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La personalidad y relevancia histórica de Madrid desde que se erige en capital, el 8 de mayo de 1561 por Felipe II es indudable; la Villa y Corte fue adquiriendo personalidad a base de acontecimientos, más que de monumentos, hasta ser la ciudad transformadora, vibrante y vital qué alumbra al resto de España. No es una ciudad icónica para el habitante, visitante o transeúntes, que la definan, como Paris, Londres o Nueva York. Por ser tan variada y plural en acogimientos no necesita de Estatua de la Libertad, Eiffel o Torre de Londres para remarcar su carácter, ser querida y admirada. Mayo, es su mes, y el sol de la primavera adorna un alma castiza, trágica, rebelde e iconoclasta.

 

Madrid, “rompeolas de todas las Españas”, ¡qué bien tu nombre suena!, en poesía de guerra; también sufrió “de Corte a Checa” los duros años de la idílica II República que la vacunaron, esperemos, contra los intentos del nuevo guerra civilismo de revertirla a la hoz y el martillo. Del privilegio impositivo y pujanza económica que hoy goza, quieren derribarlo con todas las estatuas, monumentos y toponimias que la singularizan, como aquellos milicianos derribando la estatua de la Reina Berenguela, creían demoler a la madre del General Berenguer. La oligarquía política actual no escarmienta con Madrid, como la económica no lo hizo en su época.

 

El patio de monipodio en que han convertido a España con las Autonomías (Autonosuyas según el genial Vizcaíno Casas) han llevado a recrear que, el centralismo de Madrid, es un grave problema para España al transformarse en ideología. El provincianismo decimonónico ha vuelto con fuerza y lucha acomplejado para que Madrid no sea la esencia donde arraigar costumbres, tendencias o mitos; la sede de todos los acontecimientos políticos, financieros o empresariales relevantes; y la capitalidad cultural y diplomática, sede del Gobierno y Parlamento de la Nación.

 

Sólo puedo admitir que, desde Madrid, los partidos políticos imponen sus listas cerradas, obligando a votar a “diputados cuneros” desconocidos, que ignoran los problemas de su circunscripción electoral. Al votarse lo que decida el jefe de filas con absoluta unanimidad, a Madrid vienen todos a hacer fortuna política y personal. Madrid es la antesala de España, en éxitos y fracasos. Hay que ganarse Madrid para decir que gobiernas España.

De ahí que contiendan en Madrid los mejores candidatos de cada Partido; que se fichen nombres adaptables a cualquier idea; personajes mediáticos con efecto mariposa: “justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en Mariposa”. Dejar una Vicepresidencia de gobierno para intentar obtener más diputados autonómicos, sin posibilidad de liderar la oposición, denota la inteligencia asamblearia del bolivariano Iglesias. La imposición en la candidatura de un tránsfuga, sin teatro ni partido, relegando a quienes se batieron en la defensa del anterior gobierno autonómico, simplifica el mensaje del PP de Casado, al PP de Ayuso: los cromos de candidatos son como las listas del Consejo General del Poder Judicial, intercambiables.

 

Cuando se recurre a un Abogado del Estado, sacado de la portavocía del partido en el Congreso, es que no tienes a nadie que te salve del desastre de vender la primogenitura por un gobierno autonómico. Ningún Abogado del Estado ha salvado nunca a un estado que decide suicidarse y, en mayor medida, a un partido. Por eso, el tercer intento político de crecer a base de marketing y postureo de equidistancia ha fracasado, pues el electorado quiere y necesita soluciones a los grandes retos que se le presentan, con la carga de profundidad de quien defiende convicciones.

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Sólo Vox, en esta “pasarela Cibeles” en que han convertido las elecciones del 4 de mayo, puede presumir de coherencia política, fidelidad a un programa y respeto al liderazgo de su representante en la Asamblea: Rocío Monasterio. Seguramente, al considerar que los fundamentos en los que asentar el liderazgo, seguido por un numero cada vez más numeroso de votantes, forman parte de un haz de principios, valores y comportamientos ya expresados al electorado, sólo pendientes de refrendar en la coherencia del trabajo bien hecho. Las ideas cambiantes y acomodables de sus rivales políticos, les otorga un plus de útil necesidad que acelere el cambio.

 

Pero ¡Cuidado!, la diosa Cibeles, mundana “señora Cibeles”, desde su inauguración en 1782 hasta su traslado al centro de la plaza en 1895, suele intervenir en las contiendas civiles desde su quietismo mitológico, cuando Ventura Rodríguez y los escultores Francisco Gutiérrez Arribas, Roberto de Michel la diseñaron. Los expertos en demoscopia y rastreadores de encuestas harían bien en saber lo que esconde en sus 230 años de ajetreada vida y la protección que otorga a los lingotes de oro y monedas en sus cámaras acorazadas, a 35 metros de profundidad, si saltasen las alarmas por robo, inundando en segundos la Cámara. También valdría a los memorialistas para explicar porqué no saltaron las alarmas en septiembre de 1936 y de qué partidos eran los “legítimos representantes” del robo del oro allí depositado a todos los españoles.

