06/10/2024 10:20
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Fernando José Vaquero Oroquieta habla de Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo. El autor apuesta por deconstruir sin complejos al panvasquismo

Acaba de ver la luz el nuevo libro del navarro Fernando José Vaquero Oroquieta titulado Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo

El que hoy comentamos es el último de la trilogía que ha elaborado en relación a esta temática. Así, en Biografía no autorizada del PNV (Pompaelo, 2022), nuestro autor abordaba las facetas más controvertidas del partido-madre del panvasquismo. En el segundo, De ETA a EH Bildu. Las pieles de la serpiente (Pompaelo, 2023), investigaba la conformación y trayectoria de la izquierda abertzale de ETA.

Este libro culmina tu trilogía sobre el nacionalismo vasco y Navarra. ¿Qué novedades presentas, en esta ocasión, a tus lectores?

Modestamente, entiendo que muchas. De entrada trato de responder a los interrogantes que me vienen planteando los lectores en las presentaciones públicas de estos libros, así como a tantos mitos vasquistas en circulación acríticamente y asumidos por la sociedad navarra sin apenas respuestas alternativas. Pero no se trata de cuestiones generales, al contrario: exponemos y analizamos a fondo cuestiones concretas y actuales. Por ello, de las 330 notas a pie de página, dos tercios se remiten a artículos de actualidad.

¿Cuáles son los temas principales que pone encima de la mesa?

Pues más de 45, que es el número de sus apartados. Hablamos, como no podía ser de otra manera, de la célebre Mano de Irulegui; de lo realmente acaecido en la oscura batalla de Roncesvalles; del asedio al castillo de Maya; del origen del eguzkilore tan de moda gracias a la autora de la Trilogía del Baztán Dolores Redondo, y del instrumento de percusión denominado txalaparta; acerca de la verdadera lingua navarrorum; de las tramas mítico-culturales comunes de navarristas y nacionalistas; del rol jugado por los euskaros navarros y de algunas de sus personalidades más relevantes, caso de Arturo Campión, en la configuración del nacionalismo; sobre los títulos de conquista de Navarra por Fernando el Católico; desmentimos que Navarra sufriera un genocidio tras la batalla de Noáin y despejamos las mentiras sobre un castillo navarro en Arrigorriaga.

También hablamos de cuestiones mucho más dolorosas, caso del papel de los terroristas navarros de ETA; recordamos a todos los que asesinaron en su propia tierra; desentrañamos las diversas culturas políticas de la izquierda abertzale y de su definitivo “bloque dirigente”; delimitamos el papel del PNV y de los diversos actores de la coalición “moderada” Geroa Bai; analizamos los supuestos paralelismos con el Úlster; recordamos el origen y desarrollo de las ikastolas en Navarra y la situación del euskera durante el franquismo.

Igualmente profundizamos en las líneas rojas entre foralismo, tradicionalismo y nacionalismo; hablamos de alguno de los intelectuales orgánicos de la izquierda abertzale navarra y de sus empresas culturales más llamativas; de las razones por las que el nacionalismo pretende demoler el Monumento a los Caídos de Pamplona; de las andanzas de los delincuentes “ultras” de Indar Gorri; denunciamos las expresiones actuales de violencia abertzale; entramos en las más que peculiares relaciones entre guipuzcoanos y Navarra. También investigamos las problemáticas relaciones entre nacionalismo y religión.Y mucho más. En definitiva, mitos, falsedades y demás tácticas nacionalistas contra Navarra.

¿Por qué Navarra es tan importante para el nacionalismo vasco?

Navarra les proporciona justificación y coartada ideológica, histórica y política, distorsionando, claro está, tan glorioso como hispánico bagaje. Ya en sus orígenes, entre los autores prenacionalistas, hubo no pocos autores navarros, mayormente entre ciertas órdenes religiosas e investigadores del vascuence, el estudio de los fueros y la defensa de la identidad del “ser vasco”, o “vasco-navarro”. De hecho, sentirse vasconavarro era sinónimo de español; también entre los intelectuales de la efímera pero muy trascendente Asociación Euskara de Navarra.

¿No fue también el caso del escritor tradicionalista Francisco Navarro Villoslada y su célebre novela Amaya?

