22/11/2024 02:16
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¡Buen comienzo! El ministerio de Sanidad prefiere comprar material sanitario a China, en vez de ayudar a las empresas españolas que fabrican los mismos artículos. ¿Por qué, señor Illa? Esperemos que no  sea por tener obligaciones con algún «amiguete» del partido laborando en el jugoso quehacer de intermediario.

Quizás nuestras empresas de ese ramo, como las de los demás ramos, tendrán que esperar a que el gobierno, como ocurrió con el encargo de 60 millones de mascarillas a una empresa del grupo Mondragón, necesite llegar a algún secreto acuerdo político; pero, claro, para eso tendrían que pertenecer a algún grupo industrial políticamente afín de un nacionalismo periférico, con, llegado el caso, algún poder decisorio en la política; del que se pudriera salir beneficiado personalmente el apolíneo Doncel de nuestro democrático reino.

Un gobierno inteligente, lo que hoy no existe en nuestros límites territoriales, en vez de abrir la puerta de salida al extranjero, aunque solo fuera a un solo euro, debería de invertirlo en nuestra industria; en nuestras propias empresas pues, de esa sencilla lógica manera, desde una perspectiva inteligente, serviría para que las empresas españolas tan en alto riego de desaparición, necesitaran -esto es de primero de parvulario- ampliar el número de sus trabajadores y esos trabajadores con sus sueldos ayudarían a poner en marcha el carrusel de la economía nacional que, como todos sabemos, los euros invertidos, con la merma que provocan algunas sucias manos, acabarían volviendo a las arcas del Gobierno, vía impuestos recaudados por Hacienda.

En los tratos con empresas españolas, hasta en el caso de que hubiera que recurrir a los «necesarios intermediarios», los dudosos dineros seguirían quedando aquí.

El asunto de los 60 millones de mascarillas que el gobierno encargó a la empresa del grupo Mondragón, además del beneficio de la empresa agraciada directamente, también fue agraciada le empresa que fabricó la maquinaria para la fabricación de ese modelo de martirio que por desgracia, se ha hecho tan popular.

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O sea; que a la inversa de cuando se empuja a una ficha del Dominó, que van cayendo sucesivamente las demás, en este caso levantando «una gran empresa» pudiera ser que se levantaran, si no todas, eso sería un milagro, al menos unas cuantas pequeñas empresas que fueran sus auxiliares.

El consejo es que, después  de algo más de dos horrorosos años de «Sanchismo», ha quedado demostrada su ineptitud para hacer que la economía nacional prospere (no solamente su desconocimiento en lo que se refiere a la Economía, su ineptitud es absoluta, si omitimos su capacidad de presunción), para lograr lo que él y sus leales no han sabido hacer, porque jamás lo han hecho, se debería recurrir a los profesionales que han sido capaces de montar una empresa; hacerla crecer en los buenos momentos, y mantenerlas vivas en los malos (los periodos socialistas).

El gobierno de una nación de las más importantes de Europa, nunca se debería haber permitido que cayera en manos amateurs (por no utilizar el grave insulto que la mayoría se merecen, aunque sus madres fueran unas santas).

España, salvo en un corto periodo (la primera legislatura de José María Aznar; así nos ha ido a los españoles), ha estado en manos de aficionados sin ningún tipo de mérito -monitora de «sevillanas» izada, no se sabe por qué fuerzas centrífugas, a ministra. O un frustrado estudiante de Derecho a ministro de Fomento -dos únicos ejemplos para no cansar-, o en las vacilantes manos de quién no fue capaz de tomar con la fuerza necesaria el timón de la nave para que navegara por la buena ruta, que fue, Mariano Rajoy.

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Lástima que los españoles no hayamos sido capaces de darle un giro a la desgracia.

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.