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Ensucia el lenguaje convencida de que con su estupidez dialéctica perpetra un acto revolucionario. Con cada una de sus coces a Elio Nebrija, a María Moliner y a Fernando Lázaro Carreter escribe el diccionario que limpia, fija y da esplendor al lenguaje inclusivo de los tontos que creen que el disparate sin género gramatical, expresado ad nauseam con cansinos circunloquios, es la lengua del imperio progre en el que habitan todos los imbéciles que, como Irene Montero, sólo ven pelos púbicos, penes y vaginas en las palabras, violencia machista en los verbos, heteropatriarcado en los adjetivos, dominación masculina en los sustantivos, sometimiento a la tiránica voluntad del varón en la sintáxis, fascismo en la dictadura gramatical, homofobia en la concordancia de género y micromachismo cotidiano en las copulativas y hasta en las disyuntivas que te obligan a elegir, porque la elección nunca es inclusiva siempre es excluyente, claro. O eres tonta o no lo eres.

Cada vez que Irene Montero abre la boca para eructar bellotas queda claro lo que es. No hay disyuntiva posible. Ella solita es la respuesta al “to be or not to be” de Sazatornil: “¿Oiga, joven, usted es tonta porque es comunista, o es comunista porque es tonta”? En el caso de Irene Montero, las dos cosas. Está en su naturaleza tal y como el bote forma parte de la naturaleza del tonto paradigmático, llámese Abundio o Irene. ¡Qué más da! pues los tontos no tienen sexo, aunque se reporduzcan como conejos y sean más contagiosos que la cepa brasileña del Coronavirus.

Irene Montero, que juega con su bote en el Ministerio de Igualdad, en un mitin con menos espectadores que una película de Fernando Trueba o que un concierto de Ismael Serrano, ha llenado los oídos de sus escasísimos hooligans de gilipolleces verbales que han hecho las delicias del pitorreo nacional en las Redes Sociales. Vomitaba ante su menguadísimo auditorio “niños, niñas, niñes”, “hijo, hija, hije”, “todos, todas, todes”, “uno, una, une” y “escuchados, escuchadas, escuchades”. Y todo lo decía con el tono sesudo del tonto solemne que se cree Sócrates. No da ni lástima ni risa, da asco y miedo porque tiene Poder. Y un comunista tonto ( perdón por el pleonasmo) con Poder es siempre el mozo de cuadra de los Cuatro Jinetes del Apocalípsis y el grumete de Caronte. Decía Unamuno “la sangre de mi espiritu es mi lengua”; he ahí el espíritu y la lengua de Irene Montero. La sangre la pondremos nosotros. Otra vez.   

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Autor

Eduardo García Serrano
Eduardo García Serrano
Eduardo García Serrano es un periodista español de origen navarro, hijo del también periodista y escritor Rafael García Serrano. Fue director del programa Buenos días España en Radio Intereconomia, además de tertuliano habitual de El Gato al Agua en Intereconomia Televisión. Desde el 1 de Febrero del 2019 hasta el 20 de septiembre del 2023 fue Director de El Correo de España y de ÑTV España.