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Al lado de las murallas enfrente de la fachada norte del Mercado Central de Zaragoza se localiza la escultura de una rana, que es constantemente acariciada por los visitantes y turistas, especialmente por los más pequeños. En un tiempo esta rana se ubicó junto a un charco con agua enfrente de la estatua del emperador Augusto, pero al no existir ninguna relación entre ambas se retiró de dicha ubicación.

Hacemos mención a esta pequeña escultura de una rana por formar parte de un antiguo cuento baturro en el que se escenifica la proverbial tozudez que se atribuye a los aragoneses.

La difusa línea entre la explicación y la justificación volvió a jugarle ayer una mala pasada al filósofo Illa que parece nacido en Zaragoza, cuna de los baturros, en vez de en una región que fue parte del reino de Aragón, Cataluña. Si ya durante la campaña electoral tiene un encontronazo de pareceres con el vicepresidente Iglesias a costa de las declaraciones referentes a la plena democracia en España, y al que nadie le acusa de defender a los descendientes de ETA y a los políticos presos y su ideario político, al final no hay más consecuencias en su faceta de filósofo pretendiente a presidente de la Generalidad, ayer, que una morcilla añadida al discurso oficial –y pactado– de condena a las declaraciones del interfecto y una explicación que nadie se cree de su negativa a realizarse el PCR en el debate televisado. En esta ocasión fueron todos los partidos independentistas y de izquierdas catalanas, junto con el PP y Ciudadanos quienes aprovecharon el charco dialéctico y la tozudez de un mentiroso del primer cabeza del PSOE en esta Región que, no hay que olvidarse, fue parte, no me cansaré en repetirlo, del reino de Aragón.

El Brigadier don Ronualdo Nogués, con la firma de «un soldado viejo, natural de Borja», publicó lo siguiente en El Averiguador Universal, Madrid, 15 de febrero de 1882:

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«Para probar la tenacidad aragonesa, han inventado el siguiente cuento:

San Pedro, que viajaba con Jesucristo, preguntó a un aragonés:

¿A dónde vas?

Respondióle:

A Zaragoza.
Hombre, si Dios quiere.
Que quiera o no, voy a Zaragoza, añadió el habitante de las orillas del Ebro.

Jesucristo convirtió al aragonés en rana, y lo echó a un charco.

Pasaron muchos siglos; Jesucristo volvió al aragonés a su primitiva forma, y al preguntarle otra vez el Apóstol:

¿A dónde vas?

Contestó sin vacilar:

A Zaragoza o al charco»

Pascual Millán en su libro Caireles de oro. Toros e historia, Madrid, 1899, ofrece una versión más ampliada del dicho. Dice así:

«Cuéntase que, harto Dios de las perrerías de los hombres, mandó a San Pedro a que se diera una vueltecita por la tierra y tratara de meter en cintura a los pícaros mortales.

Cumplió San Pedro el mandato recibido y cayó por muy cerquita de la capital aragonesa. Allá encontró a un baturro, a quien después de saludar atentamente, le preguntó:

¿ A dónde vais, mi amigo?
A Zaragoza. Respondió secamente el aragonés.
Si Dios quiere. Le arguyo San Pedro.
¡Otra que rediez ¡Dijo insistiendo el baturro; que quiá que no quiá, a Zaragoza.

Malhumorado el Pescador, y con las plenas atribuciones que de Dios tenía, convirtió al aragonés en rana y lo arrojó violentamente a un charco vecino. Y allí lo tuvo algunos años, obligándole a sufrir las inclemencias del tiempo, las pedradas de los chicuelos y otras mil calamidades que fácilmente se imaginará el lector.

Cuando, terminada su misión, el Apóstol se disponía a subir a los cielos, volvió al camino de Zaragoza, dio al baturro su primitivo ser y estado, aunque dejándole la conciencia de lo sufrido, y otra vez le dirigió la pregunta de marras:

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¿A dónde vais, mi amigo?
Ya lo sabes, a Zaragoza -dijo firmemente, más firmemente que la vez primera, el interpelado.
Si Dios quiere, hombre, si Dios quiere -insistió San Pedro dulcemente.
Qué Dios ni qué … suplicaciones; ya te lo hi dicho: A Zaragoza u al charco.

Y viendo el Apóstol que era inútil dominar aquel carácter, dejó al zaragozano seguir tranquilamente su camino».

La revista « Madrid Cómico» escenificó el cuento con unas ilustraciones publicadas el 5 de septiembre de 1885 aunque en esta versión solo se presenta a un delegado celestial indeterminado.

Desconozco qué delegado del PSOE le ha asesorado al filósofo para imitar tan cutremente la sana tenacidad de los baturros: no por mucho repetir que se cumplían todas las medidas de seguridad y que ese era el motivo de no pasar la PCR nos vamos a creer que nos has salido rana.

La fórmula «Si Dios quiere» se introdujo en el cristianismo tras la recomendación de Santiago en su carta: «Debíais decir: Si el Señor quiere y vivimos, haremos esto o aquello» (4,15). Es una de tantas expresiones religiosas que impregnaron el lenguaje como «adiós», «Dios se lo pague», «vaya usted con Dios».

Pues vaya usted con Dios señor Illa porque si le hacen la prueba de la rana seguro que quedaría francamente en una situación muy embarazosa.

 

Autor

REDACCIÓN