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“En Europa la centroderecha está dividida en tres. Mi sueño es unir lo mejor estas tres familias para contrarrestar a los socialistas y comunistas. Juntos se vence. De un lado la libertad y, como dijo la gobernadora (sic) recién elegida de Madrid, del otro el comunismo. Entre comunismo y libertad, elijo la libertad.” Con estas significativas palabras, Matteo Salvini sintetizó su estrategia política para la Unión Europea durante su intervención en el III Congreso de Chega!, el “Vox portugués” de André Ventura, que ya forma parte del grupo Identidad y Democracia, junto a Lega, Rassemblement National de Marine Le Pen y Alternative für Deutschland de Jörg Meuthen.
La intención de Salvini es clara: crear un “grupo fuerte y unido” en el Parlamento Europeo que sea capaz de reunir las mejores fuerzas y que actúe como una alternativa real a la izquierda. En este empeño, arduo y complejo, por cierto, se encuentra el presidente húngaro Victor Orbán, sobre todo después de su salida del PPE. Durante la pasada Semana Santa, Orbán se reunió en Budapest con el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki y con el secretario federal de la Lega con la misma intención: la unidad de las familias políticas de la derecha europea. Un ex popular europeo, un conservador y reformista y un identitario y demócrata, aunando criterios. La semana pasada, Santiago Abascal visitó a Victor Orbán y, junto a Giorgia Meloni de Fratelli d’Italia, a Morawiecki. Algo se está moviendo en los grupos europeos a la derecha.
Resulta muy significativa la mención a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y a su lema de campaña “Comunismo o Libertad” recogido por Salvini en Portugal, ya que de alguna manera ejerce como una divisoria de aguas ideológica y un tanteo en el PPE. De todos modos, más allá de las intenciones y estrategias, es casi imposible siquiera un acercamiento de los populares a figuras tan “corrosivas” como las de Salvini, Le Pen u Orbán. El sueño de “Otra Europa es posible” con un Casado, e inclusive una Ayuso, es una utopía.
A pesar de ello, los fines más que loables son necesarios. Y ese camino alternativo es viable y, evidentemente, el objetivo es cambiar la Unión Europea desde dentro. En junio se anunció que seguirán las invitaciones y encuentros con franceses y austríacos. El Salvini de hoy es políticamente más maduro e inteligente. Tiene claro que para gobernar necesita alianzas no solo electorales, sino también, tener en cuenta que la partida se juega más a la derecha que al centro. Tanto Salvini como Meloni, que comparten una visión común en los aspectos más importantes, deberían acercar posiciones porque el adversario real esta fuera de sus familias políticas. Si otra Europa es posible será con la unidad y frente común de los mejores que se opongan a las políticas de las elites globalistas.
Salvini afirmó, junto a André Ventura, líder de Chega!, entre los aplausos de los congresistas portugueses que “Mi objetivo, para crear realmente una Europa basada en el trabajo, los derechos, la familia y la participación, es crear un grupo, fuerte y unido, que reúna las mejores fuerzas de los tres grupos actuales de «centro-derecha», alternativo a la izquierda (también extrema) que hasta ahora ha dictado la ley en el Parlamento Europeo”. Agregó además que su apuesta por la unidad es para enfrentar a la izquierda y “a quienes van contra la Europa de los pueblos y la libertad”. Recordó también que “Europa es cristiana, Portugal es cristiano e Italia es cristiana”, reafirmando los principios del trabajo, la familia, la seguridad y la libertad, la lucha por la inmigración clandestina, el avance del islamismo y su negativa a los vientres alquiler y la adopción por parte de las parejas homosexuales. “Después del Covid, nada es igual que antes: el trabajo, la sanidad, la seguridad y la libertad deben volver al centro del debate europeo, se acabó la austeridad y los organismos antidemocráticos y transparentes que deciden sobre la piel de 500 millones de personas”, manifestó finalmente Salvini estrechándose en un abrazo con su aliado portugués.
Las cartas están echadas y ya hubo primeras reacciones por parte de sus compañeros de ruta en Italia, y también los primeros obstáculos. Antonio Tajani, de Forza Italia dijo que “Dar vida a un único grupo de centroderecha en Europa es imposible, los valores del PPE son incompatibles con los de algunos grupos de Identidad y Democracia como la Afd y el Frente Nacional de Marine Le Pen”, (…) “La centroderecha en Italia está unida, pero no es un modelo que se pueda llevar a Europa. Partidos como el FN o el Afd son incompatibles con el PPE, no basta con ser alternativa a la izquierda”.
Por su parte, Ignazio La Russa, senador de Fratelli d’Italia dijo “No conozco muy bien las normas de los grupos parlamentarios europeos, puede que no sea conveniente. Sin duda, una mayor coordinación es una buena idea. De hecho, la coordinación puede hacer que las políticas de los partidos que se identifican con la centroderecha sean más homogéneas, mientras que el grupo único, hoy en día, me parece un paso demasiado grande. Es bueno aplicar una mayor coordinación, pero hay que tener cuidado de no dar un paso de más”. La negativa tajante por un lado y el poco entusiasmo por el otro de los aliados políticos de Lega, muestran que la tarea por delante no será nada fácil.
Aún queda mucho por recorrer, pero lo qué si queda claro, es que la necesidad más que las intenciones, estrategias, lógicas diferencias y especulaciones partidistas pueden resultar letales si no se conforma un frente común contra los mercaderes dispuestos a vender, e inclusive regalar, una cultura y una civilización milenaria como la europea. El tiempo dará su veredicto.
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