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Gilipolleces, tontunas y maldades que, puestas así, enristradas como salchichas en el mostrador de una carnicería, podría llevar a «alguienes» (muchos alguien) al equívoco de creer que, de esa manera se crea una formación por categoría de superioridad dañosa. Algo por el estilo de la clasificación por puntos en la liga de fútbol.

Pero no es así, y sin duda lo demuestra el siguiente ejemplo escogido de entre una enorme parva: un individuo sin valores especiales a la vista, que acude invitado a una convención sin ningún merito especial; sin sitio entre las importantes personalidades, sino por la simple circunstancia de «está ahí», para darse lustre -la gilipollez- de importante, idea hacerse un selfie -tontuna- con el participante mas ilustre y respetado de los participantes en el evento, para hacerlo pasar -la maldad- de «codeo» con los mejores. Ahí; en lo sucedido en este ejemplo triunfan, como lo demuestra «la foto finish», las tres dañina hazañas, pisando la línea de meta, las tres al mismo tiempo. Lo que demuestra que el personaje central es, «al mismo tiempo» malvado, tonto y gilipollas.

La cabronada -lo que es de pura lógica en su desnaturalizada forma de actuar la izquierda- en continuo uso del latiguillo: «Cuanto peor, mejor; eso es lo que queréis los fascistas«, además de cabronada, es pura gilipollez pues, si es que fuera verdad ese deseo en quienes tenemos tanto cariño a nuestra patria, España, ellos, por estar donde están -si tuvieran la necesaria inteligencia y capacidad de trabajo- haciendo las cosas bien, o al menos casi bien, descontarían el «estaliniano» deseo que gratuitamente nos atribuyen a las personas decentes alejadas de su pestilente ideología política; idea política que, no se olvide, es responsable del mayor genocidio perpetrado a lo largo y ancho de la Historia Mundial, e insiste con su reconocida tozudez, empeñada, en los cinco continentes conocidos, en batir su sangriento propio récord.

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Las personas intelectualmente más capacitadas; esa mujeres y hombres que con la mayor normalidad y -si no se le enfrenta un «sánchez cualquiera-» se ponen delante, enseñando el buen camino a quienes son normales -y hasta a los que nos falta un tantico así para serlo-, que somos quienes les solemos seguir y aprender de sus enseñanzas, cuando critican algo que se está haciendo mal, lo primero, es escucharles con atención y después, si es que se tiene alguna porción, por pequeña que sea, de inteligencia, rectificar, porque a esas personas, y a quienes les seguimos, no nos satisface, porque jode a los demás, tomar un mal vino, si no que nuestro deseo es que todos podamos llegar a ponernos hasta las cejas del mejor de nuestros caldos. Por eso nunca seremos de izquierdas. (Ya se que me muestro benévolo). 

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.