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“Lo que me ha dado un hachazo terrible, en lo más profundo de mi intimidad, es, con motivo de la guerra, haber descubierto la falta de solidaridad nacional. A muy pocos nos importa la idea nacional, pero a qué pocos. Ni aún el peligro de la guerra ha servido de soldador. Al contrario: se ha aprovechado para que cada cual tire por su lado”. 

Esto es en parte falso. Por supuesto, la alianza de separatistas y sovietizantes que fue el contenido político del Frente popular solo tenía una base común: el odio y el miedo a los nacionales. Fuera de eso, unos odiaban a España, otros la despreciaban… Pero hubo quienes cultivaron una idea nacional: los comunistas, cuando se dieron cuenta del valor del sentimiento patriótico. Claro que su idea era la de sovietizar a España, con una etapa intermedia de “democracia popular”. No podemos dudar del sentimiento nacional de Azaña, pero ¿en qué consistía su idea al respecto? En un proceso de demoliciones de la España tradicional para sustituirla por algo parecido a la III República francesa, tan admirada por él que ante la I Guerra Mundial había querido mandar a cientos de miles de españoles a servir de carne de cañón al servicio de la república vecina. Quería renovar a España, además, en alianza con un partido socialista empeñado en imitar al régimen de Stalin. Hablaba de una “inteligencia republicana” perfectamente inexistente, como reconoce una y otra vez. Él destacaba en inteligencia sobre todos los demás, pero desde luego tampoco era suficiente: sus “demoliciones” llevaron a la guerra civil

Cuando se hablaba del fascismo en España, mi opinión era ésta: hay o puede haber en España todos los fascistas que se quiera. Pero un régimen fascista, no lo habrá. (…) Por muchas consignas que traduzcan y muchos motes que se pongan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa

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Había y hay en España cierta tradición como la mencionada por Azaña (la monja Ramona y similares). Pero, como se vería, el país bajo el franquismo dio para mucho, muchísimo  más de lo que él creía. En lo que acertaba Azaña era en la casi ausencia de fascismo. Se le asemejaba la Falange, aunque se declaraba católica, un catolicismo un tanto diferente del pintado por el alcalaíno.  Lo que sorprende es que un hombre sin duda inteligente y a su modo patriota como Azaña, tuviera de su propio país unas ideas tan simples. Maeztu le censuraba no haber evolucionado desde esas ideas simples y sentimentales adoptadas por todo el mundo en la adolescencia.

Autor

Pio Moa
Pio Moa
Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.

En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistasLa quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad DigitalEl Economista y Época.