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María Luisa Femenías (1950) es doctora en Filosofía (UCM), profesora consulta de la Universidad Nacional de La Plata (2016), exdirectora (2008-2016) y cofundadora (2006) del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género. Fundadora de la Especialización en Educación en género y sexualidades (FaHCE, UNLP) y directora (2012-2017). Coeditora de la revista «Mora» (UBA) entre 1993-2017. Titular regular de Antropología Filosófica (UNLP, FaHCE 1997-2016). Titular en Género y DDHH de las Mujeres (UNLP, FCJ 2011 – continúa) y titular en Antropología Filosófica (UNQui 2018 – continúa). Como profesora, ha visitado numerosas universidades del país y del exterior (Berkeley, Jean Jaurés, Perugia, Diderot, Les Lumièrs, Complutense, Málaga, UAM, entre otras). Premio Konex a la Trayectoria Académica (2006-2016), profesora distinguida UBA (2017), doctora «honoris causa», UNC (2017). Entre su obra, se destacan: «Sobre Sujeto y Género. (Re)lecturas feministas de Beauvoir a Butler» ([2000], 2011), cuatro volúmenes sobre feminismo latinoamericano (2002, 2005, 2007), «El género del multiculturalismo» ([2007], 2013) y «Los ríos subterráneos» (2013-2018), seis volúmenes sobre violencia contra las mujeres. También ha compilado (en colaboración): «Judith Butler, su filosofía a debate» (2013); «Judith Butler: Las identidades del sujeto opaco» (2015) y «Judith Butler fuera de sí» (2017). Es coautora de «Antropología filosófica (para no filósofos)» (2016) y de numerosos artículos en revistas de circulación internacional. Es autora de «Ellas lo pensaron antes» (2019), obra publicada por Ediciones Lea.

¿Por qué un libro cuestionándose si Simone de Beauvoir es la madre del feminismo?

No es un libro que se cuestiones si Beauvoir es (o no) la “la madre del feminismo”. Es un libro que examina algunas cuestiones vinculadas a la filosofía de Simone de Beauvoir, no todas; y que recoge algunos apelativos sobre ella, contraponiendo opiniones. Pero no sólo eso. Y, como todos pueden ver, la cuestión está formulada en términos de pregunta abierta. Las personas que lean el libro podrán juzgar por sí mismas cómo responderla. Es una forma indirecta de convocar a las y los lectores a leer el texto formulándose preguntas y buscando respuestas, sobre todo en la obra misma de Beauvoir. El libro es una suerte de guía que recorre ciertos temas filosóficos, no todos y ni siquiera me atrevería a decir las más importantes; sólo aquellos quer concitaron mi interés. Es decir, revisa los temas y problemas que a mi mirada resultaron más interesantes, innovadores y ricos, siempre en el marco de la filosofía existencialista tal como el grupo al que perteneció la entendió y la desarrolló.

¿No es exagerado afirmar que esta filósofa francesa redefinió la cultura y el pensamiento de la humanidad?

Bueno, podría repreguntar que entiende Ud por “exagerado”. Todos los filósofos hablan en términos de “humanidad” y le confieren caracteres, objetivos y/o sentidos. Beauvoir es filósofa y emplea ese término como sus colegas varones lo hacen, pero llamando la atención de que los usos (incluso filosóficos) del término excluyen a las mujeres. En ese sentido, Beauvoir redefinió la perspectiva al incluirlas expresamente y mostrar que, al retomar ideales ilustrados y darles actualidad crítica, de pleno derecho que ocupan las mujeres; de ahí el enriquecimiento de la perspectiva en términos de “redefinición”. Incluso creo recordar que en muchos casos, escribo “humanidad” entre comillas para dar cuenta de que se trata de una construcción teórica, aunque como tal históricamente se obvió incluir a las mujeres.

Ello llevó a Beauvoir a establecer la falacia de la parte por el todo: los varones (una parte) fungían como el todo al excluir a las mujeres como su clase lógica complementaria. El debate en torno a esto, que Beauvoir rastrea hasta la Ilustración, había quedado trunco, como una pregunta abierta a debatir, que ella examina con criterios del presente. Esto le permite ―como Ud dice― redefinir algunos conceptos: quizá el más significativo por sus implicancias, sea “humanidad” u “Hombre”, ambos en el sentido de “todos los seres humanos” como construcción filosófica. ¿Cómo debemos entender «humanidad», entonces? Beauvoir sostiene que la humanidad es «una serie discontinua de hombres libres, aislados irremediablemente por su subjetividad». Este aislamiento implica «momentos de una vida» porque «el tiempo no es progreso sino división», separación en tanto «nunca /…/ puede actuar jamás para la humanidad entera <y> no se puede superar un proyecto sino realizándolo», de ahí que el progreso no sea lineal sino una trascendencia, un ir “más allá”, como lo propio de la condición humana.

