vertidas por el líder de los populares.

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En conclusión, el debate de investidura, por un lado, consolidó a Núñez Feijóo como un “Hombre de Estado” dotado de sólidos principios morales, fuertes convicciones democráticas, sobresaliente capacidad de liderazgo y una idea de España basada en la concordia y la prosperidad, mientras que, por otro lado, nos mostró el verdadero rostro de un despojo humano como P. Sánchez que, como consecuencia de su desmesurada ambición de poder, se ha convertido en una anomalía democrática capaz de destruir todo aquello que obstaculice sus delirios de grandeza, incluida la nación española.

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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Rafael F.

Buenos, días.
¿Feijóo hombre de estado? ¡No me haga reír! ¡Si se moría de celos por no recibir el apoyo del Pnv y Exciu! ¿Qué les habrá ofrecido en reuniones más o menos secretas? De Guatemala a Guatelomismo peto con traje y corbata, afeitados y peinados…

Geppetto

¿De verdad que Vd cree que Feijoo es un hombre de estado?
Un gallego separatista que ha perseguido todo lo que huela a España en su natal Galicia hasta desarraigar el idioma español?
Asi pasa lo que pasa

JCrespo

Se ha significado como hombre Nacionalista, no de Estado. Y como nacionalista excluyente, negó al Estado Español. Como político es mediocre y como Presidente, me temo que se parecería al actual, pero sin esa vulgar chulería y más cauto. Una opción algo atractiva, por otra parte, porque echaría a Sánchez y haría ver a muchos españoles la dura realidad de nuestro sistema y actores políticos, a cual más malo…

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