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Primero era necesario blanquear a ETA y todo su entorno, después normalizarlo y hacer que ellos se hicieran cargo del relato. El proceso no ha sido ni rápido, ni fácil y si muy bien elaborado y trabajado, y  para ello era necesario la involucración de muy variopintos sectores sociales, políticos y periodísticos para poderlo culminar.  Primero tenían que criminalizar a gran parte de los asesinados, a gran parte de las víctimas, sobre todo a los muertos anteriores a 1977, después había que comprar, desacreditar, dividir y hasta hacer desaparecer  a varios colectivos y asociaciones de víctimas del terrorismo y por último había que justificar o en cierta medida “comprender” los motivos de ETA y sus ramificaciones para optar por la lucha armada como única salida. El gobierno de España no necesitaba a los amigos de los asesinos de ETA para gobernar, ni siquiera para sacar los presupuestos generales del Estado o la sectaria ley Celaá. Los socialistas del PSOE tenían que cerrar una herida con aquellos a los que tanto admiraban, con sus colegas de la izquierda vasca que tanto hicieron por traer la democracia a España. El PSOE estaba en deuda con ETA y ahora era el mejor momento de saldarla. El PSOE está gobernando  en coalición con los comunistas, un momento muy propicio para escenificar la unidad de todas las izquierdas de los territorios de España. Ahora sí, la democracia es “casi” absolutamente plena. Falta por culminar la federación de repúblicas con derecho a la autodeterminación, pero eso es algo por lo que no tendremos que esperar en exceso.

Es cierto que ETA mató mucho más en democracia que antes del 77, pero eso es lo de menos cuando se tiene el control de la historia y del relato. Basta con mentir, tergiversar o manipular para conseguir que la verdad no arruine una buena historia. Documentales infames, series donde se humaniza al asesino y se criminaliza a la víctima y periodistas históricos, periodistas de toda la vida,  siempre al servicio de la causa y siempre dispuestos a cumplir con fidelidad perruna, casi lanar, con las órdenes del partido, y por supuesto, todo ello bien regado con dinero público, el dinero de todos nosotros, no sea que encima la labor de blanqueamiento de ETA y su entorno, les fuera a costar el dinero a los asesinos.

El maquinaria de blanqueamiento de ETA, conforma un coktel perfecto, la ecuación ideal para normalizar a la banda asesina y buscar justificaciones en sus actos, y todo ello aderezado y salpicado con pequeñas dosis  de culpabilidad, de que igual en algo o en algún momento se pasaron, pero el fin que se buscaba era noble y justo, siendo algunos de los muertos daños colaterales. Se pide perdón a algunas de las víctimas y todos se dan por satisfechos y miran a otro lado. Pero todo esto no estaría completo si no buscamos la coartada ideal, la motivación del porque comenzó todo, y como no podía ser de otra manera, la encontramos en el siempre eterno e inmortal Franco y su régimen, a pesar de que como he comentado, más del 95% de los crímenes de ETA, se produjo una vez muerto este. 

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La inquina de las distintas izquierdas contra Franco y lo que significó, debemos buscarlo en la explicación de que fue Franco y no otro quien les derroto y malogró sus planes. Esa es la argamasa que les une a todos ellos, esa es la justificación para que se entiendan y colaboren. Valoran más su antifranquismo, que los crímenes que ETA pudiera cometer. Ahora se cumple un nuevo aniversario del asesinato del que fuera presidente del gobierno Almirante Luis Carrero Blanco, y si nos fijamos y somos capaces de leer entre líneas, todas las izquierdas justifican el magnicidio e incluso alaban a los autores materiales, lo mismo que hacen con otras víctimas como el policía Militon Manzanas, al que incluso dedican una serie para vilipendiarle, mientras que a sus asesinos nos los pintan como una suerte de aventureros en busca de justicia. La culpa de haber llegado hasta donde nos encontramos, deberíamos buscarla en todos aquellos que establecieron victimas de primera y de segunda, aquellos que no quisieron honrar a los muertos anteriores al 77 por considerarlos crímenes justificables, aquellos que insultaron la memoria de personas honorables como Militon Manzanas o Carrero Blanco y que ahora se escandalizan cuando son los amigos de los asesinos de ETA los que controlan el relato. Los que han permitido el vilipendio de las victimas primigenias, que no se escandalicen ahora  porque gran parte de la sociedad española no conozca quien fue Miguel Ángel Blanco o el mismísimo Gregorio Ordoñez. Todos culpables, bien por acción, bien por omisión. A  ellos les debemos que Bildu colabore en la gobernabilidad de este país y no cause más escándalo que el de algunas columnas periodísticas. Son los mismos que permitieron que ETA estuviera en las instituciones cuando la media de crímenes por año rondaba los 100 asesinatos.

Autor

REDACCIÓN