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Informaba ayer nuestro subdirector, Javier Navascués, de la absolución del energúmeno que el 31 de octubre de 2018 pintarrajeó la lápida de la sepultura del Excelentísimo Señor D. Francisco Franco Bahamonde.

La Audiencia Provincial de Madrid ha absuelto a ese presunto escultor, al que quizá conozca su madre -su padre, evidentemente, no-, que dibujó lo que él dijo que era una paloma -también podría haber dicho que era una castaña, y lo hubiéramos creído igualmente- “por la reconciliación de los españoles”.

Salvo superior criterio de cualquier hideputa, soy español. Y la única reconciliación que necesito es la de que los sinvergüenzas respeten la Ley, o sean debidamente castigados por saltársela, que es lo que ocurre en cualquier Estado de Derecho, cosa que no es –ni por el forro- esta memocracia que se han dado los ladrones, los corruptos y los canallas a sí mismos.

Por esta necesidad de reconciliación, el llamado -ignoro por qué motivo- “escultor” Enrique Tenreiro, debería haber recibido una docena de patadas en sus zonas más sensibles -caso de que las tenga-, o en su defecto la pena establecida en el Código que corresponda, que para la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos era de dos años y cinco meses de prisión. En su día ya escribí sobre este tema, y en mi blog puede encontrarlo quien guste.

Quizá hace falta otro Código, uno que no favorezca descaradamente a los criminales de cualquier tipo, aunque con claro favoritismo hacia la hez de la sociedad en cualquiera de sus clases y subespecies, y muy especialmente para los rojos de mierda -lo digo por la reconciliación, señor fiscal-, los guarros -ídem de lienzo, señor fiscal-, los antisistema de guardarropía y con subvenciones, y los hideputas a granel.

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O hace falta que, ya que la Justicia se aplica sólo desde un lado y para sojuzgar al otro; dado que la Ley sólo protege a los criminales; dado que la política de los corruptos y de los cobardes insiste en la ingeniería social para convertir a los españoles en borregos, dejasen que  –por la libertad– nos reconciliáramos a mano alzada.

Porque yo si me siento ultrajado por la acción del fulano Tenreiro, y ya que la Justicia es injusta y no me da satisfacción, me gustaría que, al menos, me dejara tomármela metiéndole al escultor un bote de pintura como el que utilizó para pintarrajear una sepultura por el mismísimo camino recto. Y hasta el fondo.

Autor

Rafael C. Estremera