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Hoy se cumplen 42 años del atentado que tuvo lugar en la localidad Vizcaína de Ispáster, en el que unos asesinos sin ideología clara, llevados más por su propia ignorancia que por cualquier otra cosa, participaron en el atentado con más víctimas de ese año, precisamente el que con un total de 93, se convirtió en el más aciago en la historia del terrorismo en nuestro país.
Pero si fueron culpables estos necios, también lo son aquellos en quienes habían confiado y les engañaron diciendo que su objetivo era lícito, posible y cierto. Y para muestra, aún sin nombrar directamente a esa organización de asesinos, les comento que este atentado ya fue cometido por una escisión de esa banda de delincuentes que llevaba su nombre sucedido de la palabra “Militar”. Ya lo han oído en infinidad de ocasiones.
Aquel día no todo salió como habían planeado, pero primero iremos al desarrollo inicial de los hechos, no me refiero a la etapa de planificación, donde sé que hay más responsables, si no que hablaremos de la secuencia de aquella mañana que para nosotros comienza antes incluso de las siete treinta cuando el “chivato” Francisco Esquisabel Echevarría, tan asesino o más que el resto y trabajador de la fábrica de municiones “Esperanza y Cía”, comunica vía telefónica al resto del comando que de la fábrica de Marquina sale puntualmente el convoy compuesto por cuatro vehículos, el primero ocupado por personal de la propia fábrica, y el tercero cargado con municiones de mortero de gran calibre, que ese día tenían prevista sus pruebas de homologación en la playa de “Laga”.
En segundo y cuarto lugar viajaban sendos todoterrenos de la Guardia Civil ocupados cada uno por tres agentes, la emboscada se produce al llegar a una zona de la carretera de trazada lenta y además dispuesta en terraplén, donde un número que oscila entre ocho y once terroristas realizan más de cien de cien disparos sobre los vehículos de la “Benemérita”, dejando indemnes a los vehículos ocupados por el personal de la fábrica.
Echando mano de aquel refrán que decía “La avaricia rompe el saco”, esos acéfalos que ya en los dos primeros párrafos se ganaron los calificativos de “necios e ignorantes”, se acercan a los vehículos de la Guardia Civil, donde unos ya muertos y otros agonizantes, y con la intención de “rematarlos” y sustraer sus armas, lanzan una granada al interior de cada Land Rover no coordinando suficientemente la acción, por lo que la explosión de la segunda alcanza de lleno a uno de los terroristas, y con bastante “efecto”, (como luego veremos), a otro de su calaña.
Algunos de ellos muy jóvenes y recientemente salidos de la academia, rendimos homenaje a los agentes de la Guardia Civil D. Alfredo DÍEZ MARCOS, D. José GÓMEZ MARTIÑÁN, D. José GÓMEZ TRILLO, D. Antonio MARÍN GAMERO, D.José Antonio MARTÍNEZ PÉREZ-CASTILLO y D. Victorino VILLAMOR GONZÁLEZ.
Nunca fueron juzgados por estos hechos ni tuvieron ocasión de tirar del manual del “buen terrorista” acusando falsamente a las FCSE de torturas o malos tratos “Gregorio Olabarría Bengoa”, ni “Javier Gorrotxategui Argote”. El primero de ellos, con heridas en abdomen, piernas y brazos, es abandonado gravemente herido por sus compañeros en el interior de un vehículo a escasos kilómetros del lugar mientras otro miembro del comando se identifica y entra en un local de hostelería para exigir a gritos ayuda médica para su compañero. El cuerpo del segundo de ellos es hallado al día siguiente envuelto en una ikurriña junto al cementerio de Ermua, abandonado también por sus compañeros. Una llamada había alertado a un medio de comunicación.
Fue tarde para Gregorio Olabarría Bengoa y Javier Gorrotxategui.
Tampoco pudieron los familiares de ninguno de ellos lanzar falsas acusaciones de linchamiento o ejecución sumaria haciendo uso del mismo manual, tantas veces utilizado. Se dio la circunstancia además de que las granadas eran de origen Belga.
El “chivato” Francisco Equisabel García fue detenido en octubre de ese mismo año, y tras ser condenado en 1984, salió en libertad en 2002 después de cumplir 22 años de prisión. Jaime Rementería Beotegui fue condenado igualmente por su colaboración en el atentado, en prisión desde 1983, salió en libertad en enero de 2004.
Aunque el Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional y la Asociación de Víctimas del Terrorismo solicitaron penas que sumaban 174 años de cárcel para Luis Ansola Larrañaga, alias “Peio el Viejo”, este es puesto en libertad en junio de 1999 al no contemplar el tribunal suficientes pruebas contra él.
Ángel Maria Lete Etxaniz, (Patas), buscado desde 1972 y también autor del atentado fue detenido en Francia en 1984, que negó la extradición del mismo aunque fue deportado a Cabo Verde; sin ser jamás juzgado sus días acabaron en ese lugar en 2002 por enfermedad natural.
Ángel Rekalde es detenido en mayo de 1981 y resulta herido tras untiroteo con la Guardia Civil, aunque condenado en firme por estos hechos sale de prisión en 1999. Si hacen un ejercicio de memoria recordarán que este “elemento” fue aquel que en 1997 celebró en prisión con langostinos y otras viandas otros atentados que otras alimañas cometieron por aquellas fechas.
Además, entre otras personas sin juzgar consta según nota del Ministerio del Interior Alfonso Echegaray Achirica, que con diversos destinos, entre ellos Ecuador y luego Santo Tomé y Príncipe, figura en la lista de terroristas más buscados a nivel internacional, al igual que otros delincuentes, que sin figurar en esta lista, participaron también en este crimen.
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