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Alberto Garzón ha sido muy criticado por un vídeo que grabó y que publicó en redes sociales para difundir un mensaje sobre los peligros para la salud y el ecosistema que se generan por el consumo de carne. Concretamente, se refería a enfermedades y una generación de dióxido de carbono muy similar a la que se atribuye a los coches.

Algún medio de comunicación, como no podía ser de otra manera, pues hasta las afirmaciones más estúpidas tienen simpatizantes, ha defendido las declaraciones que Alberto Garzón realizó para poder justificar el no reducido suelto que cobra por ser ministro del Gobierno. Así, elDiario.es ha publicado un artículo en el que se habla del aval científico a la manifestación del dirigente de Izquierda Unida, aunque, atendiendo a indicios, se puede decir con rotundidad que los objetivos de Alberto Garzón tienen más que ver con la fiscalidad de la carne que con la protección del planeta Tierra.

A principios de 2020, se procedió con el estudio, por parte de la Unión Europea, de la posibilidad de generalizar la implantación de un gravamen fiscal a la carne para conseguir que en su precio se refleje el coste medioambiental por su consumo. En muchos Estados ya se está planteando esa posibilidad, pero no parece que una subida del precio de la carne a causa de más impuestos tenga mucho sentido, más allá de la concurrencia de ansias recaudatorias.

En «La expansión del Derecho Tributario», artículo publicado en Lawantrends en diciembre de 2020, afirmé con buenas razones que en el aumento de la cantidad de impuestos tiene «una gran trascendencia la extrafiscalidad, que, aunque está pensada para alcanzar objetivos que van más allá de lo puramente recaudatorio, se está utilizando de manera abusiva para implantar tributos justificados por fines extrafiscales que en realidad no presentan conexión alguna con la protección de determinados aspectos de relevancia social, como el medio ambiente». Precisamente, ello se ha visto porque, si bien es cierto que al principio la extrafiscalidad se establecía con una justificación más o menos idónea, ha alcanzado un nivel que sirve para constatar que no es más que una simple excusa para incrementar la presión fiscal y aumentar una recaudación tributaria que cada vez parece más insuficiente ante la gran cantidad de gastos públicos que se están asumiendo por las Administraciones Públicas, aunque muchos tienen poco que ver con los intereses generales.

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Lo único que desea Alberto Garzón, que cobra del dinero público por no hacer demasiado según las competencias de su ministerio, es garantizar que haya ingresos públicos para sufragar su sueldo. Por ese motivo, necesita una mayor presión fiscal sobre la carne, más allá de la incidencia que su consumo pueda tener para la sociedad.

Ahora se querrá elevar la presión fiscal sobre la producción y consumo de carne. Después, se buscará cualquier otro producto o servicio al que se le atribuirá la generación de daños y perjuicios para la sociedad a los efectos de poder justificar una nueva subida de impuestos.

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REDACCIÓN