13/05/2025 06:23

Ya tenemos nuevo Papa tras unos días de infinitas cábalas de tantos que, como era de prever, fue tiempo perdido, forma de marear la perdiz, comerse el coco, hacer correr la tinta, rellenar programas y distraer al personal; no aprenderemos nunca. Ante eventos como el pasado, lo mejor es esperar a su desenlace; lo demás son tonterías. La prueba es que una vez más ha salido quien nadie, o sólo algún iluminado o aluciando y por chiripa, pudo prever.

León XIV posee luces y sombras según su trayectoria hasta ahora; aunque para nuestro gusto muchas más sombras, y algunas muy graves, que luces; y ya saben a qué nos referimos, por lo que no vamos a repetirlas aquí, que para eso hay tantos que ya lo están haciendo.

Lo que sí nos llama la atención, lo que observamos, es que su elección, tal vez por inesperada  –¿o por pactada in extremis?–, ha dejado a casi todos con la boca abierta y mudos; nos referimos a los clérigos, no a los miles de opinadores profesionales o aficionados, muy al contrario de que ocurrió, por ejemplo, con Benedicto, que fue inmediatamente y siempre vilipendiado por los unos, o con Bergoglio, que fue enseguida y siempre alabado por esos mismos.

Se nota, o al menos nosotros lo notamos, un aplastante silencio diríamos que respetuoso  –¿tal vez incluso reverencial?–, que podría apuntar a que, aunque no agrada a todos, y menos a unos que a los otros, y también me entienden, tampoco les desagrada… dadas la circunstancias. Parece como si su elección hubiera frenado tanta controversia, tanto dime y direte, incluso serenado los ánimos tan crispados y exaltados, precisamente por esa manía de tirarse los trastos a la cabeza, y, no cabe duda, por la extrema toxicidad de su predecesor que no dudó en alentar con mil gestos y millones de palabras tal situación. Ni un bando, ni el otro, y vuelvo a decir que ya saben a qué me refiero, parecen, si no contentos, tampoco descontentos, como si para ambos este nuevo Papa supusiera un mal menor. Incluso se diría que han llegado a un acuerdo, al menos tácito, de guardar las armas hasta ver qué pasa, o sea, qué hace en realidad y concretamente León XIV, algo así como darle un tiempo… ¿y tal vez incluso un voto de confianza?

Y es que tan mal está la Iglesia, tan al borde de una implosión monumental, que hasta puede que ambos bandos se hayan asustado hasta el punto de entrar en pánico y hayan decidido que el camino llevaba a ambos a la perdición, y consideren que era el momento de juzgar por las obras, por los hechos, y no por buenas o malas razones. Hay que esperar a que decida qué rumbo escoge, porque, aunque ya ha dicho que hay que profundizar en el Vaticano II y que piensa continuar la obra de su predecesor, otra cosa es cómo y hasta qué punto, aspectos en los que puede estar la clave y la diferencia, precisamente también, con ese Vaticano II y con el anterior pontífice. Habrá que sopesar, pues, sus decisiones, sobre todo porque el momento en que llega es crucial de lo mal que está la Iglesia, por lo mal que están sus pastores y lo peor que están los fieles.

Lo dicho se confirma por no pocos de los primeros gestos del nuevo Papa que los ha habido para ambas partes: la casulla (la que usó Benedicto), el nombre, volver a sus apartamentos, el uso en parte del latín, etc., para unos; para otros, recordar varias veces al anterior o citar la bicha, o sea lo de la sinodalidad. Todo ello apunta a que León XIV no es tonto, sabe lo que ocurre y la labor que tiene por delante. Otra cosa es que las decisiones que tome sean las acertadas o… no, y no sólo se vuelva a la carga, sino que empeore, pues como dice Murphy: «Todo es susceptible de empeorar, por lo que si puede sin duda lo hará». Así, tras un Papa tóxico hasta la náusea, o puede también que, por el cansancio de tanta guerra entre un bando y otro, a lo mejor éste trae, por el momento, calma, serenidad de ánimos y… ya veremos después.

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Mientras, recordemos lo más importante, y no perdamos nosotros el rumbo ni el tiempo. Lo único, lo más importante es que nuestra salvación no depende de ningún Papa, que ya somos mayorcitos y que nuestra eternidad está en nuestras manos cada minuto de cada uno de nuestros días desde que tenemos uso de razón. Que `papas van y vienen, pero nosotros iremos una sola vez y no volveremos. Que el Evangelio está ahí desde hace más de dos mil años, así como la Tradición, los Santos Padres, los mártires y santos, la doctrina social y moral secular de la Iglesia, etcétera, y las virtudes como los pecados, y la conciencia como el Diablo.

Autor

Francisco Bendala Ayuso
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