25/12/2024 18:39
Getting your Trinity Audio player ready...

Me llena de gozo asomar mi pobre cabeza por esta bendecida revista bajo la maternal mirada de la Princesa de Barcelona. Ella desde su atalaya engalanada vela amorosa por nuestra querida ciudad. Le tengo gran devoción y siempre que vienen amigos de fuera los atraigo presto hacia su camarín. Confieso un especial cariño a la familia mercedaria, que en pleno medievo fundara San Pedro Nolasco. La Orden nació pobre y mendicante para redimir a los cristianos presos. Hoy su carisma se centra en socorrer materialmente a las nuevas formas de cautividad del mundo moderno y, cuál pelícano, dar a los pobres hambrientos alimento de vida eterna.

Al inicio de este mes de diciembre la liturgia, tras revestir de gloria a la Inmaculada y celebrar su magna fiesta de turquesa esmaltada, recupera el púrpura de adviento y se asienta en su cárdeno trono de sobriedad. Saboreamos ya la espera gozosa y silente del Niño Dios. Un bebé débil e indefenso que anhela cobijo cálido en nuestro pobre corazón y con sus manitas diminutas pulverizar las gruesas cadenas del pecado en nuestra vida. Ese es el verdadero cautiverio del que viene a liberarnos y lo consumará luego en la cruz. Tengamos estos días nuestra casa sosegada y nuestra alma lo más limpia posible para acunar al pequeño infante. Que por falta de amor nuestra morada no sea un témpano de hielo que haga tiritar al pequeño Jesús, que su llanto divino no desgarre el corazón de la Virgen. Nos enseña Santa Genoveva Torres que para agradar al Niño Dios y pertenecerle por completo tenemos que dejar todo aquello que a Él no le pertenece. Pensemos si en nuestra vida hay cosas que harían llorar al pequeño Niño, omnisciente como Dios. No importa si nos vemos pobres, pues San Rafael Arnáiz, poco antes de morir, se veía incapaz de hacer un acto meritorio para Dios.

Siempre me ha parecido preciosa la comparación entre el cautiverio físico, padecido por muchos cristianos y la cautividad espiritual, en donde el alma es presa de sus pecados, adicciones, malos hábitos y todo tipo de tendencias desordenadas. Se puede estar en prisión y no perder la alegría y la libertad interior. Pensemos en San Maximiliano María Kolbe que libremente ocupó el puesto de un sentenciado a muerte consumando el martirio de la caridad. En cambio uno puede ser libre como un pájaro y revolotear por todo el orbe y ser un prisionero maniatado por el pecado, fuente de amargura. Los que dicen ser felices sin Dios podrán destilar miel en los labios, pero el ajenjo agría su corazón.

Solo la Verdad, que es Cristo, nos hará verdaderamente libres y felices ya en la tierra. Y solo seremos libres si hacemos su voluntad, siendo fieles a las cosas pequeñas, haciendo en cada instante lo que más le agrada o, dicho de otra forma en palabras de Pemán, haciendo sencillamente lo que tenemos que hacer. Pidamos la gracia de conversión de Santa Teresita en la noche de Navidad. Por arte de magia celestial dejó de pensar en sí misma y se elevó a las cumbres de la santidad de victoria en victoria. Distamos mucho aún de ser Santa Teresita, pero una forma de olvidarse de uno mismo es entregarse, como voluntario, al hermano necesitado por amor a Dios. Esta caridad, cincelada con recta intención, riega al alma sedienta de una saciedad difícil de describir. El mismo Cristo es garante de que lo que hagamos a los más débiles se lo hacemos a Él. Hagan la prueba. La propia Teresita se veía muy lejos de practicar aquello que tan bien entendía de la caridad, pero el solo deseo de hacerlo le llenaba de paz.

Cuenta la tradición navideña que el Divino Niño se apareció a San Jerónimo y le pidió un regalo de cumpleaños. El santo contestó: “Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor…”. El Niño respondió: “¿Y no me regalas nada más?”. Jerónimo le contestó: “Por Ti he renunciado a todo y he dedicado mi vida a estudiar las Escrituras… ¿Qué más te puedo regalar?” Jesús le respondió: “Regálame tus pecados para perdonártelos”. San Jerónimo lloró de emoción y le dijo: “¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!”. Lo que más desea Dios es que nos acerquemos confiados a Él, y le ofrezcamos nuestro pobre corazón humillado y arrepentido.

LEER MÁS:  Mi mente de "memo". Por Gil De la Pisa Antolín

Nota: Texto publicado originalmente en la revista Proyecto Libertad de la Orden de Merced. Para inscribirse en la revista llame al teléfono 93 318 181 494 o través de la web https://www.mercedaragon.org/proyecto-libertad/

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
Suscríbete
Avisáme de
guest
0 comentarios
Anterior
Reciente Más votado
Feedback entre líneas
Leer todos los comentarios
0
Deja tu comentariox