Muy bien traído. Su novela Amaya o los vascos en el siglo VIII fue determinante en muchos de los mitos del nacionalismo vasco subsiguiente. Tan importante fue que 150 años después una reciente película de gran éxito de crítica y público, Irati, recurre a aquellos temas, pero con una inversión “posmoderna” de sus valores. Mientras que en Amaya Navarro opta por la unión de los vascos con los demás pueblos hispanos –por cristianos- frente al Islam, en Irati, por el contrario, se presenta un conflicto con los demás pueblos cristianos y se propone expresamente un retorno al paganismo…lo que haría enfurecer a Navarro. Hablamos de ello, bastante extensamente, en nuestro libro. Es así como las obras de aquellos autores –prenacionalistas a su pesar- son adulteradas e instrumentalizadas por el nacionalismo.

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Volvamos a Navarra y al papel que se le reserva en la “construcción nacional vasca”.

De acuerdo. Para no aburrir al lector, resumiendo, Navarra proporciona territorio, población y, lo que es más importante, la historia de un reino medieval que llega casi hasta nuestros días y que, según ciertos autores, los nacionalistas, prefiguraba un Estado entendido en sentido moderno. Su último vestigio serían los fueros, un residuo, conforme su criterio, de la vieja soberanía de aquel reino-estado. Desde esa Navarra imaginaria provista -al entender de los intelectuales orgánicos de Nabarralde- de una soberanía foral residual, aquellas creativas mitologías nacionalistas están edificando la coartada ideológica de una nación vasca en el marco de la “Europa de los pueblos”; alternativa de los separatistas a la “Europa de los Estados-nación” actuales.

¿Goza de buena salud el euskera en Navarra? ¿Acaso se trata de un instrumento de la «construcción nacional vasca»?

Poco a poco, aunque a un ritmo desesperante para sus impulsores, el euskera va ganando terreno también en Navarra. Especialmente en la educación y las administraciones; y ello a pesar de la resistencia en la vida cotidiana que presentan las nuevas generaciones que, una vez dejan la ikastola o el instituto, en su mayor parte ya no lo utiliza. Y es que sin el oxígeno de la segregación en las escuelas y la euskaldunización de las administraciones y sistema educativo, el euskera tendría un futuro mucho más difícil todavía.

Respecto a la segunda pregunta, naturalmente que sí; y no lo digo yo. De hecho, en el libro reproduzco algunos textos paradigmáticos de entidades constituidos con esa expresa voluntad, por ejemplo Naziogintza Taldea. Así, en el apartado 8º de su significativo decálogo afirman: «No queremos un Estado cualquiera, sino un Estado con calificativo de vasco. Y ese calificativo de vasco lo genera nuestra lengua y las características que conforman nuestra identidad nacional. Estos son, por tanto, los elementos a trabajar en el ámbito nacional».

Tema polémico, pero inevitable: ¿es el nacionalismo vasco una religión de sustitución?

En su configuración actual, sí. Originariamente, el PNV realizó una particular fusión de catolicismo y nacionalismo. Pero el PNV se ha despojado del cristianismo, perviviendo únicamente, en sus desarrollos programáticos actuales, un cierto aroma ético-buenista totalmente New Age. La izquierda abertzale, que nunca fue un grupo católico –ni en modo confesional ni a nivel de mera inspiración-, persiste en su agenda simbólica y ritual, propia de las religiones civiles de sustitución. De tal modo, su idea de “lo vasco” es absoluta, estableciendo rituales, compromisos y recompensas. Inmanente por tanto, y sí, una verdadera religión sustitutiva de cualquier mirada trascendente; por ello rechaza el cristianismo y “resucita” el inédito paganismo de brujas, vascones y vascos del Neolítico, que mencionábamos al hablar de Amaya e Irati, con la pretensión última de que el catolicismo desaparezca del todo, pues un católico siempre será sospechoso de obedecer a “algo” o “alguien” que no sea “estrictamente vasco”.

¿Habría sido posible el nacionalismo vasco sin el concurso de la Iglesia católica?

En sus remotos orígenes fueron inseparables: al margen de la jerarquía episcopal, al menos al principio, todos los nacionalistas vascos de la primera hora eran católicos necesariamente, integristas de partida, aunque no todos los católicos vasco-navarros eran nacionalistas, ni mucho menos. ETA nace en otro ciclo histórico en el que la Iglesia todavía era fuerte, teóricamente, si bien ya empezaba a desarrollar una rápida desacralización al albur de las nuevas corrientes teológicas y los cambios antropológicos derivados del Mayo del 68 y el Vaticano II. En la actualidad, las dos familias nacionalistas se han separado de la Iglesia por completo. Hay excepciones, gentes de doble lealtad, que buscan consuelo en la vieja fe, pero social y políticamente esas actitudes son irrelevantes en la conformación de la nueva sociedad vaska posmoderna.

