23/11/2024 09:18

IV

Una inmensa existencia terrenal como lección de humildad

«Dejad a los guías ciegos que guíen  a los ciegos». Jesús.

 La dimensión espiritual es terreno desconocido para el hombre cuyas incursiones son expectativas múltiples que se desvanecen sin poseer la certeza de una Ciencia que explique un objetivo pragmático de la existencia, salvo la muerte.

Así todas las civilizaciones se han enfrentado al eterno misterio que es la primera y última razón de ser de toda la Humanidad. Algo está delineado en un plan de Sabiduría insondable para que el hombre crea sus grandes victorias desmentidas por el polvo al que es destinado inexorablemente. No falla nada en esa realidad insoslayable, todo es un acierto conjunto de capacidades infinitas formando parte de un Universo expansivo sin fin. Todo menos creer que la grandeza, la magnificencia de los colosales logros es el fin de la creación y el objetivo oculto del nacimiento.

 Lo más importante pasa inadvertido en lo que parece ser un simulador donde se demuestra constantemente el equívoco y la impotencia del orgullo por las grandes obras que como los imperios siempre se finiquitan, con la decadencia y el declive de la luces difuminadas entre las sombras del cambio y la consumición.

 El motor creativo del mundo está basado en la soberbia de la competición por los logros, siendo una única meta la que espera a todo triunfador. Pero en lo que atañe a la espiritualidad, sin humildad no puede haber entendimiento.

 Sin humildad no hay verdad que haga libres de las cadenas pesadas de un mundo que no aprende en su conjunto; sin verdadera humildad no se puede ser como niños y acceder al infinito poder de la Fe como certeza que todo lo da, todo lo sana, toda carencia troca en abundancia y toda ignorancia en el sencillo, pero ignoto, conocimiento de los secretos del espíritu; sin humildad definitiva que entiende más allá del espejismo de las grandezas, no hay retorno liberados del laberinto terrenal pensando que con la muerte todo acaba.

 Las guías de los profetas en cualquier religión-ligar al hombre con Dios-hablan de renuncia y reconocimiento interior; una muestra de humildad para el que pueda entender. No hay caos en la Sabiduría, sino intención en la ocultación para que cada cual comprenda la simulación de lo magnífico y se libere siguiendo las instrucciones del espíritu. Solo los corazones evolucionados identifican la intención de la Verdad lejos del mundanal abismo de atracción que es la ignorancia. Humildad en este viaje a ninguna parte que es tan grandiosa como insignificante Humanidad que vive en una mota de polvo inmensa llamada Tierra, inmersa en un infinito Universo expansivo sin fin. No hay distancias mensurables hacia la ilimitada Creación de un espacio incognoscible que la vanidad humana estudia, sin advertir que solo sabe que no sabe nada salvo de sus hazañas inmortales descritas por los escribas con seguro final.

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 La inteligencia no es creación humana, sino una herencia otorgada para que, a pesar de las ilusionantes inmensidades que abarca, retorne humildemente al reconocimiento de sus imposibilidades: el regreso por la aceptación de un destino conducente a la nada, y el despertar para entender que este escenario de conquistas es solo un simulador sin otra consecuencia que el retorno humilde siendo como niños en la evolución del espíritu. Toda la inabarcable evolución de la humanidad y sus sapiencias históricas durante siglos parecen ser el plan de una Sabiduría infinita que lo único que pretende es que se aprenda humildad para continuar la evolución de las importancias del alma.

 Hijo del hombre aquel que sigue los designios mundanales y se deja embaucar por ellos; Hijo de Dios quien evoluciona y renuncia al mundo para acogerse a los designios divinos que le piden ser como un niño para encontrar un reino de los Cielos interior donde obtenerlo todo a través de una Fe que no es creencia, sino certeza de que en esa renuncia todo llega a quien sale de las sombras del orgullo terrenal.

 Así lo expresan los libros sagrados, a modo de señales trastocadas por el misterio para que el que pueda ver vea y el que pueda oír, oiga. Intención como misterio, voluntad de un plan sabio ajeno de la ignorancia humana.

 Dejad a los guías ciegos que guíen a los ciegos, dijo Jesucristo sabedor de que los misterios del espíritu estarían a salvo en tanto los custodiaran, sin entenderlos por sus duros corazones,  los innúmeros guías mundanales erigidos durante la Historia de la Humanidad que creen estar en posesión de esas muchas verdades que desconocen la intención de un plan divino: la clave, la verdad única que parece explicar, ciertamente,  todos los demás espejismos de la efímera vanidad.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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