¿Podemos afirmar que la mujer, que nunca quiso ser madre, gestó el movimiento feminista?

Decir, podemos decir lo que nos plazca. Otra cosa es probarlo. Por mi parte, considero que ya había habido un fuerte movimiento sufragista previo a los textos de Beauvoir. Y aquí hay que hacer otras precisiones: la participación de las mujeres en la Segunda Guerra fue muy significativa. A modo de compensación, se les concedieron algunos derechos de ciudadanía. Por ejemplo el voto en aquellos países en los que aún no lo habían conseguido; además hubo un ingreso masivo de las mujeres a las Universidades, y al trabajo fuera del hogar. Es decir, la situación político-social era nueva. Beauvoir, a mi modo de ver muy lúcidamente, vio que el voto no era suficiente y que la causa por los derechos de las mujeres debía replantearse. Ese fue el aporte más significativo de El segundo sexo: mostrar filosóficamente una historia de exclusión de las mujeres y al mismo tiempo mostrar la necesidad de profundizar en los fundamentos de sus reclamos, para no quedar en la mera exterioridad de obtener “algunas concesiones”, cuando en realidad habían sido derechos sustraídos.

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La importancia de este planteo filosófico del tema es fundamental, sobre todo si se tiene en cuenta que recién en 1948 (un año antes de la publicación de El segundo sexo) la Sociedad de Naciones, en diciembre, había sancionado la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En otras palabras, si bien los derechos eran un tema viejo, desde 1948 se constituyeron en un eje central de la vida de las naciones firmantes. Desde la perspectiva de Beauvoir debía evitarse entonces como había sucedido, por ejemplo, con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, nuevamente las mujeres quedaran excluidas. De ahí sus análisis lógicos, históricos, culturales e incluso biológicos. En la medida en que históricamente a las mujeres no se les habían reconocido sus derechos igualitarios, era necesario reforzar filosófica y teóricamente el planteamiento del problema.

¿Qué importancia tuvo su obra El segundo sexo?

En parte, ya lo respondí en la pregunta anterior. Pero para reforzar lo dicho, Beauvoir inscribe “la cuestión de la mujer” como se la denominaba en el siglo XIX°, como un problema filosófico, que compete a todos los seres humanos. La exclusión, como la discriminación, es una cuestión que nos compete a todos, se trate de lo que ahora conocemos como sexismo o del racismo entonces mucho más visibilizado, que son los ejemplos más frecuentes en su obra. La inscripción filosófica del tema-problema adquiere así un marco ético-político pero también ontológico, lógico y gnoseológico. La denuncia de Beauvoir de la falacia pars pro toto, que rastrea en la historia en general y en la de la biología, en particular, con tantas consecuencias para las mujeres, muestra fehacientemente el sesgo sobre el cual se ha erguido, en general la cultura occidental a pesar de que pretenda ser “objetiva” y “universal.” Darle dimensión filosófica, es el gran mérito del planteo de Beauvoir.

¿Hasta qué punto su pensamiento fue revolucionario contra la cosmovisión cristiana de la vida?

Sólo “cristiana”, en sentido estricto, no lo se. Del cristianismo primitivo tenemos muchas versiones y seguramente muchas compatibles con propuestas de Beauvoir. El principio quizá más “revolucionario” como Ud dice ya estaba presente en el Existencialismo ateo que Beauvoir profesaba tanto como Sartre y Merleau-Ponty, cuyas obras ya lo habían difundido. No olvidemos que hay un Existencialismo cristiano (Gabriel Marcel, por ejemplo) que vio con buenos ojos buena parte de la obra. Pongo por caso, además, el Personalismo Cristiano de Emmanuel Mounier, quien defendió la obra de Beauvoir incluso contra sectores del propio PC, que no apoyaron esos reclamos de igualdad de las mujeres. La obra evidentemente tuvo carácter revulsivo, pero no solo para el cristianismo. La deconstrucción que hace Beauvoir de la “esencia mujer”, por ejemplo, responde al rechazo general a las esencias que sostenían sus pares existencialistas ateos, sólo que se quedaban “cortos”, por las razones que fueran, y Beauvoir avanzó en la deconstrucción de las “esencias” femeninas. Ahora solemos llamar a esas sintomáticas ausencias (en el sentido de Althousser) “ceguera de género” o “miopía de género”, entonces padecida por buena parte del marxismo “científico” y no así, contrariamente, por el “utópico” propio del siglo XIX°.

