21/11/2024 18:53
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     Hace mucho tiempo que no escucho el impactante tango “Cambalache” del compositor Enrique Santos Discépolo, que le escribió en el siglo pasado y que, sin embargo, guarda hoy tal vigencia, que podría afirmarse que se escribió proféticamente para la España del siglo XXI. Razón por lo que, a fin de poder reflexionar sobre tal semejanza, trascribo su letra que dice así: » Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé… (¡En el quinientos seis y en el dos mil también!). Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé… Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos…

    ¡Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor!, ¡ignorante, sabio, chorro, pretencioso estafador!; ¡todo es igual!, ¡nada es mejor!, ¡lo mismo un burro que un gran profesor!, no hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao…

    Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, ¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón!…

     ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor!¡Cualquiera es un ladrón!, mezclao con Strravinsky va Don Bosco y “la Mingón”, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín… Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón

    ¡Siglo veinte, cambalache problemático y febril!… El que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás! ¡Dale que va! ¡Que allá en el horno nos vamos a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao!

    Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley…«

     Como vemos retrata el pluralismo emergente tras 1978, lanzando el mensaje de que las conductas irregulares y los actos fraudulentos constituyen una vía fácil y rápida hacia el poder y el enriquecimiento, en lugar del trabajo honrado y la conducta respetuosa para con los demás.

    También se hace notar que los sentimientos reflejados este tango se funden en dos cuerpos con desesperación, que rasgan las pasiones, en tanto que la total ausencia de distancia social obliga al contagio de la melancolía, de la nostalgia, de la añoranza, de los recuerdos vividos, de un pasado que ni pudo ser ni fue un cambalache, sino que refleja como en un espejo muestro el presente.

     Se pueden sacar múltiples conjeturas, pero yo quiero centrarme y reflexionar sobre el contraste entre los dublés o monedas falsas y los valores, que vienen a mi mente y que, por su falta actual de estos últimos, nos encontramos en la mala situación que estamos viviendo en la España de hoy, y que, si no se corrige y educa a la juventud en ellos, con toda seguridad, se vivirá peor mañana. Y es que los valores patrios cada vez valen menos, principalmente porque no se conocen ni interesan que se conozcan, ya que a la masa se la maneja mejor cuando es amorfa.  

    Los valores patrios son los sentimientos que tiene el ser humano por su tierra natal, a la que se siente ligado y orgulloso de pertenecer a ella, esto es, sencillamente la seducción o enamoramiento a la Patria. Efectivamente, son sentimientos modélicos, pautas o enajenamientos que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización, en múltiples contextos, de las personas.  Ahora bien, si a éstas, no les importan que las excelencias y las perfecciones de esas pautas o guías, verdaderos valores, que nos hacen ser tales o cuales hombres, y que sin las cuales perderíamos nuestra humanidad o parte de ella, al tiempo que dejarían de dar una determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social; y si a ésta, digo, además de ello, está cargada de contravalores, se imposibilita a otros sujetos, desde su propia perspectiva, a descubrir y apreciar, a su vez, la carga de las cualidades adheridas de esos valores menospreciados. Por ejemplo, y mirando a nuestro alrededor, hoy se advierte y fomenta la falsedad y la mentira, la corrupción y la demagogia, el fraude y el consenso, el indulto y la injusticia, de burocracia y marginación, de deshonestidad y envidia, de arrogancia y de odio, en vez de considerar el verdadero valor, el decir la verdad y coherentemente ser honesto; se presume de ser un ladrón por considerar que es más valioso robar que trabajar; se presume de curriculum vitae sin tener aprobado el bachillerato; se presume de narcisista con profunda soberbia a enmarcar.  El listón, está tan bajo y degradado, que la práctica de los valores en nuestra sociedad no desarrolla la humanidad de las personas, al tiempo que los contravalores, como bien expresa “cambalache”, los despojan de esas cualidades, y lo que es peor, sin importar ese hurto.

     Es una verdadera lástima que los valores, hoy día, estén en desuso y no importen mucho, hasta que alguien carente de ellos nos atropella, y nos duele.  Y si he dicho que el asunto de los valores es una lástima es precisamente porque suele preocuparnos solo cuando su falta nos perjudica, es decir, cuando la carencia de valores en los demás afecta nuestras vidas, sin percatarnos que a quien más afecta es a nuestra patria.