 

¿Podría prevenir que la historia se repitiera? ¿Sería suficiente para que no volvieran a gobernar Madrid? Y tal vez España. Veo a mis conciudadanos sin memoria y prefiriendo seguir a quien les promete paraísos en la tierra, que a quienes les advierten que el paraíso no existe en la tierra; pues solo el esfuerzo y el sacrificio por mejorar sirve al progreso. Eso y el repudio de ideologías de acreditada falta de libertad y generadoras de pobreza, donde se han instalado mediante el procedimiento democrático.

Será casualidad, o, no, que el mal llamado centro/derecha presente dos candidatas femeninas, convertidas en diosas paganas de la política. Y que enfrente contiendan tres sacerdotes eunucos del socialismo global (comunismo antiguo), cuya única aspiración es servirse de las diosas y lo que representan: fertilidad, agricultura, madres nutricias por antonomasia, dueñas de lo oculto de la naturaleza, de lo mistérico, de lo primigenio. Por ello, Cibeles, era la madre de Zeus, no de Gabilondo.

 

De la mitología griega y luego romana a la realidad actual existen algunas similitudes aplicables. Los dos jóvenes (Atis), hijos de la ninfa Nana, se criaron en el esperpento académico que es hoy la universidad; por eso están castrados en su ideológica inteligencia y “no podemos” atar nuestro futuro al suyo. Por ello deberían ser resucitados a la cordura de las cibelinas, o permanecer en la universal incultura, (tronco de pino), a todo progreso.

 

Según los oráculos de nuestro tiempo, mucho más fiables que los griegos y romanos, sólo podrían vencer a la conjunción cibelina Monasterio/Ayuso, si el animal más fuerte de la naturaleza que tira del carro, se despista con una liebre y descabalga a una de las diosas. O sea, si la derecha cree más útil votar a Ayuso que a Monasterio, por la simpleza de ser la presidenta que se enfrentó a Sánchez y estuvo despierta para adelantarse a la moción de censura. La señora del reino animal “en su carro tirado por leones atravesando el cielo” descrito por Ovidio, pueden ser cualquiera de las dos o ambas, pero nunca, Casado o Sánchez.

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El momento culmen de la reedición del mito se producirá el 4 de mayo. El sacrificio en beneficio de toda la comunidad de que Gabilondo, Errejón e Iglesias no salgan elegidos, bien valdría el que tuvieran que velar dos años a las diosas, mientras el pueblo de Madrid lo festeja jubiloso. Dado que en Vox no hay ninguna “Atalanta” y que Monasterio está felizmente casada, y no necesita de ninguna “carrera de la muerte”; sus rivales, solo morirán políticamente, alguno por osado. Y, el asimilable a Hipómenes, Gabilondo, seguro que acudirá a Afrodita (Pedro Sánchez) en busca de ayuda con que regar la campaña electoral de “manzanas de oro”, en este caso “miles de millones de la UE” que deberemos devolver. Nada despistará a los madrileños, ni entretendrá a “las cibelinas” de su objetivo. Los oráculos de la modernidad así lo anuncian.

Deseo y pasión hacia el 4 de mayo, no obstante, el precio y el castigo; bastante para Errejón e Iglesias de estar condenados a tirar del carro de la Asamblea de Madrid, sin poder mirarse uno al otro, en toda la legislatura. Seguro que, a partir de ahora, cada vez que paséis por delante de la diosa Cibeles, os fijareis más en esos dos leones (Errejón e Iglesias) que tiran de su carro; y, os acordaréis de la razón de su existencia, compadeciéndoos de ellos y de su castigo por haberse amado políticamente, en su momento.

También por haberse “fabricado” una amenaza inexistente que no pasa ni los scanner de Correos, ni la inteligencia humana. El leninismo siempre ha sido así y al fracasar ante los debates, prefiere evitarlo con una torpe excusa y que sean los medios de comunicación afines y el CIS de Tezanos, que pagamos todos, los que les hagan la campaña. Claro que, bajo el pretexto vital para todo demócrata, de no debatir con quien no condena “la violencia postal” auto infringida, del instigador de todas las violencias habidas en España desde hace ocho años, y defensor de las ejemplares democracias cubana y venezolana. ¡Así de patética es la izquierda cuando se le plantea batalla y la puede perder! El PP (Poncio Pilatos) les había acostumbrado a que, aún ganando, las cosas seguían igual.

Deseo que votéis a Vox porque Díaz Ayuso, nadie lo dude, será fagocitada por el PP de Casado; y, aunque en la bajada de impuestos, supresión en patrimonio, sucesiones y donaciones, coincidan; en la ley de violencia de genero, Memoria Histórica, inmigración ilegal, supresión de las autonomías, reducción del déficit publico, aborto, eutanasia, entrega de los medios de comunicación públicos a la izquierda y respeto a la independencia del poder judicial, hay diferencias tan insalvables como para mantener el voto a Vox. Desde el viernes una más: haber sacado a la luz publica el nido de adoctrinamiento y manipulación que viene representando la SER, desde hace muchos años, sin que la obligada transparencia nos diga como se mantiene. ¡Bravo, Rocío: dos orejas y rabo, saldrás por la puerta grande de las Ventas, ¡el 4 de mayo!

Autor

REDACCIÓN