A propósito de las terribles inundaciones que se llevaron la vida de más de 220 personas el pasado 29 de octubre en el Levante español, ha habido quienes se han empeñado en documentarse y, haciendo acopio de datos históricos, se han atrevido a señalar lo evidente: que la riada en cuestión no ha sido algo excepcional en la Historia, y que las consecuencias catastróficas de fenómenos similares, tampoco1. Unos hechos que desmienten las falsas premisas en las que se han apoyado los gobernantes globalistas Ursula von der Leyen2 y Pedro Sánchez3 para hacernos creer que las gotas frías de toda la vida, hoy llamadas DANAS (depresiones aisladas en niveles altos), son consecuencia de un presunto “calentamiento global antropogénico”. O, dicho de otro modo, que todos somos culpables de las lluvias torrenciales y de sus “inesperadas” consecuencias.
Por supuesto, en la misma línea que nuestros amados líderes, la mayoría de medios de comunicación también coincidían, ilustrando la convergencia del bipartidismo en torno a la Agenda 2030… y, por ejemplo, el propagandista del cambio climático Eduardo Inda, afirmaba: “El cambio climático ha quedado luctuosamente demostrado en las últimas semanas, de modo que es más necesario que nunca luchar contra él. Antes había una DANA cada 20 años, una muy potente, pero ahora hay una DANA cada dos o tres semanas, la última en la Comunidad Valenciana. […] El calentamiento global está provocando que la atmósfera esté más caliente, y eso provoca que los temporales sean mucho más irregulares y mucho más concentrados. Esto no lo digo yo, lo dicen los que saben, los meteorólogos4”.
Un “razonamiento” tramposo o falacia ad verecundiam que apelaba una vez más a una autoridad, la Ciencia, presuntamente unánime, para impedir cualquier debate, oposición o argumentación contraria.
Lo que nos lleva, naturalmente, a analizar el modus operandi de políticos y periodistas para imponer la tesis del calentamiento global antropogénico: dar por supuesta la relación directa y automática entre el presunto calentamiento antropogénico y cualquier catástrofe natural; repetirlo una y otra vez; suprimir cualquier contestación al relato oficial estigmatizando a quien ose disentir, etiquetándolo como “negacionista”; difundir y extender el lenguaje de la religión climática imponiéndolo en los libros de texto5, en la Educación, en las series de televisión6, películas7 y documentales8; y promover una inquietud y hasta una angustia climática en los ciudadanos, alimentando el terror a un inminente apocalipsis y un sentimiento de culpa9.
En este contexto y siguiendo el mencionado discurso, se pretende que los recientes desbordamientos por precipitaciones extraordinarias en un corto espacio de tiempo en Castilla La Mancha, Valencia y Andalucía, sean algo jamás visto en siglos y, por supuesto, ni la presidente “popular” de la Comisión Europea, ni el delincuente de Moncloa han tratado de convencer a nadie con argumentos, sino que, siguiendo la costumbre, dieron por hecha la relación causa-efecto entre nuestros supuestos pecados climáticos y las lluvias torrenciales. Una coincidencia nada casual que corrobora la complicidad de PSOE y PP en la aplicación de la Agenda 2030 y el llamado Pacto Verde10, refrendada en el reciente acuerdo para que la criminal e inútil ministra Teresa Ribera sea comisaria y vicepresidente de la Comisión Europea.
Sin embargo, no vamos a insistir en la conocida subordinación de los medios de comunicación a los gobiernos globalistas, ni en que esta subordinación se paga con nuestro dinero. Lo más importante es desvelar los fines últimos de esta campaña masiva de intimidación y concienciación forzosa: por un lado, enriquecerse haciendo negocio con el tinglado de las energías renovables y el rollo de la sostenibilidad; por otra parte, recortar las libertades y derechos de la población; en tercer lugar, proporcionar una coartada para subir los impuestos y destinar más dinero a la creación de nuevas redes clientelares y afianzamiento de las ya existentes; y, por último y ligado a lo anterior, empobrecer a la ciudadanía para hacerla dependiente de las “ayudas” gubernamentales.
