Getting your Trinity Audio player ready...
|
Peregrina Millán–Astray y Gasset nos habla en esta entrevista de cómo era realmente su padre, el general José Millán–Astray y Terreros, fundador de la Legión y de Radio Nacional de España. Fue procurador en Cortes y amigo personal de Franco, que le puso al frente del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. Sin duda un auténtico héroe de nuestra patria, uno de esos hombres cuyo recuerdo es inmortal. Su hija nos habla de él desde el corazón.
Más allá del héroe militar, cuya figura es muy conocida, ¿Cómo era como padre y como persona?
Como mi padre me tuvo siendo muy mayor, con 63 años, fui su ojo derecho, su juguete, su ilusión de toda la vida. Me llevaba a todas partes. Fue un padre encantador. Me llevaba al circo Price, a ver a Celia Gámez, luego me regalaba una caja de bombones enorme, que aún conservo. También Celia venía alguna vez por casa a las tertulias con mi padre y mi madre. También me llevaba a museos, como el Museo del Prado, donde nos enseñaba Las meninas de Velázquez y otros cuadros. Igualmente íbamos al monasterio de San Lorenzo del Escorial.
¿Qué pequeños detalles recuerda que hablen de su humanidad?
Precisamente me acuerdo que en el Escorial estábamos frente a uno de los retretes de Felipe II, que estaba en una urna de cristal. Era como un sillón de cuero que tenía una puertecita. Mandó abrir el cristal y me hizo sentarme. Yo no lo entendía y me decía, ya verás como de mayor cuentas que te has sentado en el retrete de Felipe II. Y efectivamente ya lo he contado varias veces.
Era una niña mimada porque le hizo mucha ilusión tenerme con tantos años. Cuando le preguntaban si era su nieta, decía con orgullo que yo era su hija. Me iba a buscar al colegio e íbamos al Retiro a dar un paseo hasta la rosaleda para que él andase un poco. Otras veces íbamos a un café, el Lhardy, donde tenía una reunión con varios amigos al mediodía en una trastiendita. Yo mientras me quedaba comiendo croquetas como loca y era mi mayor pecado porque comía 4 o 5 croquetas y luego confesaba 2. Fue un padre cariñosísimo y divertido, me ha llevado a los toros, al circo, a los museos y era muy devoto de la Virgen de la Paloma. Y cuando vino la Virgen de Fátima en procesión me llevó a verla y yo estaba horrorizada porque la Virgen llevaba tres palomas blancas y siempre he tenido fobia a las aves. En los toros tenía unas butacas encima del toril que eran de granito. Íbamos a la puerta donde entraban los toreros e íbamos a la capilla en la que rezaban antes de torear. Él solía hablar con los toreros.
¿Cómo era en la intimidad de la vida familiar?
Conmigo era muy cariñoso y me prometió que jamás me daría un azote y lo cumplió porque nunca me pegó. A veces estaba muy ocupado atendiendo a gente o en tertulias y cuando yo me asomaba decía en broma a los contertulios que había moros en la costa. Un día me di cuenta y le dije: -¿osea que el moro soy yo? y se rieron todos los que estaban en la sala. Al tener esa pérdida del ojo por el balazo también perdió el oído y sufría de vértigo, por lo que tenía que estar mucho tiempo tumbado para no marearse. Mi padre estaba el pobre muy cascado de salud. Le gustaba ir a los sitios, pero debido a este vértigo aguantaba poco. Recuerdo que cuando fuimos a ver Las minas del rey Salomón, se tuvo que ir antes de acabar porque se cansaba por el problema mencionado. También fuimos al Metropolitano a ver al Atlético de Madrid. Él era muy del Atlético y en casa lo somos todos. Hasta mis nietos son del Atlético.
Él a veces daba gritos si alguien le incomodaba, pero nunca nos gritaba a la gente que estábamos en casa. Él siempre que iba a visitar alguien tenía la costumbre de llevar algo (costumbre que hemos heredado) llevaba una ristra de morcillas o una botella de vino etc… Era muy amigo de los dueños de La Violeta, una famosa bombonería de Madrid, que tenía un teléfono muy fácil 222 82 52 que aún recuerdo. Yo me dedicaba a llamar y a pedir bombones. A veces los pedía en nombre de mi padre, hasta que me pillaron la travesura.
¿Qué aficiones tenía?
Le gustaba mucho leer y cuando se cansaba (por el vértigo) le leía mi madre. Le gustaba mucho leer El Quijote, que era su libro de cabecera y lo tenía muy manoseado de tanto leerlo. Tenía más libros lógicamente, pero yo solo me acuerdo de El Quijote. Tenía muchas aficiones relacionadas con la cultura, como cine, teatro, museos…pero debido a sus problemas de salud aguantaba muy poco en estos lugares y espectáculos.