También fue uno de los iconos del lesbianismo y del amor libre…

Para Beauvoir, el sexo era ante todo «cuerpo/sexo vivido». La sexualidad, según su posición, se construía en la experiencia y la detección, examen, aceptación y/o rechazo de mandatos y valores sociales. Según Beauvior, se iniciaba rechazando el mito del «infante asexuado», que ya había denunciado Freud a principios del siglo XX. Nuevamente retomando Freud, partió de la idea del “perverso polimorfo”, del que el psicoanalista había hablado en alguna de sus obras sobre sexualidad ―si no recuerdo mal en Tres ensayos sobre teoría sexual de 1905―, así, desde la más tierna infancia, la sexualidad constituye un aprendizaje práctico que incluye preconceptos, prejuicios, mitos y mandatos culturales, como los que examina Beauvoir en el capítulo III del segundo tomo de su obra. En ese sentido, en “ícono” la convierten los demás; ella y Sartre vivieron su sexualidad libremente y ambos mantuvieron por décadas una pareja abierta, pautada y aparentemente sin engaños ni ocultamientos. Más bien yo hablaría de binarismo sexual, más que de lesbianismo, y así lo relata en sus memorias, claramente contra lo que todos ellos denominaban la “moral burguesa”.

¿Podemos considerarla igualmente una de las precursoras de la ideología de género?

Creo no entender a qué se refiere Ud. por “ideología de género”. Ella nunca usó ese término, y creo que su posición filosófica en general no lo admitiría. En Una moral de la ambigüedad, que escribe aproximadamente en la misma época en que realiza sus investigaciones para El segundo sexo, aunque lo publica antes en 1947, Beauvoir subraya que existir (es decir, vivir) tiene sus incongruencias porque las condiciones de la existencia no son claras, la existencia no es lineal, ni siquiera es coherente. No sabemos hasta mucho después de haber realizado la mayoría de nuestras acciones cuáles son sus consecuencias. Para Beauvoir, la vida no tiene un sentido o un significado único, es ambigua, y por tanto hay que interpretarla, lo que puede hacerse de diferentes maneras. En otras palabras, la vida es indeterminación. Beauvoir da buena cuenta de ello en sus novelas: las situaciones, las palabras, los comportamientos de personas y de los personajes no están claramente definidos. Apela así a la noción de «ambigüedad» remitiendo a la situación de estar-en-el-mundo. Las acciones que llevamos a cabo van definiendo nuestro estar en el mundo, a partir de una certeza: que mi cuerpo es el centro de mi mundo, alrededor del que todo gira.

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Tomando de Merleau-Ponty la afirmación «yo soy mi cuerpo», en una posición anti-idealista, Beauvoir lo entiende como el medio de comunicación con todos los objetos del mundo; el horizonte de mi experiencia. Pero además lo reconoce como un cuerpo sexuado, con marcas diferenciales; un cuerpo que no es ideal, ni abstracto sino que es un “cuerpo vivido”; un cuerpo sexuado vivido. Las acciones de cada quien van resolviendo la ambigüedad de los contextos, de las situaciones de la vida y como la vida es un extraño juego de inclusiones y de exclusiones, los seres humanos no podemos dejar de experimentar esa “trágica ambigüedad” que es la vida, y que definimos en cada una de nuestras acciones.

Y “la vida” (la nuestra, la de cada quién, no puede negarse; de ahí que no se pueda suprimir esa ambigüedad, que es, según Beauvoir, propia de la condición humana. Toda acción se define en relación con “los otros”, los que son parte del mundo como yo y no meros espectadores. Por tanto, mi intelecto, mi cuerpo sexuado, mi sexualidad, mi autenticidad y mi compromiso (en el sentido existencialista) son en mi vida, en mi finitud, me son inherentes e implican, al mismo tiempo, mi apertura al futuro, a lo que aún no es. Y, como yo que soy mi cuerpo, sólo soy “en situación”, tengo que reconocer que al mismo tiempo que me limita, me comunica con los demás y con todas las cosas. En mi lectura de Beauvoir no hay escisión entre sexo y género; cada cuerpo es aquello para el que hay otras cosas; las cosas y el mundo que nos son dados en una interconexión activa, constante hasta que llegue la muerte.

Igualmente se le atribuye la defensa de la pedofilia. ¿Qué hay de cierto en esto?

No se. No he trabajado la cuestión y no recuerdo textos en los que haga una defensa expresa de la pedofilia. Pero acuden a mi memoria los nombres de muchos filósofos que trabajaron el tema, Foucault, por ejemplo. Y se me ocurre que habría mucho sobre lo que discurrir y matizar. Sería bueno invitar a los interesados en el asunto, a hacerlo.

Le agradezco sus preguntas, me han dado la oportunidad de responder algunas cuestiones sin duda incisivas y que no recogen aspectos empáticos ni con la figura de Beauvoir ni con el feminismo filosófico o la filosofía de género. Por eso las tomo como la oportunidad de resituar esas mismas preguntas en marcos que habiliten a los y las lectoras a pensar y proponer sus propias respuestas. Como sostenían los existencialistas, y Beauvoir entre ellos, la construcción de la libertad, de la igualdad, de los valores éticos y de paz, es una empresa colectiva que todos estamos llamados a construir.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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