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“Parte Oficial de guerra correspondiente al 1º de Abril de 1939, III Año Triunfal. En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. LA GUERRA HA TERMINADO”. Burgos, 1º de Abril de 1939. Año de la Victoria. EL GENERALÍSIMO: Franco”.
Con este telegrama, hace 82 años, se daba oficialmente por concluida la última guerra civil española y comenzaba un periodo más difícil, el de obtener la victoria en la Paz, algo que el Caudillo también supo lograr. Para ello pasaría España por un difícil periodo de posguerra, complicado aún más por el entorno internacional de de la Segunda Guerra Mundial. Y en estos años los españoles sufrirían algunas privaciones, como la cartilla de racionamiento establecida en mayo de 1939 y oficialmente en vigor hasta mayo de 1952.
Contrastando las frías estadísticas, puede verse que, en realidad, la España de 1936 era una nación arruinada moralmente: un Estado de graves persecuciones religiosas donde los católicos encontraban el martirio; un Estado donde la familia no estaba adecuadamente protegida por la legislación y donde se usurpaban por el poder facultades que, por naturaleza le eran ajenas. Un Estado que persiguiendo el paraíso soviético había traído en infierno a la tierra. Y también era un Estado arruinado económicamente, donde los trabajadores y sindicatos deberían añorar todos los derechos y seguridades que les consignaban y aseguraban el Fuero del Trabajo y las correspondientes magistraturas.
Gracias al Régimen surgido de esta Victoria, a finales de 1975, la renta per cápita era de 2.088$ (hoy es de 2.796), un índice de paro del 0,3% (hoy se acerca al 26%), una deuda del 12,8% del PIB (actualmente supera el 100%) y, lo más importante y la causa y consecuencia de todo, una pujante clase media donde se englobaba el 73,9% de la población. Población que, con la citada renta per cápita podía, por ejemplo, comprar un piso de 4 habitaciones por 150.000 pesetas, es decir 901,52€.
Años después, en 1972, tuvo lugar una famosa entrevista entre el Jefe del Estado español y el militar y político estadounidense general Vernon Walters, quien acudió aquí movido por la inquietud que la edad y salud de Franco ocasionaban al mundo occidental, parte de la cual reproduje en el reciente artículo sobre las idus de marzo (Cfr. https://elcorreodeespana.com/historia/98671597/Actualidad-de-la-Idus-de-marzo-Por-Pedro-Saez-Martinez-de-Ubago.html )
Esto debería ser un testimonio lacerante y un revulsivo para los actuales dirigentes políticos españoles que, entre unos y otros, están acabando con ese factor de estabilidad que es la clase media. Recordemos el creciente aumento de las colas del hambre, las tasas de paro, las empresas que se destruyen, con cerca de 15 millones de españoles en situación o peligro de exclusión social, cifra que crece a la par que los impuestos directos e indirectos, tanto de personas físicas como jurídicas.
Quizá convenga recordar aquí que, preocupado por el desarrollo de la población y su poder adquisitivo, en un contexto de posguerra civil y de guerra internacional, el Régimen de Franco dispuso una gratificación extraordinaria que implicaba la retribución de una semana de salario y que percibirían todos los trabajadores en diciembre de 1944 para hacer frente a los gastos de las fechas navideñas. Posteriormente, en 1947, desde el gobierno, se pensó en realizar una segunda gratificación anual, pero esta vez como conmemoración a uno de los días grandes señalados en el calendario de la época: ‘el Alzamiento Nacional’. Y es justo reflejar que, aquellas pagas eran realmente extraordinarias porque eran un añadido a las 12 retribuciones mensuales que percibía el trabajador. No como hoy en que, en el caso de percibirse, sólo son el resultado de prorratear las extras entre las 12 mensualidades o incluso de dividir entre 14 el salario ofrecido al trabajador. Salario legítimo que es arbitrariamente enajenado cada vez que el gobierno de turno, sea centrista socialista o popular, decide costear las crisis y malas gestiones expropiando unas pagas que ya nada tienen de extraordinarias.
Esa Victoria de 1939 nos depararía a los españoles no sólo el más largo periodo de paz de nuestra historia, incluso manteniéndonos al margen de la II Guerra Mundial, sino toda una serie avances aportados por el Régimen surgido del Alzamiento de 18 de Julio: industrialización, sanidad, autosuficiencia energética, educación, viviendas protegidas, enseñanza accesible a todos, sanidad universal, el INI, la ONCE…
Nada peor que la envidia que los incapaces sienten hacia los genios, como ángeles caídos que intentan movernos contra el Señor. Esa envidia a llevado a cambios de nombres de pueblos y calles, a destrucción de monumentos, a sacrilegios, persecuciones religiosas, profanación de tumbas y tantas atrocidades de aquellos que nunca podrán asumir que existiera un 1 de Abril de 1939 y perpetran y lo seguirán haciendo cualquier tropelía para borrarlo de la concincia colectiva y de los libros de texto, pero, con palabras de Ricardo de la Cierva: NO NOS ROBARÁN la HISTORIA.
Francisco Franco Bahamonde, con su vida y en obra de gigante, nos dejó un ejemplo y un mandato histórico de inexcusable cumplimiento al que muchos seguiremos guardando gratitud y fidelidad, como reza la letra de José Antonio Medrano a que pusiera música el maestro Tellería: “Nuestro guía y capitán:/ unidos en la guerra / hermanados en la paz, / tan solo a ti juramos/ como guía y capitán / que prometemos seguir con lealtad. /Los caminos del honor /como destino universal / cubriremos los cadetes / sin temor a la aventura, / proclamando en sus canciones / los mandatos de tu voz. / Tenemos un Caudillo / forjador de nueva historia / es Franco, ¡Franco! ¡Franco!, / nuestro guía y capitán / es Franco ¡Franco! ¡Franco! / en la guerra y en la paz”.
Hoy, con este régimen de mendacidad y corrupción nacido de la Constitución de 1978, y el gobierno frentepopulista actual, que encarna más que ninguno aquella antiespaña de enanos de la II República, resulta perfectamente cabal y legítimo, preguntarse qué se ha hecho con el fruto de los sacrificios de tantos españoles para consolidar los logros de aquella Victoria de las tropas nacionales en que adquiere su más hondo sentido la enseñanza de Donoso Cortés: “si hay un hecho que proclame en alta voz el mundo y que consigue la Historia, es el hecho de la acción civilizadora de una guerra”.
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