¿Hablaba mucho de política en casa?
Hablaba mucho de política con mi madre y con su sobrino Javier y con amigos, pero como yo era una niña no podía estar presente y no recuerdo bien de que hablaba exactamente.
¿Era un hombre muy religioso?
Sí, era muy devoto, como ya dije me llevaba mucho a la Virgen de la Paloma. Me hizo hacer la primera comunión en la Basílica del Pilar de Zaragoza, en la capilla de la Virgen. Y yo luego quise que me hija Rita también la hiciese en el Pilar. Iba Misa todos los domingos a la Dirección General de Mutilados. Arriba se organizaba un pequeño altar de campaña donde el Páter decía la Misa. Estando ya muy enfermo también fue a Misa y la oyó sentado. Fue su última Misa. El se confesaba a menudo con el Páter. Le gustaba mucho la oración a la Virgen de Bendita sea tu pureza. Una oración que también gustaba mucho a mi marido. Y siempre que pasábamos cerca de Velázquez, donde estaba la Dirección General de Mutilados, lugar en el que falleció mi padre, rezábamos esta oración. Y hasta hoy en día yo la sigo rezando todas las noches.
Háblenos de su afición por la poesía y su faceta de escritor.
También le gustaba mucho hacerme recitar versos siempre que había alguna visita. A mí me daba mucha vergüenza. Eran versos de Ruben Darío, de Espronceda o de otros poetas. Yo de mi padre tengo un recuerdo infantil maravilloso.
Escribió varios libros, como el libro de la Legión, que es muy bonito y sencillo de leer en el año 21 o 22. Es un libro que doné al Ministerio del Ejército.
Al perder un ojo perdió media visión, pero también perdió medio olfato, medio gusto, medio oído. Realmente estaba muy mermado físicamente. Además padecía una úlcera de estómago de tipo nervioso que le obligaba a hacer un régimen especial y estaba muy delgado.
¿Qué anécdotas interesantes recuerda con el general Franco y otros personajes
históricos?
Me llevó a ver a Franco una vez al palacete que tenía en Torrelodones. Me explicó por el camino quién era Franco. Me acuerdo que le hice la reverencia que me enseñaron las ursulinas y luego mientras mi padre hablaba con él, me llevaron a una habitación que estaba al lado. Me acuerdo que me sirvieron mi primera Coca-Cola y unas galletas María. Luego me llamó mi padre y despedí de Franco que me tocó cariñosamente la cabeza. Mi padre tenía muy buena amistad con el Caudillo. Había sido siempre su jefe y tenía 13 años más que él. Luego Franco fue a verle cuando mi padre ya estaba muy enfermo.
Le trataban muchos periodistas y escritores famosos. Recuerdo que una vez fuimos a ver a José María Pemán y también trataba con Cristóbal de Castro…Era muy amigo de Jacinto Benavente, Premio Nobel de literatura. Y mi padre me llevaba al torreón de D. Jacinto, en Galapagar, que se lo buscó y se lo hizo comprar mi abuelo Rafael Gasset, que también era muy amigo suyo.
La Legión y el patriotismo eran su verdadera razón de ser. ¿Qué es lo que piensa usted cuando se ataca su figura?
Que son unos incultos la mayoría de ellos. Es imposible que un personaje tan importante como mi padre, que estuvo tantos años en la vida pública y fundó la Legión no tuviese enemigos y gente a la que no le cayera bien. Yo en mi vida solo me he encontrado dos personas que han sido desagradables conmigo al saber de quién era hija. Le acusaban de tener mucho dinero, cuando mi padre era tan desprendido y honrado que al morir el 1 de enero de 1954 solo tenía una casita muy pequeña en el Escorial y 2800 pesetas en la cuenta corriente. A él personalmente le regalaron el edificio de Velázquez, una casa palacio y él quiso que fuera para la Dirección General de Mutilados para que tuviese una sede decente. Y en uno de sus pabellones vivió mi padre desde el año 1941 hasta que murió en 1954.
Quieren quitar su nombre de las calles, pero hay una valiente asociación, la Plataforma Millán-Astray, que lucha para que no se cometan estos atropellos.
Valoro mucho la labor de la Plataforma Millán-Astray, de la que soy su madrina. Los legionarios que están en activo no pueden hacer nada, pero los de la plataforma, legionarios retirados en su mayoría, se dedican a defender la memoria de mi padre. El movimiento lo dirigen actualmente Emilio Domínguez y Guillermo Rocafort. Me emociono recordando al anterior Presidente, el teniente coronel José Antonio Pérez Recena, tristemente fallecido. Estoy totalmente agradecida a la labor de esta asociación por todo lo que hacen por la figura de mi padre. La última vez les acompañé yo a ver al alcalde Martínez-Almeida porque anteriormente Carmena no quiso recibirlos.
