20/01/2025 09:59

El mayor castigo que puede darse, y que en la actualidad se está dando en España, es condenar a un discreto a que trate con una bestia: la Prudencia, enfrentada al Fanatismo y a la Ignorancia Voluntaria; y mezclada, a la fuerza, con ellas. Lo palpamos en los transportes públicos, en los supermercados, en los hospitales… Han conseguido dividir de nuevo a los españoles y, casi 89 años después, está a punto de repetirse aquel suspiro de satisfacción brutal: «¡Ya podemos empezar a matarnos»!

Si engañar y delinquir son hábitos naturales de los rojos y de sus cómplices, ¿de qué se siguen asombrando las gentes de derechas, con sus tertulianos a la cabeza, sabiendo como han de saber su histórica condición criminal?

Transición democrática, Constitución, Farsa del 78… Todo es tramoya teatral, apariencia. Un inmenso y trágico engaño. Pero, a quien no quiere entender, ¿ quién le podrá persuadir? El PSOE y sus rojos son un instrumento del diablo; y el PP es el amadicito del PSOE. (Amadicito: perrito faldero, muy pequeño). Todos ellos son Sistema, todos ellos son traidores, desleales a su pueblo y a su patria. Además de pervertidos y pervertidores.

Entre las gracias con que ha dotado la naturaleza a los socialcomunistas, una de las principales es la de ser los mayores fulleros del orbe, hábiles en todo tipo de flores, es decir, de trampas en el juego, en este caso político, o sociopolítico, mejor.

Se impide a los padres educar a sus hijos en la lengua oficial del Estado, como se les impide defenderlos de las agresiones sexuales que ese mismo Estado promociona. Mediante lenguajes inclusivos, LGTBI`s y censuras quieren ocultar sus imposiciones, psicopatías y perversiones. Hay que ser muy canalla para aprovecharse de la infancia, y ofenderla, cuya virtud está sin mancha y cuyo pecho se halla libre de toda pasión.

Los rojos «de la zeja» no han sido nunca rebeldes, revolucionarios en el sentido estricto del término, sino unos pícaros de cajón, meros contestatarios; unos disconformes cínicos que utilizan la mordacidad para aprovecharse de las coyunturas y de las debilidades de los demás, poniéndoles en ridículo mientras halagan a los que reparten la sopa boba. Y aprovechándose siempre de los ríos revueltos, de su pericia para la cobardía y la lisonja y de las situaciones cotidianas en beneficio propio, consiguen pasar por la vida de la forma más muelle, sin dar un palo al agua. Por otra parte, en cuanto a su hábito de pegarse a la mesa de los poderosos, a todos estos trapaceros les une un mismo deseo de adquirir fama y dinero; pero, sirviendo en esta guerra cuyo objeto es atrapar el mejor bollo, también les desune una recíproca aversión, porque todo despreciable desprecia a sus iguales.

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Faetón, era hijo de Helios, el sol, y creyó en su orgullo que sería capaz de guiar el carro de fuego y los caballos de su padre. Estuvo, por su inexperiencia, a punto de abrasar la tierra, hasta que, fulminado por el rayo de Júpiter, se precipitó al Po. Es símbolo de la soberbia temeraria. ¿Conocerán, los nuevos demiurgos que han decidido abrasar la tierra con su temeridad y su insania, las sabias enseñanzas de las distintas mitologías populares?

Nuestros esfuerzos son vanos, porque somos pocas manos para parar este tren que ultraja a los ciudadanos. Sí, pero advierte también que basta un hombre de bien para cuatro mil villanos.

Después de darles carena, unos cuantos millones de españoles desearían cantar una endecha a muchos miles de sus políticos. Adjudicarles una tabla de degollado o condenarlos a remo y sin sueldo, a servir en galeras bien apresados con cadenas. Es consecuente meter a los forajidos en un profundo calabozo. Ese es el premio que merecen. Porque todo hombre enemigo de sus semejantes, y de Dios y su Cruz, no es justo que mire al cielo.

No hay justicia. Si la hubiera, no habría ramas suficientes para colgar de ellas las cabezas de tanto malhechor como nos ha generado la Farsa del 78. Si hubiera justicia en vez de prevaricación, y noticias verídicas en vez de venalidades y trapacerías, se proclamarían sentencias como la que dicta el alcaide de El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina: «Fallamos que le debemos condenar y condenamos a que sea sacado de la cárcel donde está, con soga a la garganta y pregoneros delante que digan su delito, y sea llevado a la plaza pública, donde estará una horca de tres palos, alta del suelo, en la cual será ahorcado naturalmente. Y ninguna persona se atreva a quitarlo de ella sin nuestra licencia y mandado».

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¿Y VOX? Cada vez más fuerte e instalado, cada vez más decepcionante… ¡Ay, VOX! ¡Qué desgracia la política cuando sus profesionales menos sospechosos también deciden que no hay que herir al fuego con la espada! Es decir, cuando no saben o no pueden o no les conviene incitar la ira y la indignación de los poderosos. Y, en consecuencia, eligen encogerse, asilar el rabo entre las piernas y, confortablemente acogidos junto a las botas de los fuertes, acechar su voz imperativa y acatar raudamente sus preceptos. Porque, observando la deriva de VOX, con sus definiciones y ambigüedades a la espalda, y sabiendo que el diablo nunca duerme, es lícito preguntarse: ¿podrá el Sistema y sus capitalistas rojos con esta España, huérfana de hijos eminentes y generosos?

Chispas de actualidad (I). Por Jesús Aguilar Marina

Chispas de actualidad (II). Por Jesús Aguilar Marina

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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