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La noche de 25 al 26 de julio de 1835 estalló el anticlericalismo en las calles de Barcelona. El inicio de la revolución se produjo por la tarde. Se ha querido achacar el preludio del posterior desastre a una mala corrida de toros en la plaza de la Barceloneta, conocida como el Torin. Lo que motivo aquel levantamiento ciudadano fue los elevados impuestos que tenían que pagar pues, según ellos, encarecían la vida y arruinaban las fábricas. El movimiento revolucionario tuvo como trágica consecuencia la quema de los conventos de Santa Catalina, de San José, de los Trinitarios, de San Agustín y del Carmen, así como el asesinato de frailes y monjas. La milicia urbana pudo parar la tuba revolucionaria pero, el pueblo ya se había levantado contra el poder establecido y contra la burguesía que los oprimía.

Para intentar restablecer el status quo se creó, el 5 de agosto de 1835, la Junta Auxiliar Consultiva. Esta estaba formada por gremios, fabricantes, comerciantes hacendados y milicianos. Tuvieron el apoyo de dos diarios El Vapor y El propagador de la Libertad. El propósito de la Junta era sustituir el Estatuto Real de 1834 por una constitución que garantizara los derechos del pueblo y precipitara las reformas civiles y eclesiásticas del país. Se trataba de centralizar la opinión de Cataluña y de restaurar la antigua Corona de Aragón. Aunque la Junta fracasó, su política anticarlista produjo la muerte de algunos dirigentes de éste floreciente movimiento político. Así, el 18 de agosto de 1835 fue asesinado, en la Ciudadela barcelonesa, el dirigente carlista Miguel Arqués, conocido con el seudónimo de El Estudiante Murri. Arqués fue culpabilizado por la quema de los conventos.

El jueves 22 de agosto de 1835 apareció, en el diario liberal El Vapor, una reseña biografía sobre Miguel Arqués. Este diario ataca a este dirigente con términos negativos hacia su persona y, por analogía, hacia el movimiento que defendía. El tono del artículo es similar al de otros periódicos liberales de la época. Buen ejemplo de cómo veía la sociedad liberal española a los carlistas es el artículo La planta nueva o el faccioso. Artículo de Historia Natural, publicado el 10 de noviembre del 1833, en la Revista Española y firmado por Mariano José de Larra. En él describe, como si de una planta se tratara, a los carlistas en los siguientes términos:

El faccioso es en el reino vegetal la línea divisoria con el animal, y así como la mona es en éste el ser que más se parece al hombre, así el faccioso en aquél es la producción que más se parece a la persona; en una palabra, es al hombre y a la planta lo que el murciélago al ave y al bruto… Por eso no se puede decir que el faccioso tenga inteligencia, sólo porque se le vean hacer cosas que parezcan indicarlo; lo más que más se puede deducir es que es sabia, admirable, incomprensible de la naturaleza.

El anticlericalismo, por haber apoyado el levantamiento carlista y la definición de estos, como personas descerebradas, con poca visión de futuro y apoyando una institución –el Antiguo Régimen- contra el cual había que luchar, eran una constante en toda la prensa liberal de la época. Así pues, la línea editorial de El Vapor no pierde la oportunidad de expresarse con rotundidad contra aquellos hombres, tal y como se expresaba Larra y otros articulistas liberales.

La reseña sobre Miguel Arqués, publicada cuatro días después de su asesinato se inscribe dentro del talante de la época y demuestra la poca consideración y respeto que los carlistas les merecían a los liberales:

Hemos recibido de cierto caballero que se firma el Tarraconense, una especie de Biografía de Miguel Arqués, o sea de l’Estudiant Murri.

Nació este infeliz en Badalona, hijo de pobres labradores. Fue destinado desde su niñez a guardar cerdos. Sintióse empero con fuego para más épicas empresas, y quiso estudiar gramática latina. Las aulas del Colegio episcopal de esta ciudad podrán dar fe de su asnería y nulidad. A empujones, sin embargo, logró tener aprobados los tres años que se pasan en aprender cuatro reglas y enseñar la traducción de las Selectas.

Fiero y engreído con tan vastos conocimientos, se metió a pedagogo; y si no se lució ni podía lucirse en enseñar lo que ignoraba, hízose célebre por su desfachatez e inmoralidad. Indecente profanador del hábito telar, distinguíase a la legua la perversa índole y rabínico corazón.

Trájole su fatal estrella a meterse en el baturrillo de la política. Y no hay que preguntar a qué lado se lanzó. Sus vastos conocimientos y maligno espíritu le señalaban con el dedo la negra senda que hacía de recorrer. Fue agente de la policía secreta, sembró la desolación entre varias familias, era protegido de los frailes; estuvo preso en Canaletas; una mano (pastelera, sin duda) le sacó de aquel recinto y conspiró. Murió finalmente pasado por las armas en el glacis de la Ciudadela de esta plaza (Barcelona) el martes 18 de agosto de 1835, a las seis de la tarde. Requescant in pace. Era de estatura mediana, bien nutrido, rubio de pelo, de edad 25 a 30 años. Cualquier fisonomista le hubiera calificado desde luego de imprudente y procaz.

Autor

César Alcalá
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