Este año se acaba de celebrar el Centenario de la Legión y su padre, lógicamente, ha sido muy recordado, pese a todo algunos quieren difamar su nombre. ¿Se ha llegado a emocionar?
Ha sido muy emotivo y muy emocionante, aunque por el Covid no se ha podido celebrar como debiera. La Ministra de Defensa, Margarita Robles, tuvo una reunión con los generales que habían mandado en la Legión y tuvo el detalle de invitarme a ir. Yo no pude ir por mi edad y por el Covid. Me llamó por teléfono muy cariñosamente y me regaló un ramo de flores, hechos que me emocionaron y le agradecí muchísimo. Ella tiene mucho respeto por la Legión. Por cierto, le regalé el libro de la Legión de mi padre.
¿Es consciente de que su padre es un grande de la historia de España, un héroe, un hombre para la eternidad?
Si soy plenamente consciente y todos ustedes me hacen caer en la cuenta, sobre todo la Legión y sus miembros, que ya ha cumplido 100 años y espero que cumpla otra 100 años más y lo que haga falta. Agradezco a El Correo de España esta entrevista.
¿Podría contarnos una última anécdota?
Una vez mi padre estaba paseando por El Retiro con una persona muy importante Marabbi Rebbu, llamado el Sultán Azul, que iba vestido con un turbante. El Sultán muy amable me preguntó que quería de regalo y yo le dije que quería camellos. Y efectivamente a los 15 días nos mandó tres parejas de dromedarios (tres machos y tres hembras) que mi padre donó a la Casa de las Fieras de Madrid. Luego fui mucho a ver a mis dromedarios. No se me ocurrió pedirle un brillante al moro, le pedí un camello y me mandó 6. Por cierto mi padre me regaló una burra con su carrito. Y el único burro que había en la zona de Galapagar y Colmenarejo era el que tenían los guardeses de D. Jacinto Benavente y llevamos a nuestra burra a que la cubriese su burro.
Autor
-
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
Últimas entradas
- Actualidad21/11/2024Espectacular encuentro de un joven con la luz de Dios desde las tinieblas del nihilismo más absoluto. Por Javier Navascués
- Actualidad20/11/2024El general Blas Piñar analiza como la transición aceleró la decadencia del Ejército Español. Por Javier Navascués
- Actualidad19/11/2024Teniente coronel Bendala: “Esta democracia lleva al libertinaje, a la corrupción y degeneración aberrante”
- Actualidad18/11/2024Lupe Batallán (influencer provida): “La pornografía goza de impunidad y la gente cree que no es dañina”. Por Javier Navascués
Para saber de la epoca en profundidad es necesario, es mas, es imprescindible leer este libro recien salido del horno de la Editorial Actas
https://desdemicampanario.es/2022/11/07/presentacion-del-libro-la-guerra-de-marruecos/
Sería muy importante aclarar un asunto que muchos intelectuales y «sabios» al servicio de la mentira y el engaño, es decir, del demonio, le han reprochado a este grande de España al servicio de Dios y los suyos, José Millán Astray, el incidente que tuvo lugar en agosto de 1936 en la Universidad de Salamanca, en pleno fragor de la Cruzada contra en anticristo rojo y antiespañol, cuando más crispados estaban los ánimos y más dolor y lágrimas se estaban derramando por los que padecían, por los familiares, católicos en su práctica totalidad, de los que solían acudir a misa, de los parientes fieles que habían sido salvajemente asesinados por las hordas rojas envenenadas de odio en incontables pueblos y ciudades, de lo que los propios legionarios fueron testigos por Andalucía occidental y Extremadura en su triunfal avance. Esto se suele silenciar por los historiadores, más celosos de su «prestigio académico» (de ser fiel a la mentira o política) que de exponer los hechos, la verdad.
