En política la taimada destreza del engaño populista siempre da aparentes resultados cortoplacistas que suelen desembocar con el tiempo en la derrota de quien la práctica. El ejemplo de esta efímera gloria de la demagogia está en Podemos que hoy acusa el desgaste de las ambiciones dispersas, con un electorado desengañado y conocedor de las reales intenciones de cuantos arengaron vehementemente sobre la ilusión del cambio social que, en particular y al margen del código ético del que se presumía, ha revertido beneficios económicos a todos sus dirigentes. Tarde o temprano si las intenciones son confusas y solapadas se recogen las consecuencias de tan poca inteligente siembra; por mucha financiación que haya existido para desestabilizar un sistema democrático, que la hubo, las urnas deciden expulsar a cuantos no han sido honrados en el desempeño de la confianza prestada.
Se quedó por las urnas manipuladas. Pedro Sánchez es un populista, carente de honestidad y decencia como el podemismo frente a su electorado, que no pasa inadvertido para los ciudadanos sometidos a su codiciosa arbitrariedad de juego sucio, siendo también ilegítimo presidente de un país engañado y sumergido en una putrefacta corrupción que afecta las entrañas del Estado de derecho. Al menos el ruin Chávez intentó engañar con simulaciones electorales al mundo entero. El otro quedó en evidencia por su inédita caradura que puso en marcha una maquinaria de fango y corruptelas e internacionalmente supone inequívoca prueba de peste ventajista cuando toda su familia está en el candelero de una carrera criminal seguida además por toda la plana socialista. Estafa a imagen y semejanza del sátrapa que se creyó que todo el mundo era jauja con capital en España.
De vergüenza ajena, tantas acumuladas lleva ya el impresentable ególatra sin honra, que un dictador de baja estofa como Nicolás Maduro le recordase en su momento lo tramposo de su esencia personal, la repugnante capacidad de oportunismo demostrada y la jeta vergonzosa con que dirige el destino de una España secuestrada, en manos de un gobierno despótico y antidemocrático que es un insulto a la libertad de los pueblos civilizados.
Si fuera por él y sus secuaces en España se instauraba una chavista Constituyente pero el escaparate delictivo se muestra al mundo entero, del mismo modo repulsivo con que Maduro ha intentado engañar sobre la verdadera voluntad del pueblo. La aberrante continuidad de la aviesa corruptela que pudre La Moncloa y las principales instituciones contra la misma democracia, exige a alaridos de indignación la dimisión de Pedro Sánchez cuando sigue al frente de un país estafado donde todas las cartas se han puesto sobre la mesa; incluidas las que se jugaban de farol o escondidas en la manga. España no es Venezuela. La expulsión de Pedro Sánchez debería ser el objetivo primordial en defensa de la libertad y la dignidad de una España harta del delincuente que maniobra para escapar, entre ridículos y nauseabundos malabarismos de una huida hacia ninguna parte, inútilmente de la acción de la Justicia que cada día clarifica el sesgo criminal de un tahúr que juega contra los ciudadanos honrados junto a la comparsa de especulación amoral que lo acompaña.
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Este miserable usurpador y ocupa, al que el pueblo, no le ha votado y detesta, que le obliga a no poder salir por la calle, ante los improperios que recibe, ha demostrado como se puede llegar al poder, sin ganar las elecciones y todo por culpa de los nefastos partidos políticos, a los cuales hay que decirles, que el pueblo está por encima de cualquier partido. Corregir esta situación, solo nos puede traer tranquilidad y bienestar.
ESTE HA VENIDO A LA POLITICA PARA ROBAR Y ROBAR, POR ESO NO QUIERE DEJAR LA MONCLOA