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Aunque muchos comentaristas e historiadores hayan defendido que la muerte de Carrero no cambió nada de los planes de Franco y que todo hubiera seguido igual a la muerte del Caudillo con el almirante al frente del Gobierno, sin embargo, por los antecedentes se demuestra todo lo contrario, que la muerte de Carrero lo cambió todo y no hay más que leer el informe secreto que escribió en 1947 por encargo de Franco de su visita y entrevistas con don Juan de Borbón, Conde de Barcelona y heredero de la Corona, en Estoril. Porque la dura discusión que tuvieron ambos sobre el tipo de Monarquía que vendría después de aprobada la Ley de Sucesión, era tan dispar que si no hubiese muerto y hubiese sido él el que hubiera hecho la Transición a la muerte de Franco, la Monarquía que llegó hubiese sido totalmente distinta a la que está en vigor tras la Constitución de 1978. Hay un momento en la entrevista de Estoril –que queda perfectamente reflejada en el informe de Carrero que se publicó por primera y última vez en la obra del Laureano López Rodó «La larga marcha hacia la Monarquía» que se plantea este cambio de impresiones.

-«Bueno, esto es la Monarquía electiva –dice don Juan cuando lee el texto del proyecto de la Ley de Sucesión que le ha llevado el almirante Carrero.

– No, Alteza, en todo caso será una Monarquía hereditaria selectiva. Señor, la Monarquía que queremos no puede ser más que una continuación del Movimiento Nacional y el fruto de una victoria que nos costó un millón de muertos… queremos, además, una Monarquía que, a través de los siglos, quede al margen de todos los posibles pleitos sucesorios y la Monarquía de sus «monárquicos auténticos» sería una Monarquía que lo primero que exigen es la marcha del Caudillo, cosa que no tiene viabilidad, pues aunque él quisiera los españoles no le dejaríamos, y una vez España acéfala, presentarse su alteza en Madrid con ellos y hacer una elecciones, que es lo que quiere el extranjero y lo que propugnan los rojos… una Monarquía que de salir adelante nacería tan débil que al segundo sufragio caería con estrépito, como cayó la de vuestro augusto padre».

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Lo que indicaba claramente que Carrero era, incluso, «más franquista que Franco» y que de haber sido él el que hubiese hecho la Transición no habría tenido nada que hacer la Monarquía parlamentaria, abierta al comunismo y a todas las Izquierdas y por encima de los Principios Fundamentales del Movimiento.

Por eso, hay quien piensa que la muerte de Carrero a quien más favoreció fue a la Monarquía Parlamentaria, que defendió siempre don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, y de ahí el «quid prodest» romano.

«Quid prodest» pues, según mi admirada Agatha Christie, a quien recibe los bienes del fallecido… y por ahí hay que empezar la investigación para llegar al autor, al verdadero autor del crimen.

En el caso que nos ocupa está claro que la favorecida de la muerte de Carrero fue la Monarquía de D. Juan, la Parlamentaria y Democrática, y perdió la Monarquía heredera del Movimiento y de los Principios fundamentales del Movimiento.

Luego, por ahí habría que buscar a los «cerebros» que idearon y pagaron a ETA para que llevase a cabo el atentado que le costó la vida al almirante.

Pero eso, como el asesinato del general Prim, nunca se aclararía ya. Desgraciadamente para la historia.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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