Esos intelectuales, catedráticos que hoy acusan al fundador de la Legión que perdió un ojo y una mano defendiendo a España, no vendiéndola a quienes la odian, y demás falsos profetas y guías de ciegos repletos de «títulos académicos» y «prestigio», acusan al citado general de gritar «¡Viva la muerte!», y eso exige explicación, especialmente para los católicos (que no equiparen eso al aborto, por ejemplo), pues de otro modo, cualquiera puede pensar que la Legión, poco menos que es como los cerebros de esos mismos catedráticos, historiadores, profesores «universitarios» y escritores censores y perseguidores inmisericordes de los del bando católico y patriota de aquella Cruzada siempre presente a conveniencia política, aunque sus víctimas ya les perdonaron en su tiempo (el odio no perdona ni se extingue hasta parar en el infierno). Esos catedráticos y profesionales del engaño, cuyo cerebro está tan cegado por la soberbia y la arrogancia que no entienden o no quieren entender esa expresión propia de «los novios de la muerte» porque odian la verdad, como no puede ser de otra manera, intentan asociar a Millán Astray a una especie de «bárbaro fascista» inculto y analfabeto (no tienen ni idea de lo equivocado que es ese juicio propio de demonios), enfrentado al partidario de Franco hasta el último momento de su vida, Miguel de Unamuno. Pues bien, no muy lejos de Salamanca está Alba de Tormes, lugar de última morada de Aquella Doctora de la Iglesia (esta sí, verdadera sabia y doctora por la Gracia imprescindible de Dios) española, que afirmó aquello que esos catedráticos e intelectuales de satanás no pueden llegar a comprender porque odian a Dios y la soberbia les ciega e incapacita, que es la Verdad: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta dicha espero, que muero porque no muero» una poesía que solo las almas que adoran la belleza verdadera, pueden gozar repetir en sus vidas estrofa por estrofa, porque es de una hermosura indescriptible, rebosa amor a Dios, llena el alma de gozo, alegría y confianza en Dios. Una poesía tan apasionada, hasta el punto de pedir la muerte para unirse ya definitivamente con Él, que contagia la fe de todo lector con un corazón mínimamente abierto a la trascendencia, a la Bondad Infinita de Dios. Y como esa, otras muchas. Esa es verdadera poesía que deja en vulgaridades otras tan vanamente admiradas.
Lo que la abulense Santa Teresa de Jesús expresó como regalo de elegida de Dios para la posteridad, no es más que lo que muchos otros santos y santas de toda la historia han expresado, el hecho de que la muerte, la «hermana muerte», como la describía San Francisco de Asís, la muerte ante la que era santamente indiferente san Pablo en sus epístolas, es, para el que ama de verdad a Dios, no algo de lo que es mejor ni hablar, que produce miedo atroz (especialmente al ateo, encantado de endiosarse a sí mismo), el final de la existencia, ni muchísimo menos, sino la puerta a la unión definitiva y eterna al gozo de Dios, de la visión beatífica de Dios, del ansiado y anhelado Reino de los Cielos, la máxima aspiración de toda alma sana, busque a Dios por donde lo busque, por el camino de Cristo o por la perdición de los ídolos mientras no se convierta. Pero claro, para comprender esto, no basta jactarse de sabio exhibiendo su capacidad de seducción de lectores o seguidores, ha de ser Dios el que ilumine la razón por la humildad y el amor a Dios mismo del que le ama con sinceridad, el que lo muestre. Nadie va al Padre si no es por el Hijo, ya que Padre e Hijo son uno.
Como los que odian a Dios lo rechazan con soberbia, no lo pueden comprender, están imposibilitados, como los judíos ante el Señor. Y por eso estos intelectuales y catedráticos de la estupidez y de la necedad atea que solo engañan a vanidosos como ellos, vilipendian al gran Millán Astray, pues no entienden que la Legión es un cuerpo militar sólidamente cimentado en Jesucristo Nuestro Señor, en el Crucificado redentor y salvador del mundo, en la fe católica apostólica de sus fundadores, es decir, que tiene unos fundamentos puramente cristianos, como los de sus dos fundadores Franco y Millán Astray. Por eso, para un legionario, no hay mayor honor y gloria a Cristo que morir por la patria, que es la que más ha amado y ama a Cristo como así lo ha dejado bien patente su incomparablemente gloriosa historia que esos mismos intelectuales y catedráticos ateos al servicio de satanás, la mentira y el engaño, desprecian y tratan de convencer a los demás que ha de ser objeto de «vergüenza» y de rechazo con todo tipo de leyendas negras. Así opera el demonio y sus vástagos. No saben vivir sin mentir y engañar.
El legionario no solo lleva a hombros al Señor crucificado en Semana Santa. Si es legionario por vocación, y tal como reza su himno, el himno del legionario, en el fuego busca la redención, pues su destino, como el de todo buen fiel a Cristo, tan solo es sufrir. Por Cristo lucha hasta vencer o morir, como lucharon innumerables santos y santas. Por eso se autodenominan, en sintonía con tantos santos y santas, «novios de la muerte», y por eso vencen una batalla tras otra, porque tienen un Capitán que es invencible y Todopoderoso. Por eso Millán Astray y Franco y miles y miles de legionarios gritan eso de «¡Viva la muerte!», es decir, su «Vivo sin vivir en mí, y tan alta dicha espero, que muero porque no muero», porque no hay mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Y eso lo conocen en la Legión, los legionarios vocacionales, como en pocos sitios en este mundo, cada vez menos. En aquella Cruzada victoriosa también luchó Franco del brazo de esta gran santa, doctora y mística de Ávila que Dios regaló a España, que también sufrió vilipendio en vida y tras su vida, incluso hoy. Prueba inequívoca de que quién esta con Cristo y no contra Él.