21/05/2024 07:48
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El mundo de hoy da continuamente muestras de haber renunciado a las virtudes humanas más elevadas. La sinceridad, la razón, la dignidad, el valor, la integridad, la coherencia…, todas han dejado paso a un ambiente de cobardía moral y chusco pasotismo donde las personas de bien apenas pueden sobrevivir. 
 
Pero, sin duda, es especialmente lamentable que de la fuente donde debe manar la virtud, lo que brote a borbotones sea la mezquindad. Y que la Iglesia fundada personalmente por Cristo en la persona de Pedro, a fuerza de traicionar Su Santa Palabra, se haya convertido en una fosa séptica de la que sólo recibimos aguas fétidas.
 
A las pocas horas de la muerte de Isabel II, el papa Francisco emitió un telegrama, dirigido al nuevo rey inglés, expresando su pesar por la muerte de su madre. Hasta ahí, todo correcto. Los lugares comunes en estos casos, etc. Pero en un párrafo del telegrama, el papa dice que la finada fue «un ejemplo de devoción al deber, firme testimonio de fe en Jesucristo y firme esperanza en sus promesas». Lo cual, dígalo el papa de Roma o el charcutero de abajo, es un disparate como la cúpula de San Pedro. 
 
Isabel II, además de ser reina de una nación y de un pequeño imperio (que, por cierto, ha mantenido una colonia en territorio español contra la legislación internacional y el sentido común), era la cabeza de la secta anglicana. No de la «iglesia anglicana», como dicen la mayoría de periodistas analfabetos, sino de una secta; porque la única Iglesia fundada por Cristo es la Católica. Esa secta, además, tiene vínculos con la masonería que ni siquiera son secretos, sino reconocidos por ambas partes. 
 
¿Pretende Bergoglio que los católicos creamos que la jefa de una secta con vínculos masónicos es «un ejemplo de fe en Jesucristo»?, ¿una persona que ha estado durante décadas dando la espalda a la Verdad Revelada de una manera consciente y deliberada, es un «ejemplo» para los católicos, un ejemplo quizá a la altura de Santa Teresa de Jesús, de San Francisco de Asís, de San Antonio de Padua, de San Benito?, ¿la podemos empezar ya a llamar Santa Isabel de Balmoral?
 
Esto ocurre, indudablemente, por dos razones: ni siquiera en el Vaticano existe ya conciencia de lo que es una herejía. El «ecumenismo» es otra falacia consistente en desdibujar y negar que solamente hay una Iglesia Universal, una, fundada por Jesús, Segunda Persona de la Santísima Trinidad; y que  por tanto, todas las demás «iglesias» son realmente sectas, algunas muy peligrosas por ser declaradamente anticatólicas, como es el caso de aquellas que tienen su raiz en la herejía luterana.
 
Los católicos que aún conservamos la capacidad racional de distinguir la Verdad que Dios nos regaló en la persona de Cristo de las falsedades humanas promovidas por Satán, no podemos aceptar estas barbaridades, vengan de donde vengan. Fue Pablo VI, y no yo, quien dijo hace unas décadas que «el humo del infierno había entrado por las ventanas del Vaticano». No nos queda más remedio que constatar que, desde entonces, no parecen haberse ventilado bien sus dependencias. 
 

Autor

Rafael Nieto
Rafael Nieto


Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.