Así mismo, es necesario subrayar que los farsantes que nos intentan convencer del cambio climático no creen en él. Algo que se verifica, por ejemplo: en el injustificado número de vehículos oficiales; en los viajes en avión para desplazamientos cortos; en las enormes comitivas que acompañan a las elites mundialistas en sus saraos, y, sobre todo, en la falta de medidas para combatirlo. Porque si Zapatero creyese realmente que la reciente catástrofe se debió sin duda al calentamiento global, ¿por qué su primera medida al llegar al poder en 2004 fue cargarse un Plan Hidrológico Nacional que habría limitado las consecuencias de esta riada? ¿Y por qué la ministra Teresa Ribera no acometió el plan proyectado para la mejora del encauzamiento del barranco del Poyo aprobado en 2009? ¿Y por qué la Confederación Hidrológica del Júcar prohibía la limpieza de los cauces y torrenteras? Preguntas para las que sólo hay tres posibles respuestas, no necesariamente excluyentes entre sí: porque las autoridades no creen en el cambio climático que predican; porque son psicópatas a los que sólo interesa el poder; y por pura incompetencia.
Como es lógico, esto no puede acabar bien. Porque, o bien se impone la mentira del cambio climático por la fuerza –y, desde luego, será necesaria mucha violencia para obligar a todo el mundo a tragar tanta trola–, o bien los políticos y sus lacayos pagan por sus mentiras y coacciones.
Filípides 22-11-2014
1 Por ejemplo, don Jesús Laínz, en dos recientes artículos titulados “Normalidad climática” y “De riadas y manipulaciones” (en La Gaceta de la Iberosfera), hacía un minucioso repaso histórico de las riadas en España, apuntando que el número de las registradas –hasta 243 en los últimos nueve siglos– y la gravedad de las mismas desmentían la presunta excepcionalidad de la riada del 29 de octubre de 2024.
2 Declaración oficial como presidente de la Comisión Europea: “Esta es la dramática realidad del cambio climático”. Véase el vídeo del 02-11-2024: https://www.youtube.com/watch?v=Toecb6azQF0
3 “El cambio climático mata. Sólo el año pasado mató a más de 300.000 personas. Y acaba de contribuir a la muerte de más de doscientos veinte de mis compatriotas”. Con motivo de la Cumbre del clima COP29 en Bakú, Azervayán, el 12-11-2024. Ver vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=l-w2dKomErw
4 Intervención del director de Okdiario en las III Jornadas OkGreen, celebradas en Madrid el 14-11-2024: https://okdiario.com/eventos/eduardo-inda-ecolojetas-barranco-poyo-valencia-13816374
Vídeo completo: https://www.dailymotion.com/video/x995om0
5 Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de La Agenda 2030 se abordan en todas las asignaturas. y en todos los libros de texto de todas las editoriales: Anaya, Santillana, McGrawHill, Oxford, etcétera.
6 Planeta en peligro (2014); Occupied (2015); Years and years (2019); Una vida en nuestro planeta (2020); Greta Thunberg (2021); Extrapolations (2023), etcétera.
7 El día de mañana (2004); Geostorm (2017); First reformed (2017); No mires arriba (2021); Before the Flood (2016); Planet of humans (2019), etcétera.
8 Una verdad incómoda (2005); La hora 11 (2007); The age of stupid (2009); Cowspiracy (2014); Merchants of doubt (2014); Decrecimiento (2015); Time to choose (2016); Ice on fire (2019); Extinción (2020); 180 Grados (2020); El porvenir (2020); Haulout (2022), etcétera.
9 Véase la frecuencia con que se repite la idea principal del alarmismo climático: “el tiempo se agota y los efectos serán irreversibles”. Por ejemplo: https://www.antena3.com/noticias/el-tiempo/actualidad/el-impactante-video-de-las-consecuencias-del-cambio-climatico-sobre-un-glaciar-en-noruega_202009285f723fbb1cab5c00013f1150.html
10 Denominación sustituida recientemente por “Transición justa y limpia” tras la respuesta ciudadana al Pacto Verde en varios países de Europa. En el fondo, un cambio de nombre que no engaña a nadie, pues tal ardid apenas oculta el plan de seguir destruyendo el sector primario bajo una apariencia más amable. Id est, totalitarismo enmascarado bajo el manto de las “buenas intenciones”, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
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