     En una rápida mirada a  través de su Historia, nos maravillará y nos sorprenderá e incluso nos dejará pasmados  al comprobar la amalgama  de personajes nobles o miserables, que aun siendo todos nacidos en España, y por tanto partícipes de los valores patrios, surjan tan dispares y opuestos como por ejemplo: San Ignacio de Loyola y Negrín, Guzmán el Bueno y Carrillo, Pizarro y Otegui, el Gran Capitán y Rubianes, Santa Teresa de Jesús y la Pasionaria, el Almirante Carrero Blanco y el Conde Don Julián o el Ángel del Alcázar y Rodríguez Zapatero  entre otros.  Si todos, en cierta medida, nobles y miserables, somos participes de los valores patrios, ¿cuál es el porqué de esas diferencias antagónicas que nos hacen a los españoles tan semejantes a los péndulos?

     La respuesta humana a esta pregunta la dejo en aire para que a través de las diferentes posiciones y opiniones ideológicas, sin llegar a una postura básica, porque por su específica naturaleza tan evanescente como subjetiva os la deis vosotros mismos, en tanto que yo, por mi parte, trataré de responderla, no desde una perspectiva marxista que las resuelve mediante la violencia, sino bajo el ángulo analítico de la Metafísica del ser de la Patria, que es donde creo se encuentra una relación fundamental vinculatoria entre ese ser y estos valores, teniendo estos como fundamento próximo al bien trascendental y último al Ser, con lo cual todo lo que existe es participe de lo bueno y de lo valioso.

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     Este misterio queda al descubierto cuando se llega a la conclusión de que el ser de España se fundamenta y ha de gravitar siempre en la verdad, en el Ser con mayúscula, en Dios y para Dios. Ahora bien, este ser de España, que tiene en si la base objetiva de los valores patrios, y es además el  fundamento de todos ellos y en donde radica su propia bondad, se ofrece por igual a  todos los españoles de buena voluntad para que, en libertad de elegir el bien, decidan si desean identificarse y hacer suya, en plenitud, la bondad de esos valores patrios o si por el contrario se abstienen y renuncian del bien intrínseco de esos valores, llegando los primeros a ser patriotas, en tanto que los otro, al carecer de ser, son nada.

       El patriotismo se manifiesta por los valores que transmitimos como ciudadanos conscientes: trabajo, conducta, modales, respeto a las tradiciones, normas y costumbres, pero podemos suponer que de poco sirve tener una actitud recta cuando se transige con la trampa, el abuso y el cambalache. El verdadero patriota puede quejarse de su nación, pues como fiel devoto de su patria tiene derecho a ello, observando su errores y deficiencias, pero al mismo tiempo ha de buscar y proponer los medios necesarios para poder solventarlos, pues no es correcto contemplar como España se hunde cada día más sin que hagamos algo al respecto.

       El problema de que la enseñanza de los valores patrios en la escuela sea un fracaso, es porque dentro y fuera del aula los estudiantes no encuentran el ejemplo y respaldo debido por parte de los adultos, de las familias y de la propia sociedad, entrando en un ciclo de indiferencia y rechazo hacía los símbolos patrios y todos los actos de la misma índole. Para colmo de los colmos en el 2001 el Gobierno del PP puso fin al Servicio Militar obligatorio y consecuentemente revalidó la ignorancia juvenil a los valores patrios. ¿Es la enseñanza democrática la forma idónea de enseñar a los jóvenes el amor a la Patria?

       La manera de comenzar a vivir y transmitir a los demás la importancia de la vivencia de estos valores, no se logra necesariamente con grandes campañas, todas son muy buenas e indispensables, pero se necesita algo más sólido como el trabajo y esfuerzo diario de cada uno de nosotros.          

      Realicemos, pues, nuestro trabajo diario con dedicación y esmero, demos ejemplo y no menospreciemos todo aquello que nos debe facilitar la patria: escuela, comunidad, servicios, costumbres… Y sobre todo fortalezcámonos en la perseverancia para que nuestro trabajo conduzca siempre al servicio de España, Patria una, común e indivisible de todos los españoles. Que nuestro sacrificio no resulte inútil y sea fecundo para la redención de España, en su unidad de tierras, en su unidad espiritual y entre todos los españoles. Pero eso sí, siendo capaces de respetar los valores patrios fundados en el ser de la patria, porque si prescindimos de ellos jamás se despertará en nosotros el patriotismo.

Autor

REDACCIÓN