22/11/2024 00:12
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Imaginemos que las partes que se fragmentaron de aquel Imperio Español, convencidas de que la división lleva a la ruina y la fragmentación produce una debilitación que nos asoma al precipicio, en el contexto de un mundo en fase de globalización dictada por poderes no explícitos que traman la forma de esclavizarnos y subyugarnos desde un Gobierno Mundial, deciden como única posibilidad de sobrevivir unirse. La unión hace la fuerza.

Unirse porque tenemos una lengua común.

Unirse porque tenemos una idiosincrasia común, una cultura común, una visión antropológica común, tuvimos una religión común antes de que la masonería unida al mundo protestante y a los intereses anglos decidieran conspirar aprovechando la disolución de aquella idea generadora, civilizadora, que fue el salto en la humanización del mundo conocido en aquel siglo XV y en el XVI, en lo que se entendió por Era Moderna.

Unirse porque tal ha sido la debilitación, que cada parte no puede dar un salto en el desarrollo económico. Cada una de esas partes hundidas por la depreciación de la moneda hasta la pérdida absoluta de su valor, con el crecimiento sin límite de la inflación y de la deuda pública y el déficit en las cuentas del Estado quedaron imposibilitadas para ejercer las capacidades autónomas de explotación de los recursos propios y de las materias primas.

 Y ahora, para tomar conciencia del problema miremos hacia dentro de España y pensemos.

Unirse porque todos juntos sumamos potencialidades de desarrollo. Cada uno por separado estamos condenados a ser pasasitados, subyugados, expoliados en el patrimonio natural, las materias primas y las posibilidades de inversión sin dependencias externas.

Unirse porque entre todos somos una potencia geopolítica capaz de frenar en seco a quienes tratan de liquidar nuestras soberanías y las libertades colectivas y derechos individuales, bajo el signo de una gobernanza mundial de naturaleza luciferina.

Unidos porque compartimos una religión, la Católica, que nos da el sentido del ser colectivo y nuestras formas de vida y de convivencia, en lugar de esta degradación de costumbres e ingenierías sociales desnaturalizantes de nuestra forma humana creada por Dios. Nadie puede suplantar a Dios en sus designios.

Unidos porque aún en nuestra diversidad y mestizaje de muchas razas, por el mandato de Isabel la Católica, nos hibridamos. Los españoles trasladamos allí una civilización mucho más avanzada forjada en la lucha contra el musulmán y la recuperación de nuestra esencia cristiana liberadora, produciendo un gran salto en el avance del ser humano de aquellas tierras transatlánticas.

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Tras esa unidad estratégica común y desaparecidas las sinergias de descomposición iniciadas por la conspiración neomarxista del Foro Sao Paulo, bajo un paradigma común regido por los principios de la coexistencia de naturaleza cristiana y occidental, se decide unir a esos gobiernos con una estructura común y un sistema confederal regido por un presidente de la confederación hispanista.

Y dejamos aparte una Unión Europea con la cual tendríamos una relación especial pero no unívoca en tanto que se ha demostrado que nada nos ha aportado salvo pan para ayer y hambre para hoy, y la compra de una deuda pública que es el talón de Aquiles para nuestros hijos y nietos.

 Y es mirando a los intereses de las futuras generaciones hacia los que tenemos que dirigir nuestra vista y no al egoísmo de los de hoy para hipotecar por siglos a los de mañana.

Imaginemos todo eso que hoy por hoy es un desiderátum casi imposible.  ¿Pero no fue imposible también la caída del Muro de Berlín?  Y cayó.  ¿No fue imposible la caída de la URSSS y de la tiranía comunista? Y cayó.

 Por tanto, ¿por qué no nos vamos a permitir el lujo de soñar? ¿Acaso los sueños no son los antecedentes de lo que puede ser realidad?

No podemos dejarnos esclavizar.

No podemos dejarnos esquilmar nuestra cosmovisión y modo de vida.

No podemos dejarnos que nos “coman” el cerebro y nos laven con lejía la estructura cognitiva que hemos heredado de  nuestros antepasados; que nos dieron algo tan importante como la Hispanidad y la España cristiana. Perdidos los elementos fundantes ya no somos nada, ni como personas ni como sociedad.

No podemos dejarnos arrastrar hacia el nihilismo, hacia el relativismo, hacia la inanidad, hacia la ruptura de nuestro ser y de nuestro existir como españoles. Eso nos hace ser incapaces para forjar nuestro destino como españoles.

No podemos permitir, en definitiva, dejar de ser libres de hecho, no solamente de Derecho si éste queda eliminado en su razón última.

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No podemos abandonar la defensa de la verdad porque esta nos hace libres. Y un pueblo que deja de ser libre y autodeterminado acaba siendo rebaño perdiendo la forma ontológica del ser, convirtiéndose en seres zombis.

Y para eso estamos impulsando un movimiento para rescatar la idea hispanista y el fundamento de la Hispanidad que tan bien definió el asesinado por las hordas rojas Ramiro de Meztu, que desde estas líneas homenajeamos y que da sentido a la Asociación, recientemente creada, Unidad Hispanista. Juntos somos poderosos, divididos seremos carroña para los buitres que sobrevuelan sobre nuestras cabezas.  (www.unidad-hispanista.es).

En dicho sentido, hemos convocado un acto en Vitoria para presentar la Asociación con la presencia del profesor de Derecho Constitucional en la Complutense D. Ramón Peralta. Se celebrará el día 5 de octubre a las 19.,30 horas en Vitoria, en la Casa de la Cultura, con posterior celebración de una cena de hermandad. El título de la conferencia será “Alava. Comunidad foral castellana”, entendiendo que hay que acabar con una gran mentira cual es que Euskadi es una nación, porque Euskadi es una entelequia salida de la mente calenturienta de Sabino Arana; o que existió con anterioridad una nación formada por siete “herrialdes” cosa imposible pues solo existían hechos forales, como la propia Constitución reconoce en su Adicional Primera; o que Euskadi era un hecho homogéneo, cuando las tres realidades forales vascas fueron diferenciadas y distintas. Más aún si añadimos la de Navarra que fue un reino.

Si no vamos modificando estas realidades falsificadas no avanzaremos en la recuperación de la verdad histórica de la Hispanidad y España caerá en el agujero de la descomposición aún más.

Autor

Ernesto Ladrón de Guevara