Entiendo que tras unos meses de promoción del libro, te pondrás en marcha con otros proyectos. ¿Puedes adelantarnos algo al respecto?

Así es, tengo varios proyectos en marcha… Otro asunto es el de las fuerzas que me acompañen. El primero, sobre la presencia de los Hermanos Musulmanes en Europa; ya tengo varios capítulos y mucho material. Por otra parte, me gustaría realizar una pequeña historia crítica del navarrismo, en su triple expresión de ideología, movimiento social y partido político. Y, a raíz de estos años de trabajo sobre el nacionalismo vasco y Navarra, me ha surgido un particular interés por la figura pre-moderna, antiliberal y contrarrevolucionaria de Arturo Campión.

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Sorprendentemente, a causa de su peculiar nacionalismo, todavía es rescatado por los actuales doctrinarios nacionalistas, como un patriarca venerable y admirable de su causa. Pero creo que éste es un comportamiento sectario y nada riguroso. Su personalidad y su obra son paradigmáticos, pero en sentido antimoderno. Campión fue nacionalista por católico integrista irrenunciable, no al revés. Soy del parecer que su estructura mental estaba mucho más próxima a Louis de Bonald o Joseph de Maistre que a Federico Krutwig, quien le habría horrorizado. Por último, algunos amigos franceses me han trasladado su interés por un texto en línea de la trilogía, pero de carácter y volumen más divulgativo, pensado para el público de la nación vecina.

La violencia, ¿forma parte consustancial del nacionalismo vasco?

Sí, ya fuere moral, verbal, simbólica o físicamente. Para tal juicio me remito a su historia. Así, antes incluso de la fundación del PNV, un 16 de agosto de 1893 en Guernica, con motivo de un homenaje al Orfeón Pamplonés, en su primera manifestación pública el nacionalismo vasco se estrenó quemando banderas españolas, además de servirse de un lenguaje racista, muy agresivo y segregacionista. Al tratarse de una doctrina separatista, tácticamente tenía que estructurarse cultivando la fragmentación social, el odio a lo español y, por ello, mediante una movilización comunitaria segregacionista permanente. No obstante, su profundo catolicismo de entonces le indujo, en la terrible coyuntura de la Guerra Civil, a realizar notables esfuerzos de humanización del enemigo. Desde ETA, rápidamente desprendida de cualquier atisbo cristiano, esos límites morales desaparecieron, justificando cualquier forma de violencia de raíz política. En este sentido, la izquierda abertzale tiene todavía un largo recorrido por delante si realmente un día quiere ganarse un mínimo acervo ético. Lo que no parece fácil: por una parte no quiere, por otra, en palabras de Iñaki Arteta, “la sociedad vasca está enferma de ideología fanática”. Y la navarra también.

En el subtítulo de tu libro hablas de mitos, mentiras y otras tácticas del nacionalismo vasco, pero… ¿no olvidas al terrorismo?

No, ya lo hemos mencionado de pasada. De hecho en el libro hablo y mucho del terrorismo, y de otras expresiones de violencia de raíces políticas. De hecho el lector encontrará una síntesis muy precisa de lo que fue el terrorismo etarra en Navarra, sus influencias, derivas, el cómo penetró en diversos sectores sociales, su oscuro liderazgo, sus expresiones actuales, etc. Pero entiendo que el discurso nacionalista puede y debe deconstruirse sin necesidad de centrarse únicamente en su pasado terrorista y en las secuelas todavía existentes, tal y como tantas veces se manifiestan los políticos de Madrid. Y es que se acusa al constitucionalismo, al españolismo, de hablar únicamente de terrorismo cuando se dirigen al nacionalismo vasco. Y de dinero, desde la convicción de que nuevas remesas pecuniarias les calmarán. Pero, en realidad, desde su cortoplacismo e incapacidad de plantear “batallas culturales” a largo plazo, desconocen su naturaleza y pretensiones. Este libro prueba que es posible otro discurso y otro análisis al afrontar la naturaleza y potencial del nacionalismo. Me pregunto: ¿no está de moda deconstruir cualquier relación humana y estructura política? ¡¡Pues deconstruyamos también al nacionalismo vasco!! ¿O acaso exuda agua de rosas por ser algo único y excepcional merecedor de cualquier licencia?

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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